Eduardo Chamorro

Ediciones del Viento. A Coruña, 2019. 192 páginas. 17 €

Eduardo Chamorro (Madrid, 1946-2009) fue un periodista y escritor de los que contribuyen a configurar, desde un segundo plano a veces engañoso, la cultura de una generación. En su caso, habría que situarlo bajo influencia personal de Juan Benet y en sintonía con una concepción literaria deudora de raíz anglosajona que hoy ya no existe, o lo hace como supervivencia.

Fallecido hace exactamente una década, Ediciones del Viento rescata ahora su novela inédita Las aguas del fantasma, y en ella descubrimos, no sé si una "obra maestra" como anuncia la contraportada, pero desde luego un ejemplo artesanal impecable de vieja narrativa densa, hipotáctica, alérgica a las urgencias. Su sinopsis anuncia a las claras el tipo de atmósfera que la recorre, aplicando un poco de arte y ensayo y otro mucho de misterio a lo Cunqueiro o Torrente Ballester (o, por añadir otra referencia a las muy pertinentes que señala el editor, a lo Manganelli) para contar la historia de unos hombres que se reúnen en el hotel desvanecido de una isla gallega.

El portero de noche es el narrador de sus esfuerzos por restaurar una bella embarcación coronada por una escultura femenina, así como de sus encuentros indeterminados con un fantasma no del todo desprovisto de picardía. Chamorro escondía un estupendo sentido del humor fatalista tras las referencias neblinosas a T. S. Eliot o la construcción milimétrica de sus larguísimas subordinadas, y Las aguas del fantasma se lee con un tipo de placer característico del siglo XX que casi nunca experimentamos ya (y que solo añoramos en dosis justas).

'Las aguas del fantasma' se lee con un tipo de placer característico del siglo XX que casi nunca experimentamos ya

Hay que aplaudir la valentía y el entusiasmo que demuestra Ediciones del Viento al revelarnos este último Chamorro; por eso mismo, sabe mal tener que lamentar algunos descuidos en la revisión ortográfica, además de preguntarnos si la ocasión no merecía una nota aclarando las circunstancias del texto original: ¿cuándo escribió Chamorro Las aguas del fantasma? Cabe sospechar que al final de sus días, puesto que una nota al pie se refiere a un artículo publicado en 2007; pero no lo sabemos con certeza. ¿El autor la consideraba una obra acabada? El lector intuye que algún tramo de las últimas páginas quedó pendiente de reescritura, sin que eso altere la sensación de unidad bien resuelta ni desvirtúe el valor del libro.

"Como un escriba de lo tachado al que se le pudiera preguntar de todo", la voz en primera persona que narra esta novela alcanza sus momentos más hondos en el manejo de ciertos simbolismos a los que podríamos calificar, en sus propias palabras, de "sedicentes", esto es, ambiguos, bifrontes, perturbadores en su irresolución. Me interesa especialmente la imagen del fantasma, que Chamorro contrapone al ángel. El fantasma se dirige a una persona en concreto, con quien tiene algún tipo de vínculo relacionado con el pasado y a la que puede poseer o abandonar. De pronto, leemos esta magnífica frase: "El fantasma es un mensajero de sí mismo en busca del lenguaje que dejó y en el que tendrá sentido lo que haya de decir". Y es demasiado tentador rizar el rizo y pensar en Las aguas del fantasma como un libro cuyo estilo y condición póstuma encuentran su explicación en esa cita, en esa vocación sobrevenida de hacer del pasado presente a través de un lenguaje propio (un lenguaje que Chamorro construyó a través de la lectura de otros, como revelan las citas a pie de página), y tomar posesión de nosotros en el lapso de la lectura, y luego alejarse "sin que mis pasos dejaran un rastro sobre la arena de la plaza ni sobresaltaran con su reflejo la lámina del charco", que es como llega el punto y final de esta aparición tardía. Qué elegante que sea así.