Milagros Tolón fue nombrada la semana pasada ministra de Educación por Pedro Sánchez en sustitución de Pilar Alegría, que marcha hacia las Cortes de Aragón. La delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha ve cómo su carrera política da un paso más y alcanza el Ministerio, algo que no había sucedido hasta ahora tratándose de una mujer toledana. María de Padilla rigió la ciudad en la revuelta de los comuneros, pero se opuso al emperador Carlos.
Ahora ha sido el emperador Pedro quien ha llamado a Milagros para ocupar un puesto importante en su gabinete, el más acosado por la corrupción de los últimos años. Mientras, aprovecha el fin de semana haciendo un house tour por la Moncloa en plan Preysler, para enseñarnos las tripas de un palacio con historia que él se empeña en reescribir. Mucho Suárez y Felipe, pero poca Transición o ninguna.
Milagros Tolón es un alma política pura desde los inicios. La conocí muy joven, en la oposición al entonces todopoderoso José Manuel Molina en el ayuntamiento de Toledo. Ya destacaba por su mirada sagaz, crítica y mordaz. Su cercanía y proximidad le granjearon pronto grandes y buenos contactos, amigos que ha ido incorporando a su carrera política a lo largo del tiempo.
Mila, siempre le ha gustado que la llamen así, fue el mirlo blanco que apareció en el momento de indeterminación en que el PSOE de Toledo tuvo que hacer frente a la sucesión de Emiliano en el Ayuntamiento. Aprovechó el tiempo de zozobra, cuando las naves ponían rumbo a Cospedal, y esperó su momento. Una buena campaña y la simpatía de los afiliados hicieron el resto.
Fue ya por entonces cuando ligó su futuro a un incipiente Pedro Sánchez, que se jugaba las primarias con Eduardo Madina. Aquello supuso el trampantojo de inicio, cuando entendimos que Sánchez era el ala moderada del partido, sin darnos cuenta de que Pedro sólo podía ser ala de un único pájaro, él mismo. De aquellos tiempos vienen las lealtades y la impresionante fuerza del sino.
Después de ganar los primeros lances sin bajarse del autobús, Tolón se convirtió en la primera alcaldesa de Toledo y marcó su impronta y estilo. Los que hemos vivido aquí todo este tiempo reconocemos en ella a una mujer que ama su pueblo en extremo, hasta el punto de considerarlo como un tercer hijo.
Casada con otro viejo rockero del toledanismo como Antonio Guijarro, supieron ambos cruzar el paso cuando vieron claro que la proyección política la tenía ella. Ha sido una buena alcaldesa, con momentos complicados como la Filomena, en los que invirtió horas de tiempo y sueño indeterminadas. Perdió las últimas elecciones por escaso margen, pero Vox ya acechaba a la puerta y el sanchismo le pasó factura.
Ahora Pedro tira de ella para un ministerio que debería ser la joya de la corona para todo buen gobierno. Ya le han recordado desde Infantes y Divina Pastora que viene de la concertada. Ella no se corta y se declara católica, apostólica y romana. Estaba en la Macarena cuando la llamaron para ser ministra. A ver qué hace con la educación en sus manos.
Los de Podemos la llaman facha y los de Vox, roja. Por lo menos, comienza en el punto medio. Lo que pueda pasar en el futuro, nadie lo sabe. Aprovechará el cargo para acercar el Ministerio a su ciudad y resolver problemas que estén al alcance de su mano.
Los próximos alertan del carácter y mando que ejerce, aunque mezcla la severidad y el reproche con la caricia y el beso. No la veo rival para Page, que emprenderá su propio camino en función del contexto. Pero sí como mujer referente de izquierdas que aún no ha dicho la última palabra.