Ensayo

Fromm contra Freud

Centenario del autor de "El miedo a la libertad"

19 marzo, 2000 01:00

El próximo jueves se cumple el centenario del nacimiento de Erich Fromm, uno de los grandes psicoanalistas del siglo, autor de clásicos como El miedo a la libertad. Fromm intentó definir una nueva "ciencia del hombre", capaz de orientar la formación de una personalidad equilibrada dentro del caos cultural, la violencia y la soledad. José Antonio Marina analiza las principales aportaciones de quien, preocupado por el comportamiento de los hombres y por las desventuras de la historia, "se hizo dos preguntas: ¿Cuál es la razón de que el hombre actual sea como es? ¿Cómo puede hacerse distinto?"

Se cumple el centenario del nacimiento de Erich Fromm. Es sorprendente que un psi tan típicamente americano naciera en Frankfurt. Con la palabra psi me refiero al conjunto, a veces impreciso, de psicólogos, psiquiatras, psicoterapeutas, psicosociólogos. Fromm fue un poco de todo. El psicoanálisis recibió interpretaciones diferentes en Estados Unidos y en Europa. Aquélla era optimista, ésta pesimista. Nadie ignora el recelo de Freud hacia el ser humano. No creía que su agresividad pudiera controlarse. La cultura no hacía más que ponerle un incómodo bozal. Pensaba que el presente es hijo del pasado. O sea, difícilmente cambiable. Según Jones, el biógrafo oficial de Freud, éste se quejaba de que los americanos lo veían todo demasiado fácil. En efecto, los americanos creen en la plasticidad del individuo, que puede cambiar por su propio esfuerzo si lo desea. Piensan que el presente es hijo del futuro y, por lo tanto, que nada está determinado. Esto es lo que pensaba Fromm, por eso digo que es un psi típicamente americano.

Explicar el éxito es siempre fascinante y difícil. ¿A qué se debe el de Erich Fromm? Creo que a su optimismo y a su habilidad para sintetizar informaciones muy dispares, desde el psicoanálisis al budismo, de la biología a las ciencias sociales. Se une a esto un innegable talento para seleccionar temas de interés permanente, a los que daba un tratamiento teórico y práctico. Jugaba, pues, a todos los paños, lo que es receta infalible para ganar.

Su optimismo era más religioso que científico. él mismo contó que siempre se sintió atraído por los aspectos mesiánicos del pensamiento judío: "La visión de una paz y armonía universales entre las naciones me asaltó cuando tenía doce o trece años". ¿Quién no se ha sentido emocionado alguna vez por los brillantes poemas del profeta Isaías? "En los tiempos de plenitud, el niño jugará con el áspid, y la ternera pastará junto al león. La creación entera se habrá reconciliado". Maravilloso.

Fromm no conoció esa edad mesiánica. Sus dos experiencias fundamentales fueron el nazismo y la sociedad de consumo americana. Cada una de ellas actualiza unas posibilidades negativas latentes en el ser humano. Aquélla, la destructividad, la brutalidad, el sadismo. ésta, el automatismo, la disgregación de la personalidad, la relación utilitaria del mercado. Preocupado por el comportamiento de los hombres y por las desventuras de la historia, Fromm se hizo dos preguntas: ¿Cuál es la razón de que el hombre actual sea como es?¿Cómo puede hacerse distinto?

Marx y Freud

Fromm nació en Frankfurt en 1900. Tuvo relación con los pensadores reunidos en torno al Institut för Sozialforschung, Horkheimer, Adorno, Marcuse. Un poco al márgen Benjamín, y más cerca de nosotros Habermas. Uno de los más innovadores intentos de esa escuela sociológica fue integrar marxismo y psicoanálisis. Fromm participó en esos esfuerzos, sin ocultar su jerarquía de admiraciones: "Es innecesario decir -escribió- que Marx es una figura de significación histórica mundial, con quien Freud no puede ni siquiera compararse en este sentido".

Algunas de las obras de Fromm se han hecho muy populares. Sobre todo El arte de amar y El miedo a la libertad. En mi caso me interesó en primer lugar, casi por casualidad, un estudio de 1974 titulado El hombre, ¿es perezoso por naturaleza? Critica lo que llama "un axioma que nos han enseñado a todos desde la niñez, el de la pereza innata del hombre". Cree que es una mentira propagada para facilitar la sumisión. Yo también. La etología, las ciencias neurológicas, la psicología evolutiva, demuestran que el ser humano es activo por naturaleza. Tiene a su propia realización. Por eso crea sin parar y cuando las circunstancias internas o externas le impiden desarrollar sus capacidades, enferma.

Fromm elaboró un cierto platonismo de la salud. Sócrates sostuvo que obramos mal por ignorancia. Según Fromm es la enfermedad la que provoca nuestra mala conducta. Dicho así, parece una simpleza o una arbitrariedad, pero el autor elabora con cuidado su teoría. Distingue dos nociones de salud. Una está determinada por la cultura: sano es lo que sirve a los fines de la sociedad, o se acomoda a lo que satisface a la mayoría. Este criterio no es de fiar porque las sociedades pueden estar enfermas sin saberlo. En ese caso puede hablarse de una "patología de la normalidad". Una sociedad enferma consideraría enfermo, precisamente, al sano.

Como este criterio social no ofrece garantías, Fromm propugna una "idea humanista de salud mental", que no dependa del ambiente cultural. En esta idea está condensado todo su sistema: "Hay una naturaleza humana que nos proporciona criterios intrínsecos para distinguir la salud de la enfermedad". Cuando el hombre está sano, obra bien. Cuando no lo está, o su impulso hacia la salud es obstaculizado, aparece la destructividad, que es "la vida no vivida".

¿En qué consiste la salud mental? En la superación del narcisismo, de la enajenación y de la necrofilia. Siguiendo a Freud, entiende por "narcisismo" la absorbente preeminencia de lo subjetivo. El sujeto, sus sentimientos, creencias y deseos son la única realidad. Este enclaustramiento en el yo produce dos consecuencias patológicas: deforma la realidad e impide el sentimiento amoroso. El narcisista solo se interesa por él mismo. Fromm cree que la incapacidad para amar es, al mismo tiempo, enfermedad y mal moral.

La salud consiste también en superar la enajenación. Esta es una enfermedad propia de nuestra cultura, que ensalza el "tener". Entregado al vértigo de la compraventa, el ser humano desconfía de su valor personal y cree recibir su dignidad de las cosas. "Tanto tienes, tanto vales", es el resumen de esta concepción del mundo.

La superación de la necrofilia es el tercer rasgo de la salud mental. Consiste en liberarse del impulso morboso hacia la muerte, la destrucción, la decadencia o la ruina. Las tres superaciones hacen emerger la figura positiva de la salud: la actividad creadora. éste es su gran optimismo. La creación es generosidad, donación, aniquilación de las leyes de la gravedad. El odio, el resentimiento, la indiferencia, la anestesia afectiva, el aburrimiento, la falta de esperanza, son fracasos de la naturaleza humana, claudicaciones de su creatividad. Su ética está muy influida por Spinoza, el judío perseguido que mantuvo su optimismo puliendo cristales. En España, Fernando Savater ha defendido una ética de la alegría, cercana a estos dos animosos judíos, Erich y Baruch.

El mismo Fromm alertó contra una interpretación trivializadora de sus teorías. Escribió: "Desde hace unos años, desgraciadamente, las expresiones ‘realización de sí mismo’ y ‘actualización de las potencialidades humanas’ han sido recogidas por un movimiento popular que trata de vender barata y rápidamente la salvación a todos los que buscan respuestas fáciles. Muchos de sus profesionales se caracterizan por la charlatanería y el mercantilismo, presentándose con una mezcla de autorrealización, psicoanálisis, zen, terapia de grupo, yoga, y cualesquiera otros ingredientes que se encuentren a mano. Prometen a los jóvenes más sensibilidad y, a los ‘ejecutivos’, más habilidad en el manejo del personal. Entre otras consecuencias lamentables está la de que se ensucian unos conceptos nobles, dificultando su empleo en un contexto serio".

¿Tiene razón Erich Fromm?

La teoría de Fromm tiene muchos puntos débiles. Concede a la noción de "salud" más fuerza de la que posee realmente. Su argumento es, sin duda, muy hábil. Pretende fundar la ética en el conocimiento científico. Pero, hasta donde alcanzo, sólo hay dos nociones científicas que incluyan no sólo hechos sino valores. Una es la salud, otra la inteligencia. Ser inteligente o estar sano no son simples datos, sino evaluaciones. Por esta razón ambas realidades pueden prescribir comportamientos. Fromm elige la salud como fundamento ético. Yo creo que es más acertado escoger la inteligencia. Me parece que Fromm no pasa de hacer higiene mental. Pero lo hace con enorme talento.