Casi de repente, como suceden las cosas importantes y las intrascendentes, el amigo americano de Europa ha dejado de serlo. Es más, se ha convertido en el peor enemigo: mantiene sometida a Europa a sus intereses económicos y a la vez quiere destruirla. Coincide en eso con Rusia. El antiguo amigo se ha transformado en un enemigo perverso. Con el odio visceral de un amante desairado.

Es cierto que desde hace algunos años en Europa se intuían las intenciones veleidosas del amigo, pero diferentes miembros de la UE no lo querían ver así. Los más desconfiados proponían iniciar el camino hacia una posición de independencia que suavizara la soga del amigo. Pero la UE es un organismo lento, bastante disperso, con intereses encontrados entre sus miembros y con alguna quintacolumna que trabaja para el adversario cercano, Rusia, lo que beneficia al amigo lejano, Norteamérica.

La aparición de Trump y su equipo de iluminados ha acelerado la ruptura. Según la estrategia de Defensa Nacional se puede prescindir de Europa. Norteamérica debe concentrarse en su continente, desde Groenlandia hasta la Antártida y abandonar a Europa con la certeza de que se cumplirá el anuncio del profeta Trump, que vislumbra ya una Europa en descomposición. Eso sí, las armas que compre la Unión para su defensa se adquirirán en los Estados Unidos, las tecnologías serán las de los Estados Unidos y las empresas norteamericanas tendrán vía libre para actuar en Europa según las permisivas y favorables leyes norteamericanas.

En este contexto incierto por el abandono y la humillación de Europa por el amigo americano, el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, advierte que Europa es el próximo objetivo de Rusia: "El conflicto está ante nuestras puertas. Rusia ha traído la guerra de vuelta a Europa y debemos estar preparados". Rutte evoca las magnitudes de las guerras de nuestros bisabuelos y de nuestros abuelos, las aniquiladoras guerras del siglo XX. Pero Rutte es un político que llama "papi" a Trump. Que acepta los planteamientos de Trump para Europa. Que quiere que todos los miembros de la OTAN destinen un 5 % de su PIB a armamento que compraríamos a los Estados Unidos. Rutte es el político que, en los escenarios de austeridad de la Gran Recesión del año 2008, despreció a los países del Sur por derrochadores, por vagos y porque la vida para ellos es una juerga permanente. Con el aviso de Rutte parece que pretende que la OTAN disponga de tantas armas como para disuadir a Rusia de un ataque. No explica por qué Rusia quiere atacar a Europa. Ni qué beneficios obtendría de la destrucción de Europa y presumiblemente la propia. Claro que tampoco nadie entendió que pretendía Hitler en su momento. Es lo que tienen los dictadores: resulta difícil adivinar sus intenciones. "En el mundo de los negocios las luchas partidistas son poca cosa. Políticos e industriales están habituados a codearse", escribe Eric Vuillard en El Orden del Día. Es decir, la guerra como un gran negocio en el que siempre ganan unos pocos poderosos y el sufrimiento y los muertos los ponen gratis los países.

Rutte, convertido también en profeta, considera que Rusia podrá estar lista para atacar a la OTAN dentro de 5 años. Europa quedaría marcada por la destrucción, el reclutamiento masivo y millones de desplazados. Lo que no sabemos es de dónde obtiene estos datos Rutte o si es una amenaza para vencer las resistencias de países que, como España, se niegan a destinar el 5 % de su PIB para comprar armas a los Estados Unidos. Un regalo de los examigos, que dijo Trump. En fin, más incertidumbres para Europa, cuando resulta enrevesado independizarse del amigo americano, devenido ahora en maltratador.