Image: Partirás al amanecer

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Ensayo

Partirás al amanecer

Wole Soyinka. Traducción: Marcelo Cohen.

3 septiembre, 2010 02:00

Wole Soyinka. Foto: Eloy Alonso

RBA. Barcelona, 2010. 728 páginas. 30 euros


Me temo que el lector español no está (salvo excepciones contadas) demasiado familiarizado con la literatura del África negra, ni aunque esté escrita en inglés como en el caso que nos ocupa de Wole Soyinka (Nigeria, 1934), que fue el primer africano en recibir el Premio Nobel de Literatura, allá por 1986. Por cierto que conociendo la frenética actividad (o activismo) políticos de Soyinka -que estas memorias detallan- uno no puede dejar de pensar, que junto al estricto valor literario, en el Nobel parece contar siempre algo la política también y aún más la geopolítica.

Ignoro en este momento si están ya traducidos al español o no los dos primeros tomos de memorias de Soyinka,que hablan de su niñez y adolescencia de chico yoruba en su pueblo natal, Abekouta, y que supongo más ligeras y más curiosas (incluso por exotismo) para el lector español que este prolijo tercer tomo que retrata -con saltos adelante y atrás, siempre buenos para el ritmo narrativo- las peripecias literarias, pero sobre todo políticas de Wole desde que Nigeria se independiza y deja de ser colonia británica el 1 de octubre de 1960.

El joven Soyinka ha estudiado en el Reino Unido, es profesor y escritor (teatro, poesía, ensayo) pero va a ver libre por fin su país, sin suponer que tras los primeros festejos liberatorios -todavía controlados bajo cuerda por los británicos- va a enfrentarse, como un hombre cada vez más prominente en su mundo, a una casi interminable serie de dictaduras (algunas verdaderamente espantosas, como la de Sani Abacha) y a múltiples golpes militares, además de a la terrible guerra secesionista de lo que se llamó Biafra -¿recuerdan las calamidades y hambrunas?- además de a una casi contínua reestrcturación de los estados que componen el país, muy enfrentados los del norte (básicamente musulmanes) con los del sur, donde está Lagos, la capital ruidosa y populosa, que Soyinka detesta. Porque Soyinka -importante hombre de letras- conoció a casi todos los políticos o generales que había que conocer, para bien o para mal. A veces se le llama para requerir su opinión y otras experimenta (al principio sobre todo) la cárcel y el exilio. Quizá por eso -y porque estaba contra el apartheid en Sudáfrica- Wole Soyinka ve en Nelson Mandela la imagen de lo que sueña ser, la imagen del perfecto líder africano…

Como todo cuanto digo se nos cuenta en este libro -siempre bien escrito y en una prosa muy fluida- con extraodinario pormenor y lujo de detalles, los lectores que quieran conocer los avatares de Nigeria desde 1960 hasta hoy casi (el texto original inglés es de 2006) se sentirán más que satisfechos. Pero quienes -como aventuré al inicio- sepan poco del África negra y sus convulsiones creerán que más de setecientas páginas es demasiado libro. No es que falten curiosas peripecias, como la del Nobel o la búsqueda de una escultura yoruba extraviada en el Museo Británico, pero lo personal juega en este tomo de memorias un papel secundario respecto al desenvolvimiento muy duro (pero digno de ser salvado) de esa rica realidad llamada Nigeria. El lector sacará una idea que no suele resaltarse demasiado pese a su evidencia: si juzgamos por sus resultados posteriores, pocas colonizaciones tan desastrosas en el mundo como la que los británicos ejercieron en el África negra, pues Nigeria es sólo un caso. Descolocaron países y etnias, no enseñaron su acreditada democracia, y el final es, normalmente, casi medio siglo de pesadilla política.

Curiosamente Wole Soyinka no echa la culpa de tanto daño a los colonizadores, aunque tampoco los elogie ni un momento, pero el resultado de su memoria es el de un país en casi constante estado de matanzas y peligro. Muy interesante para quienes se interesen (y deberían ser más) por la geopolítica del África negra y de Nigeria en particular. Pero no me puedo quitar de la cabeza (el tomo se me ha hecho prolijo) que las memorias de infancia y juventud -para empezar- hubieran sido una mejor apuesta literaria. Aunque acaso estén ya traducidas, y sea el fallo cosa mía.