Image: El mar

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Novela

El mar

John Banville

5 octubre, 2006 02:00

John Banville. Foto: Toni Garriga

Traducción de Damián Alou. Editorial Anagrama, 2006. 219 páginas, 15 euros

El Man Booker bien pudiera ser el premio literario de las letras en inglés si no estuviera restringido a autores de la Commonwealth e Irlanda, quedando excluidos, por ejemplo, los autores estadounidenses. En la última edición del 2005 el galardón le ha correspondido a John Banville, finalista en 1989 con El libro de las pruebas.

La literatura de Banville se caracteriza por una cuidada, cuidadísima, prosa: "Qué pequeño recipiente de tristeza somos, navegando en este apagado silencio a través de la oscuridad del otoño." (p. 65). Resulta paradójico que sus detractores conviertan en perversidad la virtud, esgrimiendo que le interesa más la forma que el contenido. Otros, sin embargo, no dudan en comparar la narrativa de Banville con la de Nabokov... sin olvidarse, por supuesto, de salvar las distancias.

En El mar se nos narra la historia de Max Morden; o, mejor dicho, Max Morden nos relata la historia de un lejano verano en la costa, cuando tenía once años y comenzó a descubrir cómo era la vida de los adultos. Ahora, cincuenta años después, vuelve al mismo lugar, la veraniega casa de los Cedros, buscando sosiego tras la muerte de su esposa devorada por el cáncer. En la narración se alternan los pasajes de la infancia y aquellos de la madurez. Recuerda de la primera, "la época de los dioses", la impresión que le causó la familia Grace. Escudriñó bajo la falda de Connie, la madre, el sentido de la pasión carnal, aunque su verdadera e inocente iniciación sería con Chloe, la hija, también de once años. Otros personajes del inolvidable verano fueron el señor Carlo, padre de la familia, Myles, el hermano gemelo de Chloe, y la asistenta Rose, enamorada del Sr. Carlo y que llegará a adquirir rango de protagonista en el desenlace.

La convivencia con la enfermedad de su esposa Anna es de distinta índole, a fin de cuentas "la felicidad era diferente en la infancia" (p. 124). Lo cierto es que su matrimonio le reportó una hija que quiere hacerse cargo de él. Durante buena parte de la novela parece que ambas historias no tienen relación alguna entre sí pero finalmente, como si de un relato detectivesco se tratara, se establece una interesante conexión -que no desvelaré- no exenta de ciertos tintes trágicos; es entonces cuando comprendemos el nexo entre la una y la otra. Si el pasaje de la infancia pudiera considerarse como bildungsroman en tanto en cuanto el infantil Max perderá su inocencia, el correspondiente a la muerte de su esposa supondrá el enfrentamiento con el destino. Entendemos en la conclusión que la muerte ha estado presente a lo largo y ancho de la historia no sólo en lo relativo a su esposa, sino en la rememoración -tal vez reinterpretación- de sus recuerdos.

La novela está cargada de interesantes detalles, tal vez no suficientemente bien desarrollados o tal vez intencionadamente esbozados como sugerencias. Max sueña que escribe su testamento en una máquina a la que le falta la letra "I" -"yo" en inglés-; Myles, el hermano, no habla sin que sepamos muy bien si se debe a un defecto físico o una opción personal; el coronel que también habita en los Cedros pudiera ser un impostor... En resumen, una novela que logra provocar cierta inquietud.