Image: Morir matando

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Letras

Morir matando

25 septiembre, 2015 02:00

Xosé Humberto Baena durante el servicio militar

La dictadura daba hace 40 años, a dos meses de la muerte de Franco, sus últimos coletazos con la ejecución de cinco jóvenes pertenecientes al FRAP y ETA. Carlos Fonseca investiga y narra este hecho en Mañana cuando me maten.

El 27 de septiembre de 1975, en las primeras horas del día, cinco jóvenes se enfrentaban a un pelotón de fusilamiento. Tan solo doce horas antes se les había comunicado el negro futuro que les esperaba. Tres de ellos, Xosé Humberto Baena, José Luis Sánchez-Bravo y Ramón García, miembros del FRAP, el brazo armado de la escisión marxista-leninista del Partido Comunista Español, vieron salir el sol por última vez en Madrid. Jon Paredes Txiki y Ángel Otaegui, miembros de ETA, encararon los fusiles en Barcelona y Burgos, respectivamente. Fueron los últimos condenados a muerte de la dictadura, que no se arrugó ante la fuerte presión de la comunidad internacional que demandaba clemencia para los reos. "El régimen se había enrocado en los últimos meses frente a la enorme contestación social que había en la calle y había exacerbado las medidas represivas", explica Carlos Fonseca (Madrid, 1959), que investiga y narra en Mañana cuando me maten (La Esfera de los Libros, 2015) los pormenores de estas ejecuciones cuando se cumplen 40 años de las mismas.

"En marzo se había decretado el estado de excepción en el País Vasco, en agosto se había aprobado un decreto ley antiterrorista que devolvía a los tribunales militares los procedimientos de atentados contra las fuerzas del orden, también se había recuperado los procedimientos sumarísimos...", explica Fonseca. En este contexto, con ETA especialmente activa y con el recién fundado FRAP cometiendo sus primeros actos violentos, tuvieron lugar los atentados que provocaron la detención de lo militantes de ambas organizaciones. Sin embargo, en Mañana cuando me maten Fonseca no quiere tanto dilucidar la culpabilidad o inocencia de los acusados como establecer que fueron víctimas de un simulacro de justicia que los sentenció antes de juzgarlos, "un asesinato legal sin paliativos", según el autor.

Pregunta.- ¿Con qué panorama se encontraron los abogados defensores en el proceso?
Respuesta.- De los cuatro procesos, hay dos que se instruyeron de manera sumarísima, es decir, la instrucción la llevaron a cabo en exclusiva el juez y el fiscal. Durante ese periodo el preso permanecía incomunicado, sin contacto ni con la familia ni con los abogados. Una vez terminada la investigación, daban traslado a la defensa que tenía cuatro horas para leer todo lo instruido, entrevistarse con el cliente y proponer medios de prueba, que eran rechazados en el 98 % de las peticiones. Obviamente así no había manera de defender a nadie y menos cuando los acusados se enfrentan a una pena capital.

En el caso de Xoxé Humberto Baena, miembro del FRAP, la defensa llegó a plantear 190 pruebas que fueron desestimadas al completo. El arma utilizada en el atentado no se presentó el día de la vista oral y solo se llevaron a juicio a los testigos que ofrecían relatos coincidentes que servían para acusar al reo. Además, se les aplicó a todos los acusados el mencionado decreto ley de agosto cuando los hechos habían ocurrido meses antes, lo que invalidaba el carácter retroactivo. "Las sentencias estaban dictadas de antemano", explica Fonseca, autor de otras obras que pretenden recuperar la memoria histórica como Trece rosas rojas (Temas de hoy, 2004).

Ángel Otaegui con unos amigos

Tanto el PSOE como el PCE dieron instrucciones para que sus abogados se mantuvieran al margen, por lo que fueron letrados independientes de izquierda "muy jóvenes" los que se hicieron cargo de las defensas, "sin apenas margen de maniobra". Para Carlos Fonseca estos abogados han sido una fuente de especial importancia para recomponer el rompecabezas del proceso cuarenta años después ante las trabas administrativas y legales para disponer de los expedientes. "He tenido acceso a la documentación pero en algunos casos estaba censurada", explica el autor de Mañana cuando me maten.

El expediente del Consejo de Guerra a Ángel Otegui se encuentra oficialmente desaparecido, no así el del otro miembro de ETA, Jon Paredes Txiki, que el escritor pudo consultar sin problema. En Madrid estaban los expedientes de los miembros del FRAP y ahí el tema se ponía peliagudo. "Me dieron acceso de una manera parcial porque la copia digital estaba censurada con nombres y firmas tachadas", explica Fonseca. "La Ley de la Patrimonio Histórico establece un plazo de 25 años desde la muerte del aludido para poder acceder a la documentación y si no se conoce de manera fehaciente la fecha de fallecimiento se amplía hasta 50 años. Aquí el problema es que había gente implicada que no fue fusilada y aún no han trascurrido 25 años de sus muertes". En contraposición a estas restricciones, la Ley de Memoria Histórica establece que hay que facilitar el acceso a la documentación de la dictadura y la Transición a los investigadores para que ejerzan una labor divulgativa. "Esta incongruencia no se resolverá hasta que alguien lo lleve a los tribunales", opina el escritor.

P.- ¿Hay una intención política deliberada para que no se remuevan estas aguas?
R.- La derecha ha acuñado una frase, "es mejor no reabrir heridas del pasado porque facilita o fomenta la confrontación de las dos españas". Todo eso me parece francamente absurdo. Entre la gente con la que he hablado para este y otros libros sobre nuestro pasado reciente no he encontrado a nadie que me haya trasladado un ánimo de venganza o de revancha. Desde mi punto de vista, relatar estos hechos sirve para que cicatricen las heridas.

De poco o nada le sirvió al régimen llevar hasta el final las ejecuciones, ni siquiera adoptando la decisión salomónica de conmutar la pena a seis de los once condenados. La Unión Europea retiró a los embajadores y quedó en suspenso un acuerdo que se estaba negociando. Lo mismo ocurrió con la negociación del Concordato con el Vaticano ya que Franco desoyó la petición de clemencia del Papa. Dos meses después moría Franco y con él el búnker, aquella rama del régimen que defendía perpetuar el franquismo sin Franco con medios represivos. La Transición estaba en marcha.

@JavierYusteTosi