José García Nieto.

Era José García Nieto (Oviedo, 1914 - Madrid, 2001) un poeta clásico, de estirpe garcilasiana. Un poeta elegante y conciso. Un sonetista de altura, amigo de poetas y promotor de todo talento que le pasaba por delante. Lo defendió Cela, y después Umbral. Y lo defendieron de aquellos que quisieron partir la poesía en dos, de aquellos que abrieron -dice Paloma García Nieto (la hija)- una brecha, aparentemente insalvable, en todo el centro de la poesía española. "Se trata de una figura capital de la generación de posguerra", nos dice, al teléfono desde Barcelona, José Manuel Blecua, que ultima ahora -precisamente- un trabajo sobre el poeta asturiano. Blecua participará este miércoles en un homenaje al escritor en la Biblioteca Nacional de España. Junto a Paloma García Nieto, en la actualidad al frente de la fundación de su padre, estarán también Víctor García de la Concha y la directora de la institución cultural, Ana Santos Aramburo. El homenaje, que tendrá lugar a las 19.00 h., se completa con una muestra bibliográfica del escritor que se podrá visitar, en la antesala del salón de lectura, entre el 26 de enero y el 28 de febrero.



Sostiene Blecua que se entendió mal la aportación de García Nieto a la poesía. "Aunque por supuesto era un poeta clásico, un poeta, además, muy agradable, ameno y divertido, lo cierto es que supo dotar de modernidad a su poesía, sobre todo en el ritmo y en la selección del léxico". Frente a quienes lo enfrentaron con su tiempo, y con los nuevos y refrescantes caminos que emprendía la poesía, Paloma blande un epistolario inédito que saldrá algún día publicado y que forma parte de un archivo en el que se conservan más de 6.800 documentos de su padre. Quiso la leyenda que hubiera una hostilidad casi violenta con Victoriano Crémer (director de Espadaña, la otra gran revista literaria de los cuarenta, enfrentada a la Garcilaso de García Nieto). "Con Crémer se llevaba muy bien, como demuestran las más de veinte cartas que se conservan; esas cartas son muy curiosas porque en ellas se ve que mi padre nunca estuvo enfrentado personalmente con él ni con ningún otro poeta; de hecho, pese a sus diferencias, se ve cómo se hablan con respeto e incluso con cariño". "La poesía española -tercia el académico- fue por otros caminos, pero García Nieto siempre fue un poeta sólido, un escritor que supo ayudar a quien lo merecía y mantener siempre a sus amigos".



García Nieto era un escritor compulsivo, y un poeta de una facilidad extraordinaria. Publicó treinta libros y aún queda una buena parte de su obra inédita. En este asunto, la intervención de la fundación es decisiva, pues desde 2012 viene organizando la recuperación de ese legado, no solo poético, sino también periodístico. Mientras se preparan nuevas ediciones del autor de Tregua, Geografía es amor o Los cristales fingidos, hace unos meses la Fundación Banco Santander reeditó la primera antología completa del escritor, de 1996, enriquecida con un "colofón lírico en prosa" y un "epílogo epistolar". Además, la Comunidad de Madrid pondrá en marcha el Premio de Poesía García Nieto, con la idea, según Paloma, de dar oportunidades, "en la línea de lo que pensaba mi padre, a los poetas jóvenes y de distintas tendencias". "Todo el mudo elogia la calidad humana de García Nieto -comenta Blecua-, su capacidad para ayudar a los demás, su bondad, la sensación de cordialidad que transmitía y su sencillez".



García Nieto fue, en todo caso, un poeta premiado y reconocido. Ganó el Adonais y dos veces el Nacional de Literatura y dirigió, además de Garcilaso, Acanto y Poesía Española. Ganó el Cervantes en 1996. Y antes ingresó en la Real Academia Española, como dice Blecua, "casi al modo de Zorrilla", esto es, con un discurso en verso que "era en realidad un hermoso elogio de la lengua española". Mientras nos habla, el académico revuelve entre los números de la revista Garcilaso. "Una revista magnífica", dice. Y, con el primer número, y el último, en la mano, nos da la franja exacta en que existió: apenas tres años (del 1943 a 1946), treinta y seis números, lo cual fue suficiente, concluye, para completar "un papel fundamental en el desarrollo de la poesía de posguerra".