Cada septiembre la Justicia española se viste de gala para inaugurar el Año Judicial. Togas planchadas, discursos solemnes y un aire de pompa que pretende recordarnos que aquí todavía hay separación de poderes; pero este año, más que un acto institucional, parece la alfombra roja de una serie de Netflix titulada "Sánchez y la Justicia".
Porque, ¿qué mejor manera de arrancar el curso judicial que con los amigos y familia del presidente sin dar abasto entre Moncloa y los pasillos de los juzgados?
Empecemos por la primera dama, Begoña Gómez, cuya agenda parece incluir tanto reuniones en la Complutense como visitas al juzgado de instrucción nº 41. Las sospechas son de lo más variado: tráfico de influencias, corrupción, apropiación indebida, intrusismo, malversación… En resumen, un máster en irregularidades. Lo sorprendente es que todavía no le hayan dado cátedra.
Pasemos al hermano, David Sánchez. Allá por 2017 consiguió una plaza en la Diputación de Badajoz que, dicen, parecía hecha a medida. Como esos trajes que solo cuadran si el sastre es de la familia. Ahora toca responder por presunta prevaricación y tráfico de influencias. La justicia dice que habrá juicio oral y, si no cambia nada, dirá que es pura coincidencia.
Y no olvidemos el capítulo extra: el caso Koldo-Ábalos-Cerdán. Una trama de comisiones, licencias y favores donde aparecen nombres tan entrañables como Ábalos (ese ministro caído en desgracia que ahora incomoda más que un cuñado en Nochebuena) y Santos Cerdán, el hombre de confianza que, según la UCO, podría haber confundido la política con un mercadillo.
El cuadro no estaría completo sin el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, quien tendrá que responder, presuntamente, por revelación de secretos. Sí, ese mismo fiscal que debería garantizar imparcialidad y rigor, y que en cambio se estrena en el Año Judicial con el mismo estatus que cualquier imputado ilustre.
Mientras tanto, Pedro Sánchez insiste en que todo esto es "lawfare". Que la Justicia conspira contra él, que los jueces hacen política y los políticos hacen justicia. Vamos, que si a su mujer le preguntan por contratos opacos o a su hermano por plazas a dedo, la culpa es de Franco, de Feijóo o de la alineación de Mercurio retrógrado.
El PP, por su parte, ha decidido no acudir al acto de apertura. Feijóo se queda en casa, quizá para no salir en la foto de familia. Y es que no todos los días asistes a un evento en el que el presidente aparece rodeado de causas judiciales como si fueran ministros de su gabinete.
En definitiva, el Año Judicial se inaugura, pero en realidad parece un año sabático en el que Moncloa se convierte en delegación del juzgado de Plaza de Castilla. Sánchez asegura que todo es una campaña contra él, pero mientras lo dice, el guion se parece cada vez más a un vodevil judicial: la esposa, el hermano, el amigo del partido y hasta el fiscal general.
La pregunta no es si habrá novedades judiciales este curso. La pregunta es si la Audiencia Nacional va a necesitar un incremento de jueces para hacer frente a tantos casos abiertos en el PSOE y en la gran Familia.