Image: El final de Carlos V: la decadencia del dueño del mundo

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Letras

El final de Carlos V: la decadencia del dueño del mundo

14 marzo, 2019 01:00

Carlos V retratado por Tiziano en 1548

El Monasterio de Yuste fue el espacio elegido por el emperador más importante de la historia de España para su último descanso. José Luis Corral, autor de la saga de Los Austrias (Planeta), se desplazó el pasado martes hasta el lugar de reposo del monarca para narrar el final de una vida marcada por la ambición, el sexo y, sobre todo, el poder.

Ni el más poderoso de los hombres es susceptible a la muerte. Tampoco, a la decrepitud ni al patetismo. Carlos de Austria sostuvo el más grande de todos los imperios españoles a lo largo de la historia, pero en la última etapa de su vida comía solo porque le avergonzaba que su marcado prognatismo se acentuara al masticar los alimentos. Los fuertes ataques de gota que sufrió a lo largo de su vida por la excesiva ingesta de carne en su dieta -bebía, además, 4 o 5 litros de cerveza en cada comida- lo postraron en una silla-camilla de madera hasta su muerte, en 1558, por culpa de una malaria. Para sus últimos días, el emperador escogió el Monasterio de Yuste entre tantos otros de la Orden de los Jerónimos porque estaba alejado del ambiente político que tanto le consternaba.

El dueño del mundo, el último volumen de la trilogía Los Austrias (Planeta), narra la segunda parte del reinado de Carlos de Austria, desde la depresión que le provoca la muerte de su esposa, Isabel de Portugal, hasta los conflictos internacionales más intensos que mantuvo su régimen: la amenaza para la cristiandad que supuso el avance de los turcos, el levantamiento de los mercaderes en Gante, su ciudad natal, y la proliferación del movimiento luterano en Europa. Pese a no ser un hombre de extraordinarias cualidades, Carlos I de España y V de Alemania mantuvo el pulso firme para atajar numerosos peligros para su imperio, al mismo tiempo que preparaba a su hijo, Felipe II, para tan compleja herencia.

Los problemas de salud en la última etapa de su vida y la sensación de haber hecho todo por la Corona española lo llevaron a tomar su última decisión: instalarse el Monasterio de Yuste hasta que la muerte se lo llevara por delante. Sus múltiples escarceos sexuales -salvo en la etapa del matrimonio con Isabel-, la frustración por la imposibilidad de que su hijo ilegítimo, Juan de Austria, no pudiera asumir una responsabilidad mayor en el reino y la incertidumbre de su imperio ante el futuro lo acompañaron durante su etapa final en aquel monasterio, enclavado en un paraje natural proclive al reposo.

José Luis Corral. Foto: Carlos Ruiz B. K.

La certeza de la muerte cercana no apartó a Carlos V de las comodidades con las que había convivido toda su vida. La estancia austera en el monasterio, basada en la lectura, la oración y el descanso, se producía en un entorno de lujo. Desde febrero de 1557 hasta su muerte en 1558, Carlos V rezó delante de La Gloria de Tiziano, la obra maestra dispuesta en el retablo de la iglesia que retrata a su familia a las puertas del reino de los cielos, degustó los manjares que llegaban de toda España y disfrutó del estanque que construyó para él su relojero, Juanelo Turriano. Sólo coincidía con los monjes jerónimos en el momento de la oración, pues el resto del día lo pasaba en el palacio que se construyó para él en noviembre de 1556. Hasta su ingreso definitivo en el monasterio, ubicado en Cuacos de Yuste, Carlos de Austria se instaló en el Castillo del Conde de Oropesa, a sólo diez kilómetros, hoy convertido en el Parador Nacional de Jarandilla de la Vera.

José Luis Corral, autor de El dueño del mundo, aprovechó la visita del martes al antiguo Castillo para leer el fragmento de la novela en que Carlos V despide con honores a sus ayudantes, poco antes de su ingreso definitivo en el Monasterio de Yuste. Es uno de los pasajes finales de esta trilogía colosal, cuyo estilo narrativo se caracteriza por una cercanía sorprendentemente verosímil, si se tiene en cuenta la lejanía que mantiene el lector de hoy con los personajes que se abordan en ella. Desde el punto de vista literario, el personaje más interesante para el autor es Juana I de Castilla, "aunque es el menos documentado de todos", lamenta. "Si hubiéramos conocido a Juana fuera del Castillo de Tordesillas, habría sido un cañón literario". Además, "no creo que Juana estuviera loca", apostilla el autor.

Monasterio de Yuste

No es el único momento en que Corral se atreve a desmentir postulados historiográficos. Si bien acepta que "la Contrarreforma supuso un retraso a partir de 1550 para España, pues los países protestantes se fueron recuperando, hubo avances en las universidades que en España no se permitían y, en definitiva, las estructuras políticas, sociales y eclesiásticas sin reformar han arrastrado a España durante mucho tiempo", también asegura que "hasta la primera mitad del siglo XVI, España era un país moderno, más incluso que Inglaterra". No obstante, el Catedrático de Historia Medieval aprovecha para atacar a los representantes de partidos políticos por hacer un uso interesado de la historia: "Estos políticos no leen, son bastante ignorantes y son capaces de confundir a San Juan de la Cruz y a Fray Luis de León. Lanzan un mensaje simplón y simplista que se limita a separar a los buenos y a los malos. Pero el mundo está lleno de matices".

Corral se refiere a una de las últimas declaraciones del secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, cuando asegura que "sin Lepanto y sin Carlos V las señoras de la Eurocámara vestirían el burka". La realidad, según el autor, es que "Carlos V hoy sería un machista redomado". No son pocos los pasajes de su novela en los que alude a esa actitud, además del destierro y reclusión a los que somete a su madre, Juana "La Loca", de la misma forma que lo hicieron antes su padre, Fernando "El Católico", y su marido, "Felipe El Hermoso". "Las mujeres de la época estaban condenadas a sufrir en beneficio de la Corona, y así lo asumieron", concluye Corral.

Con un caldo de cultivo tan proclive a la ficción, el autor se ha preocupado por "dos pilares básicos para que una novela histórica funcione". En primer lugar, "la recreación arqueológica del ambiente, esto es, cómo era la gente, qué comía, cómo se movía...". Para conseguirlo, el autor destaca la importancia de "un proceso de documentación muy intenso". Por otro lado, "captar el espíritu de una época, o sea, interpretar la relación entre hombres y mujeres, el valor de la amistad o la caridad, el papel de la religión...". Sin duda, "Carlos V no puede hablar de feminismo", por más que su entorno sea un ejemplo perfecto para explicar el asunto de la desigualdad tan en boga en la actualidad.

Otra de las objeciones del autor a las "verdades universales" de la Historia es la causa de la muerte de Felipe "El Hermoso". Según Corral, que sugiere la idea del envenenamiento, es demasiado sospechoso que muriera por beber un vaso de agua cuando iba a ser su suegro, Fernando "El Católico", quien se hiciera cargo de la regencia del reino de Castilla tras la muerte de su esposa Isabel. Por otro lado, "una de las grandes mentiras es la idea de que todo disidente era perseguido por la Inquisición", asegura Corral, que ofrece datos: "5.000 muertos en un siglo en España por las 25.000 monjas asesinadas por los luteranos en Sajonia en sólo cinco años".

@JaimeCedilloMar