Esta semana, en la que se celebra la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) en Castilla-La Mancha, también conmemoramos el Día Mundial del Medio Ambiente, que en 2025 llama a la acción colectiva para afrontar el desafío global de la contaminación por microplásticos.

Sucede, además, que mi amigo Enrique Sánchez Sánchez, Kike, deja el decanato de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de Toledo tras cuatro esforzados años de gestión impecable en los que él y su equipo han marcado profunda huella en estudiantes y personal. Se apunta, además, haber impulsado la implantación del Grado en Física y el primer máster interuniversitario sobre Física del Clima que impartirán al alimón las dos grandes universidades de la región.

He escuchado muchas veces a Kike subrayar la importancia de problemas ambientales como la contaminación, la pérdida de biodiversidad, los incendios forestales o la desertificación. Por eso, defiende la formación rigurosa y específica en Ciencias Ambientales, con un enfoque transversal desmarcado del activismo ecologista. Por eso, reclama mayor visibilidad para esta carrera, señalando el papel clave de ambientólogos y ambientólogas en la transición ecológica.

Y, por eso, se entrega con tanta pasión a la ciencia como a la comunicación social de la ciencia, con el ánimo de fomentar el conocimiento, incentivar vocaciones y paliar el déficit de educación ambiental. Kike, que es físico de la Tierra y tiene en el cambio climático su principal línea de investigación, rebate con rotundidad los argumentos negacionistas, porque la ciencia es clara y las personas que se dedican a la ciencia son determinantes en la lucha contra la desinformación.

Y lo que la ciencia dice es que el cambio climático ya está generando efectos extremos y su evolución en las próximas décadas es irreversible, aunque aún es posible mitigar sus consecuencias si se actúa con urgencia y decisión. El calor asfixiante, como el que ha revestido mayo de agosto, las precipitaciones copiosas o la subida del nivel del mar están provocados por el aumento de gases de efecto invernadero y la mayor acumulación de energía en la atmósfera.

Nuestra región es especialmente vulnerable, con elevado riesgo de desertificación y esos largos y tórridos veranos que, desafortunadamente, ya conocemos. En consecuencia, hay que actuar en todos los frentes, desde el personal hasta el global, y potenciar las facultades que ofrecen formación y preparan para la investigación.

Si ustedes o alguno de sus vástagos afrontan estos días la PAU, consideren estudiar Ciencias Ambientales en la facultad con más derecho que ninguna a llamarse "de Ciencias". Podrán convertir en profesión el compromiso con la ecología y la conciencia ambiental.

Así lo hizo otro buen amigo, Félix Romero Cañizares, hace tres décadas. Y estos días, tras una larga y exitosa trayectoria que incluye desempeños a nivel autonómico e internacional, asume nuevas responsabilidades al frente de la Fundación Biodiversidad. Entre sus objetivos están conservar el patrimonio natural y prestar batalla al cambio climático desde el consenso científico, en concurrencia con la academia, el tejido productivo y el tercer sector.

Qué gran noticia, Félix.