Image: Andrés Trapiello: El novelista no es ni hombre ni mujer; sólo un modo de sentir y de decir

Image: Andrés Trapiello: "El novelista no es ni hombre ni mujer; sólo un modo de sentir y de decir"

Letras

Andrés Trapiello: "El novelista no es ni hombre ni mujer; sólo un modo de sentir y de decir"

El escritor leonés se adentra en su última novela, Los confines, en uno de los tabúes sociales más escabrosos: el incesto

29 mayo, 2009 02:00

Andrés Trapiello. Foto: Begoña Rivas

Alberto Ojeda
Andrés Trapiello plantea en su última novela, Los confines, un dilema apenas ponderado en literatura: en qué medida la pureza del amor puede salvar de culpa al incesto. El escritor leonés se mete en la piel de Claudia, enamorada de Max, su hermano. Ésta narra la decisión de ambos de no claudicar ante las convenciones sociales y seguir adelante con su relación. Buscan, con su determinación a contracorriente, reconquistar el paraíso original arrebatado a la humanidad.

Pregunta.- ¿Podría decirse que la tesis del libro es que el amor, si es puro, libra de culpa al incesto?
Respuesta.- No es una novela de tesis, creo. Cuenta, eso sí, la historia de dos personas a las que un hecho fortuito cambiará sus vidas. Estaba escrito que jamás se enamorarían entre ellos, pero tal cosa sucedió y de una manera irremediable. Si hubiesen obedecido a su destino, si hubiesen acatado el tabú del incesto, nada de lo que sucedió después, habría sucedido. De eso trata la novela, de dos personajes que comprenden que la vida sólo vale la pena de ser vivida si se es enteramente libre. Y la vida no vale nada sin amor, eso también lo saben.

P.- La canción del célebre cantante mexicano José Alfredo podría ser el himno de los amantes de tu novela: Vamonos, donde nadie nos juzgue / donde nadie nos diga/ que hacemos mal... Se lo digo porque la novela plantea que el viaje moral hacia lo prohibido sólo es posible si se realiza un viaje geográfico hacia los confines. ¿Es así?
R.- Sí y no. Lo que les ha sucedido a los protagonistas de la novela ha sido posible porque se encontraban en un lugar paradisíaco. Esa es la razón por la cual a tantas personas les gusta viajar, es una manera de dejar atrás la vida cotidiana, a menudo infernal o purgatoria, y acercarse al paraíso, sin responsabilidades, con las necesidades materiales satisfechas, en la felicidad del anonimato. Se diría que lejos de todo fuésemos totalmente libres. El paraíso es el lugar donde no hay temor. Cualquier enamorado sabe esto, por eso gustan los enamorados de estar solos. Y Max y Claudia quieren convertir su vida cotidiana en un paraíso, tienen derecho a ello. Pero quienes les rodean, obedientes a las leyes del tabú, tratarán de impedirlo. Esta es la parte del sí. En cuanto al no debe decirse que Max y Claudia naturalmente creen en la justicia y en las leyes, sólo que ni la justicia ni las leyes pueden intervenir en el deseo legítimo de nadie.

P.- Escoge como narradora a una mujer. ¿Se siente seguro al narrar desde la perspectiva femenina? ¿Qué es lo que parece más complicado en este reto?
R.- Hubo una versión de esta novela que tenía seiscientas páginas y estaba escrita en tercera persona. Cuando en la tercera o cuarta versión pasó a la primera, todo resultó asombrosamente fácil. No podría explicar cómo sucedió algo así, pero sucedió. Acaso porque el novelista no es hombre ni mujer (ni rey ni mendigo, ni prostituta ni vestal), sino sólo un modo de sentir y de decir, de aquel "si se sabe sentir se sabe decir" de que habla Cervantes.

P.- Asegura que hay un guiño cervantino en el estilo narrativo de la novela. ¿En qué sentido lo afirma?
R.- Claudia la protagonista narra la historia de una forma curiosa: habla en primer persona de todo el mundo menos de ella. Y por lo que dice de los demás sabemos bien cómo es ella. Diríamos que son los demás los que "la dicen".

P.- Cuándo tiene una novela entre las manos, ¿cómo se organiza para seguir escribiendo sus diarios? ¿Aparca la escritura de estos por un tiempo o es capaz de simultanearla con su trabajo en la ficción?
R.- Los diarios, tampoco sé muy bien cómo, acaban escribiéndose solos. Claro que esos diarios son especiales, porque cuando se escriben, día a día, son diarios, pero al publicarse cinco o seis años después, se han convertido en novela. Se diría que lo que una mano escribe como diario la otra lo publica como novela, simultáneamente, ya que cada día escribe uno lo del día y cada día corrige uno y novela lo de cinco o seis años atrás.

P.- Dice que la novela representa el método más eficaz a la hora de comprender y dar sentido a los misteriosos orígenes y designios del amor. ¿Por qué?
R.- La idea, muy exacta por lo demás, es de Stendhal. La ciencia es insuficiente para explicarnos lo que es el amor, el deseo, el temor, la dicha. Los hechos son además un aspecto secundario de la realidad, y la poesía que ha de haber en toda ficción tratará de encontrar esos orígenes y presentárnoslos ordenados, organizados. Esa es la tarea del novelista, observar, indagar y ordenar una realidad que a menudo nos resulta inverosímil, y hacérnosla verosímil y, a ser posible, verdadera, con su verdad propia. Eso es lo que hace que nos parezca hoy más real don Quijote que el propio Cervantes, su creador, que es casi ficción de los cervantistas.