Image: Brendel. Sobre la música

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Ensayo

Brendel. Sobre la música

Alfred Brendel

23 diciembre, 2016 01:00

Alfred Brendel

Traducción de Juan Luis Milán. Acantilado. Barcelona, 2016. 544 páginas. 29€

Ya es admirable e infrecuente que un gran intérprete como Alfred Brendel (Vízmberk, Checoslovaquia, 1931) consiga expresarse con la palabra con la misma brillantez y claridad que con el piano. Pero lo asombroso y lo que hace apasionante esta recopilación de sus escritos y conversaciones es que sea capaz de combinar el pensamiento mágico del artista con la lógica del científico.

En las quinientas páginas de Sobre la música no encontrará el lector brumas ni misterios, sino luz y mucha razón, sin que por ello se desdibuje en ningún momento la poesía musical, que es el tema de casi todos los capítulos. Por cierto que a él no le gusta nada hablar de poesía cuando se trata de música y, concretamente, de piano. Le fastidia que la gente diga "poeta de los sonidos" únicamente cuando se refiere a un pianista y nunca si el intérprete es un violinista o un flautista. Infiere de ahí que la gente ve el piano como un instrumento prosaico necesitado de poetización.

El índice del libro lo vertebran los compositores favoritos de Brendel: Mozart, Beethoven, Schubert, Liszt y Busoni. Desde esta ruta principal, se hacen excursiones laterales para visitar sus temas favoritos: el papel del intérprete, la fidelidad a la obra y al compositor, el historicismo, la relación entre forma y carácter y otros tres o cuatro asuntos jugosos. Brendel es un reivindicador, un defensor de causas perdidas, muchas de las cuales han acabado siendo ganadas, en alguna medida gracias a él. De Beethoven no encuentra nada que reivindicar, porque el mundo entero admira su música, prácticamente toda.

Aquí Brendel se limita a analizar y lo hace brillantemente. Se centra en las últimas sonatas para piano, que presenta como el producto de un choque creativo de contrarios: complejidad frente a simplicidad. Y, por encima, la gran antinomia: Beethoven alcanza lo universal a base de profundizar en lo personal.

Para la interpretación de la música de Mozart, Brendel no dice lo que hay que hacer, sino lo que no. Más que nada señala yuyus: "Mozart no es ni de porcelana, ni de mármol ni de azúcar". Hay que evitar "el Mozart precioso, el perfumado, el embelesado, el Mozart de no-me-toques, el inflado y el sensiblero". Y reivindica las sonatas para piano. Le parece una bobada considerarlas inferiores a los conciertos con orquesta.

El Schubert de Brendel es tormentoso. Lo compara al Goya de las pinturas negras. Y, una vez más, reivindica sus sonatas para piano. Para Brendel, el piano de Schubert es un progresivo y, sugiere a los pianistas el siguiente ejercicio: siéntense en un piano de la época y toquen la Fantasía Wanderer de Schubert y la Sonata Hammerklavier de Beethoven; verán como es Schubert el que apunta hacia la sonoridad del gran piano de cola que habría de venir después. Dice también que, de las dos novenas sinfonías, la de Beethoven y la de Schubert, es esta última la que está anunciando la sonoridad de la orquesta moderna.

Pero el gran reivindicado en este libro es Liszt. Empieza el capítulo diciendo: "Ya sé que me comprometo si intercedo por Liszt". Está escrito en 1961, pero los argumentos siguen vivos medio siglo después. Para Brendel, toda nuestra imagen de Liszt como compositor alocado, rapsódico y, sobre todo, virtuosístico es fruto de un gran malentendido. "Liszt -dice- se oponía radicalmente al virtuosismo de salón de su época. Lo suyo era, ante todo, un fenómeno expresivo", y aporta el testimonio de Alexander Borodin, que le vio tocar: "... me sorprendió la gran sencillez, sobriedad y austeridad de su interpretación". Para explicar la forma desorganizada y quebradiza de las obras de Liszt, Brendel produce este pensamiento bien profundo: "Cuando la utopía, el intento de abarcar el infinito, se convierte en el objetivo principal, la forma ha de permanecer abierta". Es decir, fragmentaria.

El libro es un zurrón de frases certeras y pensamientos exactos del propio Alfred Brendel o de otros. ¡Cuánto se agradece la claridad, sobre todo en este oficio neblinoso que es la musicografía! Claridad también en la traducción: se nota en los entrecomillados de este artículo lo fluidas que suenan en castellano las frases de Brendel traducidas del alemán por Juan Luis Milán. A alguno pueden echarle atrás los ejemplos musicales con pentagramas y los capítulos con lenguaje técnico. Error. Pueden saltarse tranquilamente sin mucha merma.

@GuibertAlvaro