El pasado fin de semana cerró sus puertas en Cuenca una magnífica exposición sobre el hombre de la Sábana Santa. Durante 15 días, hemos podido disfrutar de una muestra cuyo hito central ha sido el Cristo Yacente de Juan Manuel Miñarro. Se trata de un profesor de la Universidad de Sevilla que creó la obra a partir de investigaciones forenses sobre el martirio del hombre de la Sábana Santa. No se puede afirmar que ese hombre fuera Jesucristo, pero la ciencia se queda a medio paso de poder afirmarlo. Para dar ese salto, grande o pequeño, hace falta la fe.
Lo crucial de esta exposición es el modo en que lo que llamamos sociedad civil se hace presente en la vida política de nuestros pueblos y ciudades. Estaba organizada por la Cofradía de las Angustias, una institución centenaria de la que forman parte, ojo, más de 2.000 conquenses. Sus responsables buscaron la manera de llevar a Cuenca una muestra de talla internacional, convocando a los mayores expertos sobre la Sábana Santa en un ciclo de conferencias que atrajo a cientos de personas.
Casi lo de menos es el tema (que Dios me perdone) y la asociación en concreto. Lo que me parece relevante en este caso es el peso que el tejido asociativo puede y debe tener en la vida pública. Buena parte de la clase política y una gran mayoría de ciudadanos sostienen, aunque sea de modo implícito, que lo crucial de una democracia representativa es el ciclo electoral. Pero aceptar esta hipótesis sitúa a la persona en un plano de dependencia moral y no agota en ningún caso la inherente capacidad del hombre para promover su presencia en la vida pública.
Enrique Peruzzotti explica que "lo que distingue a la democracia representativa de otras formas de democracia no son las elecciones per se, sino un marco institucional que hace posible un rico y activo campo de política mediada, que permite desarrollar formas de comunicación múltiples, constantes y fluidas entre representantes y representados". Dicho de otra manera: la familia, la empresa, la ONG, el sindicato, la asociación y la cofradía tienen una misión determinante en la vida para llevar a plenitud la democracia.
La Cofradía de las Angustias, por volver al ejemplo inicial, ha protagonizado con esta exposición un ejemplo fantástico de política mediada. Ha intervenido en el ciclo político, aportando su enfoque y, en este caso, su fe al discurrir de la vida pública de Cuenca. Se han rebelado frente a la cómoda actitud pasiva de esperar que algún representante de la política institucional -el Ayuntamiento, la Junta, la Diputación- hiciera aquello que deseaban. Lo han hecho ellos, contribuyendo de esta manera a que nuestra ciudad sea más libre.
Porque ejercer la democracia no es sentarse a esperar cuatro años mientras se queja uno, amargamente, de lo mal que nos gobiernan; ni poner un tuit incendiario; ni compartir memes por WhatsApp. Es hacer, cada uno en su entorno; es participar de la gran plaza pública poniendo en juego la vocación concreta.