Leo con interés la columna que nos regala esta semana Arantxa Castaño sobre los incendios que este verano han asolado su Zamora natal, amparados por el triángulo mortal del cambio climático, la falta de gestión forestal y la despoblación. Me quedo con dos de sus reflexiones: estos fuegos “vienen para quedarse” y su modus operandi “es reproducible en otras regiones con parecidas o mismas circunstancias” (léase aquí Castilla-La Mancha).

Leo también en este digital la carta desesperada que los agentes medioambientales de la región han remitido a Page. No tiene desperdicio. Guardias por 3,31 euros la hora (que bajan a 1,42 euros en invierno), jornadas laborales de 24 horas, vehículos con más de 14 años de vida a sus espaldas (para unas prisas), faltas de equipos de protección individual…

Dejo de leer por pura frustración. No hemos aprendido nada. Hace 20 años me tocó cubrir como periodista el incendio del Alto Tajo en Guadalajara, que acabó con la vida de 11 personas que trabajaban en su extinción y arrasó más de 13.000 hectáreas de alto valor ecológico. Durante las más de 80 horas que duró la comisión de investigación que siguió a la tragedia, oí frases como la de que “el monte explotó”, que el fuego fue “imparable por las condiciones climatológicas, la orografía y la alta combustibilidad del terreno” o que “los incendios se apagan en invierno”. ¿Le suenan de algo?

El incendio de Guadalajara supuso, al menos, el cese de un par de responsables políticos (de segunda fila del partido, meras cabezas de turco) y la mejora de las paupérrimas condiciones laborales de los agentes forestales (aunque duraron poco, hasta los recortes de 2012 de Cospedal). Y no debimos sacar mucho más en claro, viendo (y escuchando) lo que ha pasado este verano. Tampoco aprendimos nada tras lo vivido en Tenerife en 2023, ni de los incendios de Portugal de 2017 o los de Valencia de 2012, por citar solo algunos de estos fuegos ‘explosivos’ que arrasan en horas con todo lo que pillan a su paso.

No soy muy optimista, no creo que terminemos el año con la lección aprendida. Juzgué usted mismo, querido lector: la propuesta estrella de la oposición pasa por hacer una lista de pirómanos y negar la mayor (es decir, el cambio climático), el presidente autonómico de turno da un ‘no sabe-no contesta’ por respuesta al más puro modelo Mazón, y un matón de barrio elevado a ministro, en lugar de trabajar, se dedica a publicar tuits diciendo que está “calentita la cosa". Mucho me temo que, con gestores así, estamos condenados a volver a repetir la historia. Espero equivocarme. Se verá.