Podría hablarles, otra vez, del apagón, del robo o sabotaje en la alta velocidad de nuestro país o de la tensión de estos días en el Vaticano. Todas y cada una de esas cosas se merecen un vino, incluso una botella. Así que, ni corta ni perezosa, me he plantado en la Feria Nacional del Vino, en Ciudad Real, para aligerar mi estrés, mis inquietudes y calmar a mis demonios. Me dicen los que entienden que las ventas y los contactos de negocio se han disparado. Me alegro porque este tipo de ferias no deben ser ni para el postureo, ni para el paseo. Deben servir para cerrar acuerdos, conseguir clientes y mostrar el producto.
🍷 Un señor de Murcia, los nombres de los vinos modernos o su encuentro con @QuintanillaCarm, @PedroBarato_, @Blanca_CLM y compañeros periodistas
— El Español - El Digital CLM (@eldigitalCLM) May 9, 2025
🗣️ Aquí está la crónica de @suerteasi sobre su visita a @Fenavin_Oficial, "la feria sin fin" pic.twitter.com/WdC3OtATTR
Esperando para entrar en la Galería del Vino, el espacio más concurrido de la feria, me he encontrado con un señor de Murcia. Menos mal que tocaba hablar de vino no de agua, que si no la tenemos. El caso es que el señor de Murcia, enólogo de profesión, me ha dicho que en España compramos el vino al revés. Al parecer, los compradores extranjeros primero prueban, si les gusta preguntan de dónde es el vino, qué variedades de uva lleva y cuánto cuesta. Y aquí todo lo contrario, cuánto cuesta, de qué variedad es, de qué zona y luego lo pruebo.
No sé si será real, pero yo le añadiría una cosa más. Tengo la impresión de que hay gente que compra los vinos por el nombre, porque, si no, cómo se explica que haya vinos que se llamen Colmillo de Lobo, El canto del Cuco, La senda del piojo, Los conejos malditos, Paño de Lágrimas, De muerte, Maldito parné o El abuelo de la pipa, entre otros. Si te llamas marqués de algo o conde de lo que sea, olvídate, no estás de moda.
La Feria también me ha servido para encontrarme con gente con la que no suelo coincidir. Me he encontrado con la eterna presidenta de AFAMMER, Carmen Quintanilla. Se pueden decir muchas cosas de Carmen, pero hay dos indiscutibles: es incombustible y tiene un estilazo que alucinas. También me he topado con Pedro Barato, que lleva más años en la presidencia de ASAJA que ningún papa en el Vaticano. Me ha contado una anécdota divertidísima que no podré nunca revelar y hemos hablado de otros tiempos. Yo tengo mucha memoria, él dice que también, pero está claro que la memoria es selectiva y no recordamos las mismas cosas. También me he cruzado con Blanca Fernández, exconsejera de Igualdad que volvió a Ciudad Real no sé si por carambola, por tetris o por despechos de despachos. Pero está estupenda, la veo mejor que en Toledo. Me han presentado al presidente de la Diputación de Ciudad Real y, si la primera impresión es lo que cuenta, parece buena persona.
Lo mejor de la Feria encontrarme con amigos y amigas periodistas. No los nombraré a todos porque son un montón, pero saben que les sigo queriendo desde el primer FENAVIN, allá por 2001, cuando mi amigo Javi Monreal y yo le pusimos a esta feria el sobrenombre de FENAVIN, la feria sin fin. Me llamo Ángeles y estos son mis demonios.