Aproveché la amabilidad y hospitalidad de la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, Milagros Tolón, que me había invitado a los actos de la Guardia Civil en Toledo, para volver a la ciudad de la que no termino de marchar, porque fueron dos décadas viviendo en ella. Aunque duermo con cierta regularidad, vengo siempre de noche y apenas veo otra cosa que no sea la cama y el descanso. El domingo se presentó entre nubes y claros... El sol se hizo hueco como pudo. La misa estuvo presidida por el arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, que tiene la virtud de hacer las homilías cortas, lo cual siempre se agradece cuando parte del público está en pie. Mi querido Fernando Redondo me envía la primera encíclica de León XIV y habla maravillas de ella. El coro de la Capilla Diocesana canta unas piezas bellísimas que atesoran la calidad vocal del grupo. Toledo siempre cristiana y fiel a sus raíces. No falla nunca y los actos litúrgicos se llenan hasta la bandera. Literal, en este caso la bandera de España que lucía en el altar. Doce de octubre, fiesta de la Hispanidad, Cristóbal Colón, América, España, el Pilar, la Guardia Civil. Tantas cosas y tan valiosas para un solo día.
La Guardia Civil es una forma de vida que prende dentro del cuerpo e impele al servicio a los demás. Lo sé porque a lo largo de la vida, he encontrado casos verdaderamente vocacionales y espléndidos. Es una filosofía, manera de estar en la vida y andar por ella. Aparte de la literatura que la adorna a lo largo de los tiempos, la Guardia Civil es sinónimo de amor a España, el servicio y la bondad. De ahí también el adjetivo que la acompaña, benemérito. Pese a su nombre civil, la disciplina es claramente militar y castrense. De hecho, los tribunales que deciden sobre agentes del cuerpo así lo determinan. La disciplina y el rigor son marca de la casa y uno ha comprobado a lo largo del tiempo que son como una familia, que llevan en la sangre la entrega. Los pueblos de España no se entenderían sin la Guardia Civil en los cuarteles o puestos de mando. Desgraciadamente, la falta de medios hace que en ocasiones deban patrullar por varios pueblos a la vez… Pero su profesionalidad y pericia hacen que siempre estén cuando se les necesita.
Dijo el general en jefe que sólo los malhechores han de temer a la Guardia Civil. Creo que acierta en el diagnóstico y, pese a que en ocasiones la leyenda los cruzó con los gitanos u otros grupos con los que pudieron saltar chispas, la Benemérita es garantía de paz y tranquilidad. Hasta la de Tráfico, que siempre a uno lo asusta cuando la ve en carretera. He aprendido, como conductor de recorrido, a entender su labor, aunque a veces disiento de la manera que tiene de realizar controles como los de velocidad. Un agente me dio la clave y evitó nuevas multas. "Vaya usted a ciento treinta en autovía y no le pasará nada". Imponen respeto y son los primeros que están cuando empiezan los problemas. Comen y duermen antes por si después no hay ocasión. Paso corto, vista larga y mala leche. O buena, según les pilles. Se adaptan a las circunstancias y anticipan el delito. Hay agentes que son auténticos sabuesos y parecieran un personaje de Conan Doyle.
La Guardia Civil cumplirá doscientos años en apenas dos décadas. Pocas instituciones hay tan ligadas al ibérico suelo, por el que tantas cosas han pasado. Y sí, coincido con el general. No hay que temerla y sí valorarla y respetarla. El Cuerpo es antesala de orden y respeto a la ley. Viva España y viva el Rey. Ponga un guardia civil en su vida.