Image: Los movimientos que quieren inventar un futuro miran siempre hacia el pasado

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Letras

"Los movimientos que quieren inventar un futuro miran siempre hacia el pasado"

El sociólogo Christian Laval y el filósofo Pierre Dardot presentan Común, la continuación de su anterior y exitoso libro La nueva razón del mundo

23 octubre, 2015 02:00

Christian Laval (izquierda) y Pierre Dardot

Una semana por España, entre Madrid y Barcelona, es el tiempo que el sociólogo francés Christian Laval y el filósofo Pierre Dardot, autores de La nueva razón del mundo (Gedisa, 2013) han dedicado al lanzamiento de su última obra en "común" valga la redundancia en el título Común (Gedisa, 2015). El Instituto Francés de Barcelona y de Madrid son las sedes principales en las que ha tenido lugar la conferencia a propósito del libro: Denominador común, común denominador.

Común, que se publicó en Francia hace un año, ha tenido una grandísima acogida, no solo por parte de la prensa y los críticos sino por los lectores que han creado manifiestos, festivales, congregaciones y coloquios con el fin de dar una salida a nuestro mucho occidental, tanto económica, como política y social. En su anterior libro La nueva razón del mundo, Christian Laval y Pierre Dardot hacían un recorrido histórico sobre las circunstancias políticas y económicas basadas en los principios del neoliberalismo que han conducido a la crisis económica. Su actual libro, Común expone propuestas de mejora a este sistema neoliberal y proponen una "revolución" para el siglo XXI.

Pregunta.- Común incita a una nueva forma de concebir la sociedad. Segunda obra que estos dos investigadores redactan en común, ¿podemos hablar de este ensayo como la segunda parte de La nueva razón del mundo?
Christian Laval.- Es más la continuación que una segunda parte y, por otro lado, el reverso de la descripción que hacemos de la situación. El primer libro concluía sobre las luchas de resistencia al neoliberalismo que estaban surgiendo por todo el mundo y, en este volumen, hemos dado a esas luchas un nombre: Común. Lo que nos parece importante es que la resistencia al neoliberalismo no ha sido solo reactiva. Ha sido y es inventiva en sus formas como en su expresión teórica. No inventamos el concepto de "común", nace de esas luchas y de esas prácticas experimentales que significan la exigencia de una democracia radical.

"No nos olvidemos que son los movimientos sociales los que crean los nuevos conceptos. El léxico "común" ha proliferado. Nuestra investigación trata de este nacimiento, trata de sus raíces históricas y sus implicaciones filosóficas. Después del análisis, que hemos escrito de la forma más lucida posible, de la lógica aterradora del neoliberalismo, nos parecía necesario clarificar el principio de "común".

P.- En su primera obra, ustedes proponían una vuelta al pasado para comprender la crisis económica que sigue castigando a Europa. Una mirada sobre algunos momentos históricos, las décadas de los 30, 60 y 70 en particular. ¿Común parte también de un conocimiento profundo de nuestra propia historia?
Pierre Dardot.- La historia es para nosotros una llave de comprensión sobre lo que estamos viviendo y, a la vez, una manera de abrirnos a un futuro diferente de aquel que nos está preparando el neoliberalismo. Es por eso que "partimos" del conocimiento de la Historia. Los movimientos que quieren inventar un futuro miran hacia el pasado y toman de él los materiales que reinterpretan para afrontar los problemas del presente. Siempre se ha hecho así. Pero lo que se manifiesta en los movimientos que se reclaman de "común" (es decir espacios creados para una actividad de puesta en común) o de "común", (en el sentido de principio político de la co-participación) no es, en absoluto, una nostalgia del Estado social anterior al neoliberalismo, como tampoco una vuelta a los viejos comunes rurales o forestales de la época medieval. Es una creación original a partir de materiales elegidos de la historia. No pretendemos ni dar ni sacar lecciones de historia.

P.- En su obra hablan de "común" como la alternativa política que se impone a nuestra sociedad de hoy en día. Sin embargo, la situación es la contraria, siguen imperando las formas de apropiación privadas. ¿Podemos afirmar que es en esta inmovilidad política donde se encuentra el origen de los desastres mundiales actuales, económicos, ecológicos, o independentistas como lo estamos viviendo en España con el tema catalán?
C.L.- El neoliberalismo es, para nosotros, una forma de sociedad e incluso, una forma de vida. La alternativa de "común" define justamente una cierta concepción de vida colectiva, una manera de vivir en relación con los otros, que está al opuesto del neoliberalismo fundado sobre la concurrencia y la lógica de acumulación de los bienes privados. Se trata realmente de una forma de vida alternativa. Las personas comprometidas en la lucha de "común" actúan y viven según un principio: ponen en común recursos, espacios, lugares, conocimientos, decidiendo, en común, el mejor uso colectivo que se puede sacar de esta actividad en común. El principio de "común" no significa más que la exigencia de autogobierno o la "democracia real".

"Es evidente que el extraordinario éxito de esta reivindicación de lo común viene de la toma de conciencia de un número importante de personas sobre el desastre al que conduce el capitalismo neoliberal a la humanidad. Este capitalismo está agravando la situación: crisis financieras pasadas y por llegar, crisis climática, crisis política y conflictos armados. Estas crisis, estamos asistiendo a ello, pueden generar crispaciones sociales y repliegues de identidad (una especie de "cada uno para si mismo", una especie de egoísmo colectivo). La valorización de las "pertenencias" (locales, regionales, nacionales) solo va a reforzar las devastaciones de la concurrencia. Para la humanidad la alternativa es la siguiente: ¡el "común" o el caos de la codicia propietaria!

P.- En su libro exponen verdaderas propuestas para un mundo nuevo y mejor. ¿Es Común una obra política? ¿Podrían hablarnos de estas propuestas y si son válidas para los demás países del mundo occidental?
C.L.- Por supuesto que es una obra política pero no ofrece ningún programa ni ningún modo de empleo. Sería contrario a nuestra ética que busca que los individuos descubran, inventen sus prácticas para instaurar nuevas instituciones regidas por la doble dimensión de la democracia real y del uso colectivo. Es una obra política en el sentido en que se acerca a la organización institucional de las actividades y de las relaciones entre los hombres. Porque lo común, para nosotros, es, antes que nada, un principio institucional.

"Las propuestas que damos al final del libro son una apertura o "un comienzo" que apuntan a levantar una serie de debates muy concretos sobre la manera de revolucionar la empresa privada, transformar los servicios públicos, desarrollar asociaciones, cambiar el trabajo en profundidad, etc. Estas propuestas no conciernen solamente el mundo occidental sino al mundo entero. Debería haber empezado por aquí: el mundo sufre, no de un gobierno insuficiente, sino mas bien de una falta de organización política. Deploramos día tras día esta ausencia tanto por el calentamiento global, como por las finanzas y las guerras. Si la humanidad pretende salvarse, debe reorganizarse a partir de la institución de los "comunes" mundiales, y ya no a partir de rivalidades entre Estados.

P.- ¿Piensan ustedes que los gobiernos actuales, los partidos políticos, son verdaderamente conscientes de lo que esta pasando?
P.D.- No pretendemos que se llegue a una gran "unión" consensual y ecuménica de lo común. Esa es la visión del Papa Francisco y su concepto de "casa común". El Vaticano, a pesar de una gran lucidez sobre el estado del planeta y la humanidad, se mece todavía de ilusiones rechazando ver en la terrible realidad del capitalismo y su expansión destructiva, el verdadero obstáculo a una política del común. Los grupos sociales dominantes y las fuerzas políticas dirigentes que conducen a esta expansión, hacen todo lo que está en su poder para destruir las bases de lo que llamamos "común". En cuanto a los gobiernos europeos actuales, de derechas como de izquierdas, toman la dirección opuesta, la de la concurrencia generalizada, de la apropiación privada de los recursos, de las desigualdades crecientes entre ricos y pobres. "Común" no es un principio de falsa reconciliación, es el principio de una reorganización revolucionaria de toda la sociedad.

P.- Pero ¿qué me dice de las nuevas propuestas políticas, los nuevos grupos que surgen desde hace unos diez años y que proponen este cambio? ¿Existe en Francia un partido político que siga las ideas expuestas en Común?
C.L.- Las fuerzas políticas tradicionales, aunque tengan consciencia de ello, pertenecen a una época pasada y ya no tienen nada que proponer para resolver los inmensos problemas que se nos plantean a la humanidad del siglo XXI. Quieren seguir en el poder cuando lo que hay que hacer es acabar con la competencia entre los partidos. Y para eso solo existe una solución como lo exponemos en el libro: apoyarse en las fuerzas nuevas, en las experimentaciones de autogobierno y de cooperativas, en los modos de intercambio que rompen el modelo de mercado, en las prácticas nuevas de participación efectiva de los usuarios al gobierno de los servicios públicos. No hay "partido de común" en Francia ni en ningún sitio, pero un inmenso movimiento que se desarrolla en redes y opera por difusión de nuevas prácticas.. Por su lado, los partidos se han dado cuenta de la fuerza que esta tomando este movimiento de "común" y buscan vanamente recuperar su espacio.