Desde que en 2013 Pierre Lemaitre obtuvo el premio Goncourt por su mítica novela Nos vemos allá arriba (2013), en la que retrataba la Primera Guerra Mundial, no ha parado de publicar con una regularidad matemática. Confiesa dirigir el conjunto de su producción literaria hacia una misma dirección: retratar el siglo XX.

El autor, que empezó a escribir novelas negras como Irene o Tres días y una vida, centra ahora su imaginario desbordante en un género más amplio, más ambicioso, el del puro y duro libro de aventuras. ¿Por qué ese cambio? “Empecé una novela policiaca que se situaba después de la Gran Guerra y, a mitad de camino, me di cuenta de que estaba escribiendo una novela histórica y de aventuras”, afirma.

Estos días Pierre Lemaitre ha viajado por España para presentar El ancho mundo, el primer volumen de una tetralogía que recorrerá los años gloriosos del capitalismo y que llevará a la familia Pelletier de Beirut a París y a Saigón. La primera noche, el escritor se reunió con un grupo de lectores en el Instituto Francés de Madrid. La segunda, en la Fundación Telefónica, ante una sala llena de admiradores.

Pregunta. En ese proyecto monumental de obra completa, ¿El ancho mundo es la continuación de la trilogía Los hijos del desastre?

Respuesta. Sí y no. Digamos que toda mi obra se estructura en una misma dirección, pero no es necesario haber leído los tomos anteriores para leer El ancho mundo. Aunque es verdad que los lectores que lo hayan hecho verán dónde la novela conecta con las anteriores.

»Soy un autor tardío que empieza a publicar a los 56 años. Si hubiera publicado con treinta años, pienso que escribiría novelas sueltas, pero, en mi caso, al tener menos tiempo que los demás, busco cierta coherencia. Además, debe saber que soy un neurótico y que por eso necesito planificar y controlar mi vida. Dar sentido a lo que escribo y saber que mis obras van en una misma dirección. Por eso construyo con anticipación todo lo que voy a escribir. Soy incapaz de vivir en el instante presente. Pienso siempre en los minutos siguientes, en las horas por delante, en los días, en las semanas siguientes.

P. ¿Pero consigue concentrarse en mis preguntas o está pensando en otra cosa?

R. Las dos cosas a la vez. Estamos hablando de un libro, cuando mi mente está en el que acabo de publicar en Francia y en el tercero que he terminado de escribir. Vivo en el momento futuro, lo que me lleva a planificar, a construir formas narrativas que me dan seguridad. En este caso, las trilogías o tetralogías. Así, doy sentido a lo que hago.

P. La verdad es que su manera de concebir su obra literaria como un conjunto me recuerda a los escritores del siglo XIX, Los episodios nacionales, de Galdós, o La comedia humana, de Balzac. Hoy en día, en cambio, se buscan más las novelas cortas y de fácil lectura. ¿En qué se parece la literatura del siglo XIX a la nuestra?

R. ¡En más de lo que usted se imagina! Cuando miramos la historia siempre podemos encontrar puntos de convergencia. Es innegable ya que las grandes pasiones humanas están detrás de cualquier creación artística. Desde un punto de vista literario, lo más parecido que hay a estos folletines del siglo XIX son las series de televisión, por ejemplo, que están encaminadas a convertirse en un arte mayor. ¡Algunas son clásicos! Grandes series como The Wire, Breaking Bad u Oficina de Infiltrados, en Francia, están teniendo un éxito monumental. Actualmente, se fabrican unas mil series al año en el mundo. ¿Qué son estas series? El siglo XIX, tal cual. Somos nosotros los novelistas los que las hemos inventado. Son folletines, con las mismas reglas que los que escribía Galdós, Balzac o Zola. Utilizan los mismos recursos para dejar al lector o al espectador con ganas de leer o ver el capítulo siguiente. ¡La verdad es que, ahora que lo pienso, no hay nada más moderno que el siglo XIX!

P. Para escribir esos proyectos literarios como los suyos, largos y ambiciosos, en los que no solo retrata una sociedad y un momento, sino que se enganchan unas obras con otras, ¿cuál sería el trabajo preliminar que debe realizar antes de ponerse a escribir?

R. Me centro en dos aspectos: un profundo trabajo histórico y una precisa construcción literaria. Para el trabajo histórico, utilizo una técnica de inmersión que consiste en leer el periódico de la época todos los días. No dejo de hojear periódicos o revistas, como si viviera yo mismo en ese momento. Sé, por ejemplo, qué pensaba la gente de esos años, cómo hablaban, lo que les gustaba, lo que les daba miedo. Es una inmersión total, como quien bucea en un océano a sus anchas, y así, cuando me pongo a escribir, no tengo que hacerme la menor pregunta. No necesito saber en qué coche iban, porque ya lo sé. Cómo se vestían las mujeres, porque ya lo sé. Cuánto costaba un periódico, cuál fue el resultado de tal partido de futbol, porque ya lo sé. Luego, si tengo que escribir sobre un aspecto histórico determinado, lo estudio en particular.

»Lo segundo que hago es un trabajo de construcción literaria. Para ello, voy y vengo, permanentemente, entre los personajes y la trama. Esto es fundamental. Como he sido durante años un escritor de novela negra, sé de sobra que ninguna trama se sujeta por sí sola, si no viene acompañada con una sólida construcción de los personajes.

P. La precisión con la que describe a sus personajes permite al lector visualizarlos con nitidez. Habla de su físico, de su carácter, incluso, muchos de ellos, tienen extraños defectos corporales. ¿De dónde vienen? ¿Cómo elabora esa elección? 

R. Hacer una saga familiar supone la creación de muchos personajes, porque debe seguir a varias generaciones de una misma familia. En El ancho mundo son tres generaciones, la de Louis y Angèle, luego viene la de sus cuatro hijos y luego la de sus nietos. No sigo de cerca a todos, pero debo tener un abanico para poder jugar con ellos. Para que la familia y la trama vivan a lo largo de varias obras, necesito desarrollar recursos literarios. Cuantos más personajes, más posibilidades tengo de tender la trama. De los cuatro hijos de los Pelletiers, por ejemplo, uno tiene que desaparecer. Ya me quedan tres. Otro tiene que ser una mujer. Es un cálculo cuantitativo, aritmética pura, en nada literaria. De esta manera establezco un número de personajes que me van a permitir desarrollar la historia sobre varios volúmenes. Como un árbol que se despliega. 

P. También consigue hacerlos viajar entre varios países. Usted, a quien no le gusta nada moverse a ningún lado, se divierte orquestando a sus personajes por tres ciudades, Beirut, París y Saigón. ¿Era necesario para la trama este triángulo narrativo?

R. ¡Absolutamente! ¡No ha debido leer con atención mis novelas anteriores! Todo tiene su razón. Aunque ahora no lo voy a explicar para no descubrir a los lectores algo que me ha llevado cuatrocientas páginas montar.

»En el caso de Saigón, lo elegí por razones políticas. Quería escribir sobre una guerra colonial, menos conocida que la de Argel. Siempre intento evitar eventos históricos emblemáticos como las guerras mundiales, Mayo del 68 o la Resistencia. Prefiero colocar el ojo de la cámara a cierta distancia y escribir sobre momentos que permanecen en segundo lugar. Evito los grandes sucesos sobre los cuales no tengo nada significativo que aportar. En cambio, la guerra de Indochina me interesó especialmente ya que es una guerra capitalista. No olvidemos que el capitalismo nace en el Renacimiento con las primeras colonias. El periodo de los años Gloriosos, sobre los que escribo, fueron el triunfo del Capitalismo europeo. Saigón era el testigo perfecto de su auge. Además de tener un aire exótico que me iba de perlas para la ambientación de la novela de aventuras.

P. Entre El ancho mundo o el que acaba de publicar en Francia, El silencio y la cólera, sobre la familia Pelletier, ¿existen diferencias sustanciales desde el punto de vista de la historia o de la estructura?

R. Ahora que lo dice, he querido rendir un homenaje a los géneros novelescos más importantes del siglo XX. El ancho mundo es un homenaje a la novela de aventuras. El silencio y la cólera, a la novela social. La tercera entrega será un homenaje a las novelas de espionaje y la cuarta a la novela policiaca.

P. Ya que vive usted siempre en el momento por llegar, ¿tiene intención de escribir sobre la época actual?

R. Por ahora no. Mi proyecto literario se basa solo en contar el siglo XX. De 1920 a 1990, la caída del muro de Berlín y el final de un mundo. Este conjunto dará un total de diez libros. He publicado ya cinco y tengo 72 años. Por ahora me concentro en mi proyecto. Nos volveremos a ver, seguramente, en unos años y, si no le importa, vuélvame a plantear esta pregunta. Quizá entonces le conteste, por qué no…