Yo iba a hablarles del Congreso del PSOE en Castilla-La Mancha, pero como no pude ir, no puedo contarles de primera mano nada relevante. Así que he pensado: "Este viernes es san Francisco de Sales, que es el patrón de los periodistas". ¡Fíjense cómo está el mundo, que hasta los periodistas tenemos un santo! Santificados o no, los periodistas, según la RAE, somos las personas tituladas en periodismo o que ejercemos ese oficio. Y ahí, en el "o", está nuestro primer problema, el intrusismo laboral. Por definición, si ejerces este oficio eres periodista. Pues mire, no.
¿Se imaginan ustedes que un médico fuera una persona titulada o no en medicina? ¿Que cualquiera pudiera ejercer como médico? ¿Se imaginan que a un abogado no le hiciera falta titulación, solo ejercer el oficio? ¿O a un ingeniero o a un juez? Pues de ahí vienen buena parte de nuestros males, porque cualquiera, sin formación específica, trabaja, se siente y se reivindica como periodista: actrices, modelos, influencers y cachorros a servicio y a sueldo de partidos políticos.
Miren, además de lo que dice la RAE, el periodista tiene como labor buscar e informar sobre noticias de interés público. Hacerlo partiendo de fuentes fiables, hacerlo contrastando la información y hacerlo responsabilizándose de que si miente puede ser constitutivo de delito. Porque la base que guía el trabajo de un periodista es la búsqueda de la verdad.
Podrán comprobar que estamos rodeados de gente que dice ser periodista o trabaja como si lo fuera e incumple las reglas fundamentales de esta profesión. Lo que quizá se vea menos es que hay periodistas que por buscar la verdad, que por cumplir escrupulosamente con este oficio pierden el trabajo o no encuentran trabajo. Esta profesión se deshace desde el mismo instante en que perdemos lo que nos tiene que guiar: la curiosidad para buscar la noticia, la valentía para preguntar lo que haga falta y no dejarnos amedrentar, las fuentes que contrasten lo que queremos contar, la independencia para que sea la verdad y solamente la verdad la que guíe nuestras informaciones y la decencia, que nos permita no dejarnos comprar ni por dinero ni por poder.
Quiero felicitar a los y las periodistas que tienen esas bases y quiero decirles a los que no las tienen que no son periodistas, que cambien su nombre o cambien de oficio. Quiero decirles a los ciudadanos que los periodistas no somos santos, que nos equivocamos, que podemos enfocar una noticia de una forma adecuada o no, pero que somos necesarios. Que si somos periodistas siempre estaremos al lado de la verdad y eso es, en los tiempos que vivimos, mucho más importante de lo que parece. Me llamo Ángeles y estos son mis demonios.