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Poesía

Hoy

Juan Gelman

11 julio, 2014 02:00

Juan Gelman. Foto: Toni Garriga

Visor. Madrid, 2014. 320 páginas, 25 e

Pocos poetas mantienen una lucha tan intensa con el lenguaje, con el hacer decir a la lengua algo más de aquello para lo que está dispuesta - "La relación entre las cosas y la palabra que las nombra no rinde"-, como Juan Gelman (Buenos Aires, 1930-México 2014) y no creo exagerado afirmar que ése es el gran tema de su escritura poética. Un combate con el verbo que atisba la imposibilidad del empeño y habla así de una "palabra que nunca asomará por horror a sí misma", de "la lengua en la locura haciendo señas" y al mismo tiempo la exigencia de escribir, como si escuchase palabras de otras existencias - "Oigo poemas que no se escribirán"-. Se trata de que "Lo que hay que decir no está dicho".

En ese intento -"De la poesía al poema / ir / cómo"-, Gelman fuerza el léxico y el lector encuentra neologismos, como "despasión", "amoramor"; fuerza la sintaxis, "con frac, con muy desnuda"; desarticula palabras, "com / pasión", "ver / dad". Este forcejeo con la lengua hace que los poemas de Gelman ofrezcan una cierta resistencia a la lectura, las imágenes se suceden y la hilazón del discurso parece desvanecerse en algunos momentos, aunque nunca se desliza a una dicción que se asemejase a la típica del surrealismo. Desde luego, sí, discurso innovador, despegado de lo tradicional, y es que, en palabras del poeta, "las poses de la palabra bello no ocultan su vacío".

Junto a esa pasión de lenguaje, los poemas de Hoy, todos ellos en prosa, hablan una y otra vez de un sentimiento de pérdida, una pérdida general que se inicia con la de la infancia y con ella todas las experiencias de una vida, que, aunque ida para siempre, todavía alienta: "Lo que se fue se fue, pero deja su fue", o "la memoria sigue dando de comer". Y hay que recordar que entre esas experiencias las hay extremadamente trágicas. La persecución en Argentina por su actividad política, el exilio y, sobre, el secuestro y asesinato de sus dos hijos y su nuera, embarazada, por la dictadura militar con el refinamiento de la maldad de dejarle dar a luz antes de asesinarla y dar a la niña en adopción, cuya localización se convertiría en una exigencia vital para Gelman, empresa que convocó a una nutrida nómina de intelectuales, encuentro que sucedería años después. Todo ello gravita sobre el texto y palabras como "desaparición", "dolor", "verdugos", etc., se le presentan al lector saturadas de significación, remitiendo a lo biográfico al tiempo que se recubren de una dimensión simbólica, de un valor universal. Cuando el poeta se pregunta "¿Cuánto cabe en una palabra?" da la sensación de que, en estos poemas, todo el dolor del mundo está ahí contenido.

La posición política de Gelman no queda fuera de su poética y, sin caer en la identificación de compromiso con realismo, por sus textos discurre una permanente denuncia, una acusación al capitalismo como causante del mal, de las penalidades de tantos.

Hoy se publica como libro ya póstumo. El poeta deja una extensa obra, que ahora se cierran con los doscientos noventa y siete poemas de este libro. Está además su trabajo como periodista, además de otras publicaciones, que le fueron haciendo merecedor de numerosos reconocimientos. Al recibir el Premio Cervantes en 2007, Gelman dijo en su discurso con palabras de Hölderlin que éstos eran tiempos mezquinos. Contra eso se alza su voz creando un mundo verbal que derrota a los enemigos de lo humano.