Image: La otra palabra

Image: La otra palabra

Poesía

La otra palabra

Claudio Rodríguez

9 diciembre, 2004 01:00

Claudio Rodríguez, por Grau Santos

Ed. F. Yubero. Tusquets. Barcelona, 2004. 242 págs, 16 euros

Como su obra en verso, la obra en prosa de Claudio Rodríguez es extraordinariamente breve. Poco más de doscientas páginas para casi medio siglo de escritura no se puede decir que resulte una cosecha abundante.

Bien es cierto que el recopilador, Fernando Yubero, señala que la selección que ofrece "ha partido de una considerable cantidad de textos de muy diversa índole hasta desembocar en este ramillete de escritos relativos a teoría poética, estudios sobre poetas" y algunos artículos que tratan de otros temas. Pero como algunos de los trabajos seleccionados son muy circunstanciales no parece que los que han quedado fuera resulten de mayor interés. La obra en prosa de Claudio Rodríguez vale, fundamentalmente, por ser de Claudio Rodríguez. Tiene poco que ver con el ensayismo de otros poetas de su generación, como Valente o Gil de Biedma. Los textos más extensos son los dos más antiguos: un trabajo escolar del año 1953, dedicado al ritmo de Rimbaud, y su memoria de licenciatura, de 1957, titulada "El elemento mágico en las canciones infantiles de corro castellanas". Este último es quizá el capítulo más interesante del volumen. Buena parte de la poesía de Rodríguez está emparentada con la música y la magia de las canciones infantiles, con sus irracionales "fórmulas de conjuro".

"Poetas en español" se titula la segunda parte, constituida en su mayor parte por breves artículos, escritos con motivo de alguna ritual celebración. Fundamentalmente se habla en ellos de poetas del 27: Salinas, Guillén, Alberti, Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso. Especial interés tiene el trabajo más extenso del conjunto, "Poesía como participación: Miguel Hernández", que constituyó el discurso de ingreso del poeta en la rae, que intenta una caracterización de la poesía en general, terciando de paso en viejas polémicas generacionales sobre comunicación y conocimiento. No disuena demasiado, en esta parte segunda, la inclusión del prosista Gabriel Miró entre los poetas. Más breve es la sección dedicada a "poetas en otras lenguas". Son cuatro: Milton, Leopardi, Rimbaud y Valéry. Al que se sentía más afín Claudio Rodríguez era a Rimbaud: compartía con él la "armoniosa locura".
Dos reflexiones globales sobre su poesía integran "De poética". Con una cita de Lope -"en mi vida me he visto en tal aprieto"- inicia en 1983 el comentario de sus cuatro primeros libros. El texto siguiente, "Hacia la contemplación poética", concluye de bien significativa manera: "¿Para qué tanta teoría en píldoras, tantas preguntas sin respuesta válida? Ahora estará floreciendo los almendros en las suaves colinas rojizas cercanas a Toro. Allí, a media ladera, crece aquél, de hoja malva. Es el mío. él lo sabe. Ojalá no le cieguen las heladas tardías". En Claudio Rodríguez el poeta fue siempre muy por delante del teórico o del profesor.

"Apuntes y divagaciones" se titula la sección quinta, la más heterogénea del volumen. Habla en esos apuntes de los animales en la poesía -comienza en Fray Luis, termina en Ted Hughes-, del juego de pelota, de la ciudad de Salamanca, de la "I mayúscula". A ratos se nota el esfuerzo para cumplir con el encargo, como cuando se refiere a la letra que le corresponde en la rae: "Se trata del habla, del idioma que es sonido y significación. Las letras son meramente símbolos; que la vocal i velar se articule con duración más breve y cerrada, como es evidente, depende de los distintos contactos y de la respiración de la pronunciación humanas". A veces nos da la impresión de que a Claudio Rodríguez, como al albatros de Baudelaire, sus grandes alas de poeta le impiden caminar en la prosa de todos los días, en la lógica del razonamiento.

Termina el volumen con dos extensas entrevistas separadas por veinte años. Ambas resultan fundamentales para comprender su poética, pero muy especialmente la primera, de 1971, realizada por Federico Campbell. Pero el propio Claudio Rodríguez nos previene de la cautela con que debemos tomar cualquier poética: "Un poeta no tiene una poética definida. La poesía es un misterio y una aventura. Si uno parte a priori de una serie de dogmas, el poema falla siempre. El poema es como un camino inexplorado". La poesía de Claudio Rodríguez, a pesar de lo que este libro necesario y menor la ilumina, sigue siendo un misterio. Y una fascinante aventura.