Image: Un encuentro

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Ensayo

Un encuentro

Milan Kundera

3 julio, 2009 02:00

Milan Kundera. Foto: Archivo

Traduc. Beatriz de Moura. Tusquets. Barcelona, 2009. 213 páginas, 15 euros

No es inusual que el apogeo creativo de un escritor coincida con una cierta repetición de sus formas y de los recursos de su estilo. Después del aldabonazo que en los ochenta significó La insoportable levedad del ser, Milan Kundera (Brno, Checoslovaquia, 1929) ensartó un ciclo de novelas breves y a la vez sustantivas, virtud que ya se prometía en sus propios títulos: desde La despedida a La ignorancia. No nos sorprende, pues, que la fórmula de El telón se reitere ahora con Un encuentro. Si aquel libro era presentado como un "ensayo en siete partes", el presente lo es en nueve, si admitimos con razonable liberalidad que también puede ser llamado ensayo una suma de textos misceláneos aunque enlazados por determinadas líneas de fuerza, que en este caso son características del autor: la novela, la música, la pintura, el tiempo, el exilio, Europa, el ocaso de su civilización...

Mientras el significado de El telón como título tardaba allí en desvelarse, Kundera cede ahora ante el compromiso de no complicar a los lectores, y mediante una frase trunca y prologal alude a "un encuentro con mis reflexiones y mis recuerdos; mis viejos temas (existenciales y estéticos) y mis viejas querencias". Entre estas están escritores, pintores, músicos e, incluso, algún cineasta como Federico Fellini, pese a que el novelista de Brno, en una de sus páginas, con motivo de su centenario se distancie del séptimo arte precisamente por haber renunciado a serlo para convertirse en "agente de embrutecimiento". Esa fusión creativa entre cultura y vida, resuelta además en una prosa tersa e intensa, vendría a ser algo así como el alcaloide que actúa tanto en la última producción novelística como en los ensayos de Kundera, en forma de una técnica mixta por la que el relato está empedrado de concisas reflexiones.

Kundera es, por otra parte, un decidido defensor de la potencialidad epistemológica de la novela, de su capacidad para descubrirnos, levantando o rasgando el telón, el sentido de lo oculto o lo complejo con sus propios medios narrativos, al margen de los recursos de la filosofía o las ciencias. "Novelas, sondas existenciales" es el rubro del capítulo segundo de Un encuentro, donde tienen su espacio Fiodor Dostoievski, Celine, Philip Roth junto a Juan Goytisolo y Gabriel García Márquez. Pero en capítulos siguientes habrá asimismo espacio para Carlos Fuentes, Anatole France y Curzio Malaparte.

De todos modos, no me parece casual que, después de aquel aviso del comienzo, Kundera reserve el capítulo central a volver sobre el encuentro. Y lo haga recordando el que se produjo en la Martinica entre el gran patriarca de la vanguardia surrealista André Breton y los jóvenes poetas locales agrupados en torno a Aimé Césaire. Milan Kundera, por su nación, su exilio, su plurilingöismo y, sobre todo, por la integración de todo ello en un pensamiento sumamente revelador de nuestro momento histórico, representa el arquetipo de europeo genuino en cuanto cosmopolita. Y hablo del concepto de cosmopolitismo desde la perspectiva de la ética en un mundo de extraños desarrollada últimamente por un filósofo de origen ghanés afincado en Princeton, Kwame Anthony Appiah, ya traducido en Argentina pero poco leído en España. Tal cosmopolitismo, entendido como universalidad más diferencia, es el que Kundera subraya en aquel encuentro de poetas en una isla escenario de una "intersección múltiple; encrucijada de continentes", un "diminuto pedazo de tierra donde confluyen Francia, áfrica y América". Y apunta un elemento fundamental: esa promiscuidad lingöística, que en su caso o en el del polaco-lituano Oscar Milosz llega a la adopción de una lengua no materna, pero que en otros escritores entre los que se encuentra el propio Aimé Césaire (y pienso también en el caso del irlandés Joyce con el inglés y el gallego Valle-Inclán con el castellano) permite una libertad creativa en el manejo de la lengua metropolitana que ningún escritor castizo ni siquiera hubiese llegado a imaginar.