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Mínima molestia

Protagonistas

Por Ignacio Echevarría Ver todos los artículos de 'Mínima molestia'

4 octubre, 2013 02:00

Ignacio Echevarría

Retomo una reflexión hecha en otro lugar hace ya más de tres años, con motivo de la manifestación convocada en Barcelona en julio de 2010 para protestar contra los recortes impuestos por el Tribunal Supremo a la reforma del Estatuto catalán. Recordaba en aquella ocasión las palabras recogidas por V. S. Naipaul en uno de los formidables reportajes que hizo sobre Argentina a comienzos de los años setenta. Quien habla es un innombrado cineasta de aquel país, y dice: "Creo que después de Marx la gente es muy consciente de la Historia. La decadencia del colonialismo, la aparición del Tercer Mundo... La gente se ve a sí misma interpretando un papel en este proceso. Esto resulta tan peligroso como no tener ninguna visión de la Historia. Envanece mucho a las personas".

El diagnóstico es muy certero. La gente, en efecto, es cada vez más consciente de la Historia, y así ocurre en todo el mundo por virtud, sobre todo, de los medios de comunicación, que no tardan en amplificar las resonancias de cualquier acontecimiento presuntamente 'histórico'. Cosa tanto más frecuente en la medida en que el periodismo no cesa de abaratar el calificativo de marras, asignándolo a cualquier cosa, ya se trate de un concierto de rock, de un enfrentamiento deportivo o de la presentación de un nuevo producto de Apple.

Ocurre, por otro lado, que, cada vez más a menudo, la dimensión 'histórica' del acontecimiento viene prescrita por los medios de comunicación, que anticipan su alcance y sus repercusiones. De modo que, llegado el momento, nunca faltan quienes, toda vez que se da la oportunidad, acuden entusiastas adonde sea que el supuesto acontecimiento histórico vaya a tener lugar, por lo general provistos de una cámara que acreditará su presencia allí.

"Yo estuve allí". Para muchos, lo de menos son los motivos. Lo importante es eso mismo: haber estado allí, haber presenciado el acontecimiento, haberlo vivido en carne propia, como quien dice, convertido uno mismo en protagonista y a la vez reportero de la ración de Historia que -tan voluntariosamente, a veces- le ha correspondido vivir.

La cultura de masas potencia hasta el delirio este sentimiento de participación, que hace ya mucho que es explotado comercialmente. Así, por ejemplo, el número de espectadores que han visto una película o el número de ventas de una novela constituyen el argumento más contundente a la hora de promocionarlas. Ser partícipe de un fenómeno como, sin ir más lejos, el de Las sombras de Grey, haber colaborado a alcanzar la 'histórica' cifra de ejemplares vendidos que ostenta la faja que rodea la enésima reimpresión del libro, satisface remota pero eficazmente la vanidad tanto de quien lo ha comprado o leído como de quien se propone hacerlo.

Volviendo al plano de la Historia propiamente dicha, el asunto se complica cuando se trata de procesos de media o larga duración. El periodismo y la política electoralista, que trabajan siempre contra el tiempo, suelen reclamar cierta espectacularidad por parte de la Historia, cuyo reloj tienden a acelerar en interés propio. El fervor que despierta en el ciudadano el sentirse partícipe de la Historia necesita de hitos sonados mediante los cuales armar su coreografía. Necesita sentir su pulso. Y ahí es donde surge uno de los peligros que esta consciencia histórica genera: la impaciencia.

Como sea, no cabe obviar este factor -el de la consciencia de la Historia- a la hora de enjuiciar un fenómeno como el de la reclamación independentista que súbitamente ha prosperado en Cataluña. De poco sirve oponerle argumentos técnicos, ya sea de orden económico o jurídico, menos aún cultural. Quienes están imbuidos del sentimiento de la Historia, no suelen atender a la letra pequeña.

Por supuesto que son múltiples las circunstancias que concurren a la hora de potenciar el nacionalismo radical que se ha extendido de pronto. Pero no se debe minimizar la influencia decisiva que, sobre los propios actores que participaron en ellas, ha tenido la escenografía brindada por las multitudinarias manifestaciones que, desde julio de 2010, han catalizado el sentimiento de estar protagonizando una página de la Historia. Nada menos que aquella en la que se documenta -con estadísticas y fotografías, mira, en esa salgo yo- la secesión de su propio país.