La escritora sueca Camilla Läckberg, una de las mayores superventas de los últimos años, ha presentado este lunes en Madrid su nueva novela, El mentalista, que ha escrito a cuatro manos, precisamente, con un mentalista: su compatriota y amigo de juventud Henrik Fexeus, uno de los nombres más conocidos dentro de esa peculiar profesión, y a la vez experto en lenguaje y comunicación personal.

Esta nueva novela policiaca de Läckberg, que ha vendido más de —atención— 30 millones de ejemplares de sus obras anteriores en más de 60 países, ha sido editada por Planeta con una tirada inicial de 100.000 ejemplares para España y Latinoamérica, y es la primera parte de una trilogía. De hecho, la segunda parte verá la luz en Suecia dentro de un mes y ya están escribiendo la tercera.

El tándem que forman Läckberg y Fexeus tiene su reflejo en el que forman los protagonistas de la novela: la agente de policía Mina Dabiri y el conocido mentalista Vincent Walder. La trama comienza con el hallazgo, en un parque de atracciones de las afueras de Estocolmo, del cuerpo de una joven asesinada de forma macabra, dentro de una caja atravesada por múltiples espadas. Como si el clásico número de magia hubiese salido rematadamente mal, pero a propósito y con saña.

Después de agotar todas las pistas, la policía acude al mentalista para que los ayude a detectar los indicios que podrían conectar el asesinato con el mundo del ilusionismo. La aparición de un nuevo cuerpo les hace comprender que se enfrentan a un asesino en serie, e inician una carrera contrarreloj para descifrar los códigos numéricos y las trampas visuales de la brillante y perversa mente del criminal.

Con varios trucos de adivinación de cartas y números, otro mentalista e ilusionista, Pablo Costas, ha sido el telonero de Läckberg y Fexeus en una rueda de prensa en Madrid en la que los autores han presentado su novela. Una vez en escena, los escritores han explicado los mecanismos de su tándem narrativo. “Nuestra prioridad fue crear una voz narrativa conjunta. El cumplido más grande de nuestra editora sueca fue decirnos que no supo adivinar quién de los dos había escrito cada parte del libro”, explicó Läckberg. 

“Nos daba miedo escribir una novela juntos porque odiamos trabajar con otros. Por eso lo empezamos a hacer en secreto. Durante los primeros meses no se lo dijimos ni a nuestras familias”, añade la autora.

Para Fexeus, esta novela es una ocasión para reflexionar acerca del papel tradicional de la mujer en el mundo de la magia, donde casi siempre ha ejercido como ayudante y sujeto pasivo de los trucos, especialmente en el que se finge cortarla por la mitad o atravesarla con espadas. “Por una parte, la razón de ello es que las mujeres son más delgadas y flexibles, pero también hay un valor simbólico en ese hombre mago que hace las veces de dios, capaz de crear y destruir la vida, en especial de la mujer, para luego recomponerla. Debajo de eso hay un simbolismo misógino”, opina Fexeus.

Läckberg reconoce que siempre se ha sentido “fascinada por los aspectos más oscuros de la mente humana”. “Todos somos capaces de asesinar, lo que varía en cada persona es qué hace falta para que lo hagamos realmente. Yo sería capaz si alguien amenazara con matar a mis hijos, pero no podría hacerlo por dinero o venganza”. En cambio a Fexeus lo que le fascina son “los aspectos positivos de la mente: cómo generamos esperanza o cómo perseguimos nuestros sueños”.

"Seguramente Putin no se verá como una mala persona, sino como el héroe encargado de devolverle la gloria al antiguo imperio ruso". Camilla Läckberg

En cuanto a la naturaleza del mal, la autora considera que este está ligado a “la necesidad de tener el poder”, y el mentalista precisa: “Tanto el bien como el mal son subjetivos, nunca pensamos en nosotros mismos como seres malvados”. Läckberg recoge el guante de su compañero y menciona a la persona en la que todos estamos pensando. “Seguramente Putin no se verá como una mala persona, sino como el héroe encargado de devolverle la gloria al antiguo imperio ruso”. 

Una vez que la guerra de Ucrania irrumpe en la conversación, la autora de novelas como La princesa de hielo y Alas de plata aprovecha para subrayar “la importancia de las palabras” en “el acceso limitado a la información” del pueblo ruso, con medios de comunicación que tienen prohibido usar las palabras “guerra” e “invasión”. El resultado es que “una parte de la población rusa cree que el ejército ruso lo que está haciendo es salvar a Ucrania del nazismo. Se perciben como héroes”.

Los límites de la violencia en la ficción

Para Läckberg y Fexeus, lo más divertido del proceso de escritura es la creación de los personajes, especialmente los que tienen una parte oscura. “Lo más importante al construir un personaje malvado es que el lector entienda por qué es así, si no sería un villano de dibujo animado”. En este sentido, “los personajes más fascinantes son aquellos en los que nos podemos ver reflejados y entendemos cómo han llegado a ese punto, aunque cometan acciones que nosotros jamás haríamos”.

Con respecto a si debe o no debe haber límites a la violencia descrita en una novela, los dos comparten la misma opinión: “Creo que no debería haber límites en la literatura. Es un debate muy actual en Suecia”, afirma Läckberg. “Una amiga mía fue violada por un personaje muy conocido y lo escribió en un libro en el que no mencionaba su nombre pero resultaba evidente de quién se trataba, y fue demandada por el Estado. Hace una semana fue libreada de los cargos, pero ha generado un intenso debate sobre la libertad de expresión, que es la herramienta democrática más importante con la que contamos y debemos protegerla a toda costa. Si censuramos la literatura, ¿cuál será el siguiente paso?”.

Para exponer lo complicado del debate sobre la violencia explícita en las novelas, Fexeus pone un ejemplo concreto de El mentalista: “En una primera versión del texto, empezábamos directamente el primer capítulo narrando un asesinato con muchísimo detalle y nadie se quejó. Pero en la versión definitiva, antepusimos otro capítulo en el que dábamos detalles que te hacían empatizar con la víctima, y hubo gente a la que no le pareció bien que luego describiéramos su muerte de una manera tan cruda”. Y lanza una pregunta al aire: “Entonces, ¿qué deberíamos censurar, los detalles del asesinato o los detalles previos que te hacen empatizar con el personaje asesinado?”.