Fabio Morábito

Sexto Piso. Barcelona, 2014. 184 páginas, 16 euros

El poeta y narrador Fabio Morábito (Alejandría, 1955) tiene el italiano como lengua materna y sin embargo escribe su obra en castellano y desde México. En esa rareza, que amplifica la ya de por sí rara condición de lector y escritor, reside la clave principal de su último libro, El idioma materno, un conjunto de ochenta y cuatro textos breves y convenientemente híbridos, a caballo entre el ensayo y lo narrativo. La obra no es un mero almacén de fragmentos, puesto que está atravesada por ideas y referencias constantes sin renunciar a alguna divagación; coherente en el tema y firme en su estilo, Morábito es ingenioso siempre pero el verdadero triunfo del libro estriba en la impresión de verdad que ese ingenio logra obtener de vez en cuando.



Cuando el lector llega a la última frase del volumen (por cierto, bellísima: "se abdica del idioma materno porque se abdica del llanto y se abdica del llanto porque sólo dejando de llorar se puede escribir"), el fenómeno de la escritura aparece como algo espacial y tangible, tan cotidiano como desabrochar una blusa, e igualmente misterioso. En este sentido, citar a Kafka o Dostoievski no es más relevante que relatar los apuros del autor al hacer el equipaje para un vuelo. Y aunque la condición tránsfuga de Morábito respecto de su propio idioma materno no parece responder a circunstancias trágicas, lo cierto es que su prosa oscila muy elegantemente entre el espíritu lúdico y un desencanto benévolo, pero no inocente.



Es una lástima que Morábito nos prevenga contra la práctica del subrayado, porque su libro es particularmente tentador en este sentido. Las ideas del autor cuajan en sentencias o escenas afortunadas que están pidiendo ser resaltadas, aisladas del conjunto. El idioma materno gustará a quienes se interesen por las siguientes cuestiones: la escritura como ensimismamiento o incomodidad, el estilo como única exigencia realmente inesquivable, la convivencia de lenguas en uno mismo, lo ficticio y lo real, la lectura como reescritura, las bibliotecas como entes aproximadamente vivos, la idea de fracaso (en la misma escritura, no en la industria cultural o en el canon oficial; en este libro esos asuntos no comparecen). Morábito es un escritor francamente dotado de gracia, en un doble sentido: puede arrancarte la carcajada y el idioma puede arrancarle a él una iluminación.



La lectura del tirón tal vez no le haga justicia a El idioma materno, al convertir la experiencia en algo menos alado de lo que debería. Cuenta Morábito una anécdota muy ocurrente: cuando publicó su primera novela con 55 años, su madre exclamó: "¡un libro, al fin!". Al parecer, los poemarios y cuentos publicados antes no le parecían propiamente "libros". Y el autor, al pensarlo, concluye que su madre tiene razón (claro), puesto que "el destino de cada poema y cada cuento es valerse por sí solo". Pero si pienso en El idioma materno, ambas cosas me parecen simultáneamente ciertas: que el conjunto no es arbitrario ni coyuntural, y que cada pieza por separado vuela con un estilo particularmente jovial que no gana ni pierde mucho al hacerlo en bandada.