Novela

Travesuras de la niña mala

Mario Vargas Llosa

18 mayo, 2006 02:00

Mario Vargas Llosa

Alfaguara. Madrid, 2006. 376 páginas, 19’50 euros

Junto a las grandes preocupaciones sociales, ideológicas y artísticas que Mario Vargas Llosa afronta en sus libros de ficción, el amor ocupa un lugar destacado, y ya antes ha tendido en ocasiones a robar el corazón de alguna de sus novelas.

Esto ocurre, en grado máximo, en Travesuras de la niña mala, donde la pasión trastornadora hasta los límites de la enajenación se convierte en objeto de un envolvente discurso.

"Niña mala" es el apelativo cariñoso que Ricardo da a Lily, la chica misteriosa y atractiva a quien conoció en el barrio limeño de su infancia. A partir de entonces se convirtió en obsesiva y fatal presencia a lo largo de toda la vida del "niño bueno", como ella le llama con una punta de ironía y otra de sarcasmo. De extracción social muy humilde, Lily se ha propuesto conquistar seguridad y dinero utilizando con sangre fría su condición de mujer. Pero sus matrimonios interesados fracasan una y otra vez, llevándole en cada nuevo empeño un paso más allá en la degradación. En cada caso, los azares de la vida le ponen cerca a su enamorado Ricardo, y este hombre sencillo, de modesta economía, intérprete que reside en París, la ampara con una obcecación irracional. Así, en este ir y venir, pasan alrededor de tres décadas, y llega un final de muerte y desolación.

Se sirve Vargas Llosa de esta peripecia terrible para acometer un acercamiento, que no una explicación, a tan enigmático sentimiento. Para ello dispone una historia transgresora, retorcida y a propósito reiterativa que hunde sus raíces en el irracionalismo romántico y utiliza las pulsiones desveladas por el psicoanálisis. Esa relación atormentada y tormentosa tiene rasgos de sadismo y de masoquismo, impulsos de misticismo, entrega carnal sin tabúes y con tal mezcla se proporciona al amor-pasión el alcance de un absoluto vital inexplicable.

Esta densa exploración la aborda Vargas Llosa en un relato de diseño tradicional, sin ninguno de esos vanguardismos formales que domina con maestría; en una narración psicologista y ambiental. A estas alturas de su obra, el escritor peruano se da el gusto de escribir una novela un tanto decimonónica. Se trata de una novela de argumento, referido por Ricardo en una evocación en primera persona. En ella pasan cosas en orden lineal, encarnadas en unos caracteres sólidos. Es, en primera instancia, una novela de personajes, centrada en los dos señalados, pero abierta a otros complementarios. Y ahí está uno de los secretos de la obra, en corporeizar el tema de la pasión en unos seres humanos vivísimos, que en un principio parecen representar un arquetipo y poco a poco van ganando una hondura verdadera, a base de sumar matices que producen verosimilitud a su complejidad.

Por esta concentración prioritaria y a trechos casi excluyente en las características y efectos de la pasión, se diría que el libro está en los límites de la literatura pura, y en buena medida lo es, pero también algo más: una novela ambiental. Con una inteligencia narrativa muy por encima de una simple destreza, con ese arte de saber narrar que distingue al autor desde sus mismos inicios, con esa habilidad característica suya para emplazar una anécdota en un gran fresco, pinta también Vargas Llosa el mural de una época. Por supuesto que está en él su pasión peruana, apoyada en notas precisas de la evolución histórica del país andino a lo largo de casi el último medio siglo. Esta parcela se hace la menos valiosa literariamente al entrar en ella de un modo demasiado explícito el juicio político. Otras partes de esta vertiente cronística resultan por el contrario de una eficacia narrativa enorme, como marco si no imprescindible sí conveniente para esa historia de amor. Vargas Llosa es, ya se sabe, un perspicaz analista cultural y esa virtud la vuelca en la novela. La revolución cubana o el 68 parisino forman parte de ese escenario que tiene mucha más fuerza que un telón de fondo costumbrista. Y una de esas reconstrucciones, la del ideario hippie que derramó desde Londres una forma de vida hedonista, psicodélica y despolitizada, vale por una insuperable recreación de las incertidumbres de ese pasado cercano.

Todo esto, una tremenda historia pasional y un panorama problemático de nuestro tiempo, fluye con la prodigiosa capacidad del autor para contar de una forma amena. Además de este entretenimiento noble, también deja el libro una huella inquietante: la duda de si, como dice algún personaje, la vida común no está marcada en exceso por un convencionalismo rutinario y falto de interés, y si no mercería la pena jugársela aunque se pague el precio de dolor y destrucción de la "niña mala".


Círculo de Lectores lanza también estos días el tomo VI de las Obras Completas de Vargas Llosa, dedicado al ensayo. Su editor, Joaquín Marco, estudia con pasión, inteligencia y rigor los escritos del intelectual sobre su tiempo. Además, se recupera uno de los textos míticos del peruano, Gabriel García Márquez: historia de un deicidio, inencontrable desde hace tiempo.