Poesía

Cordura

Antonio Martínez Sarrión

27 junio, 1999 02:00

Tusquets Editores. Barcelona, 1999. 100 páginas, 1.500 pesetas

Libro menor,...con poemas circunstanciales, con prescindibles ejercicios de estilo, pero también libro mayor, un puñado de poemas que nos hablan del destino de un hombre..., con precisa y memorable palabra, con casi insoportable lucidez

Más de una vez he repetido que la mejor recomendación de un libro de poemas es el propio libro: basta hojearlo al azar en la mesa de novedades. Si no encontramos unas líneas "capaces de emoción", un puñado de versos que nos obligue a seguir leyendo, podemos dejarlo tranquilamente, seguros de que no vale la pena o no es lo que nos conviene leer en ese momento. Pero el método tiene sus inconvenientes. ¿Qué ocurriría si el lector curioso y sin enojosas obligaciones de estar al día abre el nuevo libro de Martínez Sarrión por las páginas 41, 69, 85, 89? Pues que lo abandonaría sin ninguna duda y se perdería así algunos de los poemas más sabios y emocionados, más hondos y contundentes de la poesía española contemporánea.
Estamos acostumbrados a pensar en blanco y negro. Y la realidad parece algo más compleja. De la exitosa apuesta novísima -pocos lanzamientos literarios han tenido mayor fortuna- es, sin duda, uno de los dos o tres nombres que quedarán. Pero eso no evita que incurra a veces, con su gusto por las impostadas fealdades casticistas, en el impostado pampleto -caso de Cantil, su libro anterior- o en las sorprendentes naderías de Cordura (y cito completo, como ejemplo, el poema de la página 41: "Rapé. Estornudo./ Y un moco descarado y coloidal/ que baja, sube").
Pero este libro, que tanto se presta a la caricatura, puede soportar ese poema y muchos otros por el estilo. Es un libro de madurez, de recuento final, de dolorosa aceptación de la vida. La tradición elegiaca -tan presente en la poesía española- alcanza aquí una de sus cimas. "Ensayo de una despedida", así tituló Francisco Brines su poesía completa, son muchos de estos textos: "Au point", "Monedas para un peaje", "Mutis por el foro", "Fondos de río", "Eslabones idénticos"... Hay en estos poemas la concisión epigramática de la antología palatina, el redoble funeral de los barrocos y, muy a menudo, una imaginería cotidiana y feísta que evita que el autor incurra en la falacia patética o en vaguedades trascendentales.
"Alguna vez me angustia una certeza" escribió Jorge Guillén en un soneto memorable; esa certeza -la de la muerte- es la que asoma tras los mejores textos de este libro (sin desdeñar la casi vergonzante ternura de los pocos poemas de amor: "Semper eadem", "A ti, casi innombrable"). Pero hay también otros asuntos. El de la propia poesía resulta quizá el más frecuente. "Sobre el hacer y perduración de los poetas" se titula, bien significativamente, uno de los textos: lo que el poeta hace no es más que lo que dice "y el resto de su vida/se disuelve en el río de lo humano"; en el poema "Dos tipos, entre otros, de elocución poética" contrapone Sarrión su propia poesía a la de los poetas lujosos, "Góngora, Federico, Pablo García Baena" (su poética la expresa la cita previa de Lu-Chi: "Para deleitar la vista, bien están los ricos ornamentos/ pero debe forjarse exactitud/ que atraiga al corazón como verídica").
Con la brevedad de la mayoría de los poemas contrastan unos pocos que alcanzan un mayor desarrollo anecdótico. Es el caso de "Viejo estudio de fotógrafo", evocación memorialística que parece la puesta en verso de algún pasaje de Infancia y corrupciones. Una fotografía constituye también el pretexto para el poema dedicado a Paul Cézanne, que muestra quizá demasiado a las claras su carácter de ejercicio literario, aunque no tanto como el poema "Henry James tiene frase" ("Henry James oye voces" se titulaba en la primera versión) que no es más que el desarrollo de una anécdota que cuenta Javier Marías -el poema le está dedicado- en Vidas escritas. No es en los poemas culturalistas -vieja querencia novísima- en los que Martínez Sarrión alcanza, a mi entender, los mayores logros de este libro. Tampoco en aquellos otros en los que manifiesta su rechazo de la consumista sociedad neoliberal contemporánea, una de las bestias de este ex combatiente del 68: el teléfono móvil y la televisión codificada provocan su ira en "Regalos", mientras que los "brokers", que no respetan ni siquiera los rincones modernistas del Parque del Retiro, lo hacen en "Jardines de Don Cecilio Rodríguez". Menos banal es el poema que cierra el libro, "Arqueo navideño 1998", que habla de muertos iraquíes por bombas "inteligentes" occidentales, pero que lo mismo podría hablar de los recientes muertos serbios, "cuyo hueco aullará contra nosotros/hasta el fin de los tiempos/exigiendo venganza".
Libro mayor y menor esta Cordura de verleniano título, que también podría llevar otro de José María Valverde: Enseñanzas de la edad (y la cita inicial de Conrad ironiza sobre lo poco que se puede esperar de la vida en materia de enseñanza). Libro menor, con humoradas postistas, con poemas circunstanciales, con prescindibles ejercicios de estilo, pero también -y eso es lo que importa- libro mayor, un puñado de poemas que nos hablan del destino del hombre, del destino de un hombre, con precisa y memorable palabra, con casi insoportable lucidez: "Está la suerte echada:/ como en retrovisor de un automóvil/tu realidad se esfuma en la distancia..."