Image: Bob Dylan: Crónicas

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Ensayo

Bob Dylan: Crónicas

Bob Dylan

21 abril, 2005 02:00

Bob Dylan. Foto: Robert Galbright

Trad. Miquel Izquierdo. Globalrhythm. Barcelona, 2005. Vol. I. 300 págs, 21 e.

Uno de los problemas que la musicología no ha resuelto todavía y que va a necesitar algo de perspectiva temporal para darle su auténtico valor, es el que se refiere a la música popular, industrial o de masas de los siglos XX y XXI.

El disco, el micrófono y los medios de comunicación han construido unos extraordinarios carriles, ansiosos de devorar sonidos, codificados para su difusión masiva a través de estructuras clásicas que adquieren su color moderno por la utilización de instrumentos electrónicos o por su servicio a una letra-poema contemporáneo o actualizado.

Todo intento de clasificación de la música ha sido, a la larga, frustrante por no haber podido abarcar, de forma inteligente, todas las claves sobre las que se configura el mundo de los sonidos. Así, dentro de la evolución de la música del siglo XX, todavía es pronto para saber qué lugar merecerá una figura como Bob Dylan, de cuya talento literario son fruto estas Crónicas. Y resulta muy difícil, dado que, por razones familiares, su nombre y sus canciones han estado muy presentes en mi vida desde niño. Porque, comparativamente, sus obras palidecen, sin duda, frente a ciertas tendencias de sus contemporáneos. Este fascinante sesentón es de la generación de John Adams, Philippe Boesmans, Leo Brower, Brian Fernyhough, Philip Glass, Gérard Grisey, Steve Reich, Aribert Reimann o Salvatore Sciarrino, nombres que, salvo alguna excepción, son absolutos desconocidos para la mayoría de los lectores, mientras que el creador norteamericano se proyecta incluso entre aquellos que no han oído sus canciones.

Justo contemporáneo de este volumen, acaba de aparecer un libro, muy bueno por cierto, de Ulrich Dibelius (La música contemporánea a partir de 1945, Akal, 2005) que en sus casi setecientas páginas no brinda a Dylan ni el mínimo hueco, en el transcurrir sonoro de la segunda mitad del XX. Los fans del autor de Like a Rolling Stone despotricarán ante lo que verán como una absurda injusticia, mientras que los profetas del gusto, envidiosos quizá, aplaudirán tal desprecio.

Quizá ni lo uno, ni lo otro. Porque no podemos negar el mérito a un señor que lleva, guitarra al hombro, caminando con éxito más de cuarenta años, que ha mantenido y convencido a un público amplio -quizá no masivo- pero fiel y entusiasta como pocos. Un hombre cuyo talento de escritor ha hecho que, espontáneamente, surjan personalidades e instituciones que apoyen su nominación al Nobel de Literatura. Ocasional director cinematográfico, actor, dibujante, su vida se basa en la realidad y la leyenda tejida por su público. Su conversión del judaísmo al protestantismo, sus múltiples realidades sentimentales, configuran un personaje interesante que, en el terreno de la música de masas, tuvo la habilidad de transformar la tradición surgida del blues rural hasta vincularla al rock.

Un hombre que, además, sabe escribir, como testimonia este libro. Conocíamos de sus veleidades previas (ahí está su extraña novela Tarántula) pero, ahora, con este primer volumen de su biografía, parece decidido a transmitir una impresión directa a sus múltiples seguidores. Si tenemos en cuenta que nunca ha sido un personaje obsesionado con los medios -parte del mérito de su permanencia ha sido fruto, precisamente, de saber utilizarlos- estas Crónicas aportan muchos elementos nuevos que ayudan en la construcción de su realidad. Bien contadas, amenas, incluso fascinantes en su contexto, deben ser valoradas como lo que son, confesiones de una figura que ha hecho suficientes méritos para ser estimada.

Al tratarse de un proyecto en varios volúmenes, el primero parece dedicar un mayor espacio a la etapa que va entre su nacimiento (inscrito como Robert Allen Zimmermann) en la localidad de Duluth, Minnesota, en 1941, hasta mediados de los 60, si bien da espectaculares saltos en la cronología -que llegan a la actualidad-, si es que hace alguna mención explícita de ella, huyendo de todo orden temporal para crear una atmósfera confusa, sumida un suave color gris, que juega con el lector-seguidor. Puede dar un repaso a su infancia, condicionada por el ambiente generado por la II Guerra Mundial, para luego comentar sus éxitos en Woodstock. No se recrea en las dificultades ni tampoco parece fomentar el mito, en un intento más de rescribir su historia. Todo transcurre en una lectura plácida, llena de nombres, desde Hank Williams a Robbie Robertson, pasando por Frank Sinatra Jr, el Kingston Trio o su amigo Ray Gooch, que ayudan a identificar a parte de la cultura popular de la segunda mitad del XX.