Fui el sábado a Madrid para ver el derbi en el Bernabéu, un coloso, una obra formidable, una pirámide de Egipto. De hecho, a Florentino se le está poniendo cara de Faraón y eso ya quizá no le convenga tanto. Hierático como Sánchez, basa su poder en el temor, como el Príncipe de Maquiavelo, sin acordarse de que el italiano también aconsejó ser amado por el pueblo. Y lo que uno escuchó la tarde del sábado entre los aficionados del Madrid es que las entradas eran más caras y el club iba camino de la sociedad anónima deportiva. Creo que Pérez es uno de los mejores empresarios españoles y que harían falta varios como él para levantar España. Pero también veo que en los últimos tiempos tolera mal la crítica y despeña al Madrid por la ordinariez y la vulgaridad. Se mete con los árbitros y se enfada cuando no le dan la razón, como sucedió en el Balón de Oro. Parece una máquina de fabricar antimadridistas, como Sánchez votantes de Vox. Y cuando uno comienza a bordear la caricatura de sí mismo, mal ojo se le pone a la yegua.

El único que le paró los pies fue Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, que ha multiplicado el valor de sus acciones y la compañía desde que llegó hace veinte años apostando por lo verde. Le erigió un dique de contención cuando quiso asaltar su empresa y lo hizo con excelentes resultados. Iberdrola es hoy una de las principales empresas energéticas mundiales que lidera el proceso de descarbonización desde el minuto uno. Verde, que te quiero verde, le diría Galán a Florentino… Y le ganó la partida. El Madrid es una máquina de hacer dinero y construir épica. La Copa de Europa que ganó con las cuatro remontadas entra en la historia del fútbol por la puerta grande. Pero al madridismo le pierde, en ocasiones, su arrogancia. Han pitado a todos los grandes jugadores que luego fueron leyenda en su equipo. Es un caso insólito de afición. Las Ventas o el Siete, podría decir alguno. Tal vez entonces también sea eso lo que le haga grande. Uno, que es del Barça por Cruyff desde niño pero no es antinada, admira los valores de un equipo que se crece en la adversidad y no da un balón por perdido. Por eso, me extraña que a veces el madridismo se enrede en sí mismo y se pise los cordones. Ahora tiene una ocasión histórica de rematar al guardiolismo, aunque siempre quedará en la retina que sólo un marrullero como Mourinho pudo parar a uno de los mejores equipos que se dieron en el fútbol.

El Atleti acudió como convidado de piedra y si Simeone no fuera un italiano disfrazado de argentino, habría ganado el partido. Ser del Atleti es algo mucho más metafísico que escapa a cualquier coordenada espaciotemporal. Decía Sabina que pasaba por Concha Espina como pasa un forastero. Yo me sentí como Cristo con dos pistolas, pero siempre digo que mis grandes amigos son madridistas. Me alegro por ellos cuando gana su Madrid, la épica y la nobleza. Será un caso digno de estudio, ahora que nos han quitado la Reconquista de las escuelas, siendo la mayor empresa que este país acometió en los siglos. Pero si me dan a elegir en el universo blanco, lo tengo claro. Prefiero las mocitas madrileñas a la suntuosidad del faraón