Para olvidar este agosto de mierda pensaba escribir sobre personajes que en un tiempo fueron reales, hoy fantasmas, que han contribuido a la historia de Toledo. Había seleccionado a Hugo Pratt y a Santiago Palomero Plaza. Pratt viene a cuento porque se ha abierto al público en un pueblo de Suiza su biblioteca. En ella se contienen los veinte mil libros que empleaba para crear las aventuras, entre otros, de su personaje más espectacular, Corto Maltés. Y sirve para emocionarse con la historia romántica de un hombre vinculado a un pasado legendario, situado en Toledo. Corto Maltés es el personaje de cómic, creado por Hugo Pratt, más distinguido, más estilizado, más sensual y más aventurero que habita el universo del cómic y de la novela gráfica. Santiago Palomero Plaza era un seguidor incondicional del viajero Hugo Pratt y del sugestivo Corto Maltés. De Santiago conservamos la inclasificable tesis doctoral que es el compendio de sus inquietudes intelectuales y personales.
A los fantasmas que pretendía convocar ha habido que unir dos personajes vinculados vital y emocionalmente con Toledo: Francisco García Martín (Epicaris) y Antonio Casado Poyales. En una semana han desaparecido de nuestro paisaje cultural y afectivo dos personas implicadas en la defensa del patrimonio artístico y cultural de la ciudad. Los dos se mostraban inquietos y preocupados por un patrimonio que en ocasiones se olvida o por ignorancia se destruye. Los dos eran colaboradores entusiastas de las actividades de la Biblioteca Regional de Castilla-La Mancha. No sabremos qué hacer sin ellos. Y, así, una reunión de fantasmas, pensada para un ejercicio de entretenimiento literario, se ha ampliado con personajes que, como los otros, en su momento vital fueron luminosos y ahora, en su condición de ectoplasmas, serán referentes ineludibles de Toledo.
Pratt era representante genuino de las mezclas raciales, culturales e idiomáticas de la diáspora judía. Por sus venas corría sangre española, turca e inglesa. Por sus nostalgias deambulaban las canciones sefardíes de la madre y los cuentos de su abuela. Cuando Hugo Pratt se convirtió en adulto un antepasado le entregó una llave, grande y pesada, de una casa de Toledo, situada en el antiguo y, durante siglos brillante, barrio de la judería toledana. No encontró la casa, pero sí las dos Sinagogas que han resistido al paso del tiempo y de la historia. Durante la contemplación de la Sinagoga del Tránsito le llegó la revelación de que la inmortalidad que él anhelaba se encontraba en los espacios de ese edificio. La isla del tesoro, que su padre le había dicho encontraría.
Santiago Palomero Plaza fantaseaba con la idea de que Pratt hizo una última visita a la Sinagoga de Toledo poco antes de morir. Y lo corrobora que dejó grabado en el libro de visitas su personaje más parecido a él mismo. Debajo del dibujo de Corto Maltés, provocativo y sarcástico, rubrica el autor el año 1995. El 20 de agosto de 1995 fallecía. En Toledo y en la Sinagoga del Tránsito se produjo su despedida. Y su personaje más querido se convertía en herencia física para la ciudad donde vivieron unos antepasados idealizados. Santiago Palomero convirtió a Corto Maltés en el fantasma y símbolo de la Sinagoga que se pasea eternamente atractivo por sus estancias.
Hugo Pratt y su añoranza de las raíces en Toledo; Santiago Palomero y la conversión en fantasma real del dibujo de Corto Maltés; Francisco García Martín y Antonio Casado Poyales, todos, nos enlazan con las leyendas del pasado, nos atan al presente y nos impulsan a creer, aunque escépticos, en el futuro.