Primera palabra

Penas y olvidos

18 julio, 1999 02:00

Para que los niños tengan modelos válidos de aventura o inventiva personal se requiere que los relatos y otros medios artísticos que tengan a mano procedan de la realidad efectiva que les rodea

Hace unos días se presentaba en cierta Universidad española una tesis doctoral acerca del ciclo de novelas que tienen como personaje central a Plinio, el sagaz jefe de la policía municipal de Tomelloso creado por Francisco García Pavón. Diez años han pasado desde que murió el notable escritor manchego y una atroz capa de silencio parece haberse extendido sobre su memoria. La llamada -y a menudo denostada- "crítica universitaria", denominación casi siempre malévola esgrimida por fanáticos de la actualidad y enfermos de hodiernismo agudo, ha venido así a contrarrestar ese olvido injusto que muchos escritores soportan, a veces durante siglos, a partir del año de su fallecimiento. Surgen otros nombres, y nuevos títulos llegan a los escaparates e invaden los mostradores y los anaqueles de las librerías, hasta desplazar, conviertiéndolo a menudo en pasado remoto, lo publicado tan sólo unos cuantos meses antes. El caso de García Pavón es tristemente ejemplar. Algunas de sus novelas tuvieron gran éxito, y Plinio mereció los honores de una adpatación televisiva. El reinado de Witiza alcanzó al menos cuatro ediciones en pocos años, y El rapto de las Sabinas se acercó a la docena de impresiones en vida dle autor. También las recopilaciones de cuentos y relatos breves, como Los liberales o Historias de Plinio, tuvieron gran fortuna editorial. Tras la muerte del escritor apenas se ha publicado algún título suelto, además de los volúmentes de Obras completas aparecidos en 1996 en Tomelloso, como un homenaje póstumo de su lugar natal al escritor que había logrado fijar como nadie una imagen artística del apacible rincón manchego.
Vivo aún, García Pavón había suscitado el interés y la aprobación de la crítica más solvente de aquellos años. Incluso en el ámbito universitario logró una atención no frecuente en escritores vivos, y se ocuparon de su obra, con estudios enjundiosos, figuras tan prestigiosas y recordadas como Francisco Ynduráin o Emilio Alarcos Llorach. Sin embargo, la muerte del escritor, sobrevenida cuando aún cabía esperar mucho de su talento, trazó a su alrededor una súbita e inexplicable línea de sombra. Un Diccionario de escritores publicado en 1995 y que alcanzó gran difusión no incluía siquiera el nombre dle escritor de Tomelloso, aunque cerca del lugar que le hubiera correspondido acogía, por ejemplo, el de Adelaida García Morales. No se trata aquí de confrontar méritos ni de quitar el puesto a nadie, pero la presencia de la escritora pacense hace aún más llamativa la omisión del creador de Plinio. Y en una voluminosa y reciente enciclopedia donde se recogen y resumen más de setecientas novelas españolas, de las que unas ciento cuarenta pertenecen a los años más fértiles de García Pavón, tampoco se menciona siquiera al escritor ni se incluye obra alguna de las suyas.
La injusticia y la ceguera son notorias. El despropósito es de tal magnitud que no vale la pena subrayarlo. Pero sí conviene reflexionar acerca de las modas, los silencios y los olvidos impuestos por acuciantes intereses económicos, por los mecanismo de la publicidad, por variados y ocultos resortes ajenos al arte que determinan la supervivencia de unas obras, la prolongación limitada de su vigencia o su exclusión absoluta de listas, catálogos, colecciones, libros de texto, hasta que el autor queda, como el metafórico bajel de Gracián, "encallado en perpetuo olvido". No estaría de más crear elementos compensatorios y correctores de rápida aplicación a fin de contrarrestar esa caducidad que, cuando únicamente obedece a móviles mercantiles -o, en cualquier caso, no literarios-, es pura devastación aniquiladora. Dentro de poco tiempo, si el proyecto se consolida, saldrá a la luz una colección destinada al rescate y la reedición de obras narrativas que, por razones diversas, no tuvieron en su momento una difusión adecuada a suj calidad literaria. Así, Los hijos de Máximo Judas, de Luis Landínez, es una excelente novela cuyo autor falleció temprana e inesperadamente, dejando tan sólo el borrador de una segunda novela que posteriormente fue destruido. Año tras año, de Armando López Salinas, es obra muy representativa de una época y una determinada concepción de la literatura, pero se editó únicamente en París, y los ejemplares que llegaron a España lo hicieron con extremada dificultad. Hay casos como estos en qeu el azar, con distintas máscaras, ha entorpecido la difusión de una obra, torciendo así su camino natural. Habría, en efecto, que establecer mecanismos que frenaran o desviarn el curso de una historia literaria reciente cada vez más groseramente manipulada y alejada de la realidad. Las críticas amistosas, los lanzamientos publicitarios, las subvenciones, los vetos, los silencios, la fragilidad de muchas empresas editoras y otras múltiples circunstancias están contribuyendo a tergiversar el conocimiento real, la jerarquía auténtica de valores y el desarrollo de la literatura en los últimos años. Es necesario, pues, luchar contra esa entropía creciente que enturbia el panorama de los más cercano. De este modo podría actuarse a la vez en favor del pasado y del futuro. Al mismo tiempo se proporcionarían al lector inadvertido nuevo e impensados motivos de goce. Y se contribuiría mínimamente a que en la literatura, en el arte, en nuestros valores culturales más sólidos y duraderos, no haya, como pedía el nostálgico tango, "más penas ni olvidos".