Image: El gigante inquieto. EE.UU. de Nixon a G. W. Bush

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Letras

El gigante inquieto. EE.UU. de Nixon a G. W. Bush

James T. Patterson

9 noviembre, 2006 01:00

Traducción de D. León Gómez. Crítica. Barcelona, 2006. 669 páginas, 29’90 euros

James T. Patterson. Ganador del premio Bancroft de Historia por Grandes esperanzas: Estados Unidos , 1945-1974 (OUP, 1996), James T. Patterson es profesor emérito de Historia por la Fundación Ford de la Universidad de Brown, institución en la que ha enseñado más de treinta años. Mientras trabajó en la universidad de Indiana, desde 1964 a 1972, y publicó una biografía del presidente Taft, además de libros sobre el New Deal y la política norteamericana anterior a los años 60. Galardonado con el Frederick Jackson Turner Book Prize en 1966 y el Indiana University Teaching Award en 1968, es considerado uno de los grandes especialistas en política y cultura contemporáneas de los Estados Unidos.

En medio de unas elecciones en las que se auguraba un avance de los demócratas en el Congreso y el Senado, resulta conveniente repasar la historia de los Estados Unidos durante los últimos treinta años y una buena guía para hacerlo es El gigante inquieto, un libro cuya traducción española acaba de publicarse. Su autor, James T. Patterson, es profesor emérito de la Brown University y autor de un volumen previo sobre los Estados Unidos de 1945 a 1974: Grandes esperanzas. En su nueva obra parte de un momento crítico de la historia política americana, la dimisión del presidente Nixon en 1974, tras el escándalo Watergate, y concluye con la polémica elección en 2000 de George W. Bush, el 43 presidente de los Estados Unidos, a quien en su país llaman por ello Bush 43, para diferenciarlo de su padre, Bush 41. Los últimos años se han caracterizado por un neto predominio del Partido Republicano, que ha gozado de mayoría en el Congreso y el Senado, algo que nunca logró Ronald Reagan. La incógnita hasta ayer mismo era si esta tendencia iba a cambiar.

Patterson ofrece un buen resumen de la política americana durante las sucesivas presidencias de Gerald Ford, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George Bush y Bill Clinton, acompañada de sugestivos retratos de tales presidentes. Presta bastante atención a la política exterior de la primera potencia del mundo, pero su énfasis está decididamente en la historia interna, en las transformaciones sociales que han experimentado los Estados Unidos y en los choques culturales que allí se han sucedido. Su hilo conductor es el que se refleja en el título, que busca deliberadamente el contraste con el de su volumen anterior: mientras que las tres décadas que siguieron a la victoria de 1945 fueron de grandes esperanzas, las tres que han seguido al escándalo Watergate han estado marcadas por la inquietud subjetiva de los americanos, a pesar de que objetivamente su país ha crecido en potencia y prosperidad. El gigante está inquieto, porque teme que su bienestar se halle amenazado por un declive de los valores que lo han hecho grande. De ahí la importancia que han adquirido las llamadas guerras culturales, en torno a temas como la libertad sexual, el multiculturalismo o el papel de la religión en la vida colectiva.

En buena medida se trata de unas tendencias comunes a todas las sociedades más desarrolladas. En todas ellas se afirman las libertades individuales, avanza la emancipación femenina y aumenta la tolerancia, pero preocupan la tasa de divorcios y el consumo de droga, mientras que los conservadores tienden a percibir signos de decadencia y los progresistas lamentan que sus aspiraciones de cambio no lleguen a cumplirse. El caso de los Estados Unidos presenta sin embargo rasgos diferenciales, como el mayor nivel de religiosidad, la enorme diversidad étnica o el peso de la inmigración, que ha sido masiva durante los últimos treinta años. Los europeos, que comenzamos ahora a enfrentarnos en serio a problemas como la integración de los inmigrantes o los límites del multiculturalismo, tenemos mucho que aprender de la gran experiencia norteamericana. Patterson la expone de manera ponderada, proporciona al lector datos estadísticos y resultados de encuestas y resume las opiniones contrapuestas de diversos sectores de opinión.

No estamos pues ante un libro de tesis. Incluso hay ocasiones en que se echa de menos que el autor se comprometa con una determinada interpretación, pero hay que respetar su opción de dejar que sea el lector quien extraiga sus propias conclusiones. Para lo cual, por otra parte, habría sido útil que expusiera en forma de gráficos los principales datos numéricos, que quedan dispersos en su texto, acerca del cambio social experimentado en Estados Unidos en las tres últimas décadas. La prensa diaria publica habitualmente ese tipo de gráficos pero, por motivos difíciles de comprender, las editoriales se muestran reacias a incluirlos en los libros destinados a un público amplio, cuando lo cierto es que se trata de la mejor manera de transmitir información cuantitativa. Sin embargo hay que reconocer que Patterson se expresa con claridad y que la lectura de su libro permite hacerse una imagen coherente de muchos aspectos de la sociedad americana, de los que todos tenemos noticia por los medios de comunicación, pero que a menudo nos resultan difíciles de entender. Y esa imagen es tranquilizadora. Más allá de la crispación política, de las polémicas sobre el aborto o la acción afirmativa, viene a concluir Patterson, las bases de la solidaridad nacional se mantienen firmes, la lealtad a las instituciones de la República sigue uniendo a la gran mayoría de los ciudadanos, y la sociedad americana es hoy más justa que en aquellos años 40 y 50 que algunos añoran.

Lo cual no quiere decir que no haya problemas, lo que ocurre es que tienen solución. En uno de sus capítulos Patterson aborda la cuestión, polémica en extremo, de la inmigración, el multiculturalismo y la raza. Como resultado de la nueva legislación inmigratoria de 1965 y de los efectos, inicialmente no previstos, de las cláusulas de reunificación familiar, Estados Unidos ha vuelto a ser la gran tierra de inmigración que era antes de la I Guerra Mundial. En el último tercio del siglo XX llegaron unos treinta millones de inmigrantes, con las novedades de que el mayor contingente es el hispano y de que un porcentaje importante procede de Asia. No es extraño pues que un sector de la opinión americana se sienta inquieto por el fenómeno, alimentado en parte por la inmigración clandestina, pero lo cierto es que su llegada ha estimulado el desarrollo económico. También inquieta a muchos la creciente reivindicación de las tradiciones culturales de cada grupo étnico, a expensas de la cohesión nacional. Pero el crisol americano sigue funcionando y Tiger Woods, estrella del golf, puede reivindicar con orgullo su naturaleza de cablinasian, es decir su combinación de ancestros caucásicos, negros, indios y asiáticos. En cuanto a los afroamericanos, es cierto que sus ingresos se sitúan por debajo de la media nacional y que el cuarenta por ciento vive en enclaves casi exclusivamente habitados por ellos. Pero el porcentaje de jóvenes afroamericanos que obtiene una titulación universitaria ha aumentado mucho más que el de los blancos, aunque sigue siendo bastante inferior al de estos, y el incremento de los matrimonios mixtos ha sido también espectacular. Uno de cada diez afroamericanos está hoy casado con un cónyuge de otra raza. Esa proporción es mayor que la de judíos casados con gentiles en 1940, pero esta última se ha elevado tantísimo que hoy en día la mitad de los judíos está en esa situación.

Con todo, las diferencias sociales y étnicas siguen siendo un factor importante en la vida americana y tienen consecuencias políticas. En las elecciones de 2000, por ejemplo, el candidato demócrata Al Gore obtuvo una victoria arrolladora entre los ciudadanos de menos ingresos, los inmigrantes recientes y los afroamericanos, mientras que George Bush ganó entre los blancos y entre los cristianos practicantes. Estados Unidos es una gran nación plural.

Otras perspectivas

Acaba de aparecer también en las librerías españolas Una nación conservadora, el poder de la derecha en Estados Unidos (Debate, 2006, 582 págs), de John Micklethwait, director de la revista "The Economist", y Adrian Wooldridge, jefe de la delegación en Washington y redactor de la misma revista. Se trata de un libro que enriquece la perspectiva sobre la política contemporánea americana, más concretamente sobre la derecha, ya que retrata, en palabras del autor, en qué medida "dicho conservadurismo explica por qué Estados Unidos es diferente". Para argumentarlo, los autores se sumergen en la historia del país, trazan la anatomía de la derecha norteamericana, adelantan algunas profecías y explican lo que supone vivir "con la nación conservadora".

Lo cierto es que resulta difícil comprender desde Europa la importancia que en USA tienen conceptos como patria o religión, identificados desde esta orilla del mundo con la derecha, al punto de que el ascenso del conservadurismo se halla en la raíz de lo que significa ser estadounidense. La opinión pública de la mayoría de sus ciudadanos está a la derecha. El conservadurismo estadounidense puede resultar, de hecho, extraordinario. Mientras en Europa apenas hay programas de radio y televisión conservadores, existen unos doscientos canales de televisión cristianos, mil quinientas emisoras de radio cristianas y una derecha cristiana altamente organizada. Son los valores y no la posición de clase que define a la derecha. algo insospechable en Europa. Por el contrario, EE.UU. no ha producido una extrema xenófoba como existe en Europa. S. L.