Image: Los usos de las imágenes

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Letras

Los usos de las imágenes

E. H. Gombrich

12 junio, 2003 02:00

E. H. Gombrich, por Gusi Bejer

Debate, 2003. 304 páginas, 35’50 euros. Temas de nuestro tiempo. Debate, 2003. 223 páginas, 32 euros

Al final de su larga trayectoria como historiador, Gombrich se convirtió en un paladín de la defensa de las humanidades. También de una concepción tradicional de la cultura, en el sentido de abominar de todo relativismo y propugnar un canon bien definido

John Ruskin escribió que las grandes naciones relatan sus autobiografías en tres manuscritos: el libro de sus actos, el de sus palabras y el libro de su arte. E. H. Gombrich añade que ninguno de ellos puede entenderse a menos que leamos los otros; pero, de los tres, el único digno de confianza es el último. Esta convicción justificaría el trabajo de un historiador del arte y, desde luego, parece que el propio Gombrich la tomó al pie de la letra, pues a ello dedicó toda su vida. Si analizamos con atención sus escritos descubriremos algo más: Gombrich entiende el arte no como la plasmación más sincera del espíritu de una época sino como uno de los factores que contribuyen a su creación. Por eso resulta lógico que al final de su larga trayectoria como historiador, nuestro autor se haya convertido en un paladín de la defensa de las humanidades. También lo es de una concepción tradicional de la cultura, en el sentido de abominar de todo relativismo y propugnar un canon bien definido.

Todo esto viene al caso de la aparición de dos de sus libros: la reedición de Temas de nuestro tiempo, y la primera edición española de Los usos de las imágenes. Ernst Gombrich (1909-2001) es, sin duda, uno de los historiadores del arte más prestigiosos y mundialmente reconocidos, autor de más de diez volúmenes de ensayos y de una muy popular Historia del Arte. No deja de ser paradójico que, tal y como él mismo cuenta en un sabroso "Apunte autobiográfico" al comienzo de Temas de nuestro tiempo, su mayor éxito haya sido un libro redactado al dictado, en pocas semanas, por pura necesidad económica. También en ese "Apunte" confiesa que lo más extraño de su vida es que en un tiempo tan lleno de peligros e incertidumbres, consiguiera convertirse en un erudito enclaustrado.

Ernst Gombrich, nacido en 1909 en Viena, se trasladó a Londres poco antes de la anexión de Austria por los nazis. Allí ingresó en el cuerpo facultativo del Warburg Institute y desde 1969 se convirtió en profesor de Historia de la Tradición Clásica en la Universidad de Londres. Lo que hace interesante para el gran público la obra de este "erudito enclaustrado" es que su curiosidad intelectual le llevó a ocuparse, junto a temas relativos al arte de la Antigöedad y el Renacimiento, de otros pertenecientes a la cultura visual contemporánea, ya sean los manuales de instrucciones, la fotografía o el humor gráfico. Es su capacidad de insertar cualquiera de ellos en una larga tradición, donde revelan significados por lo general ocultos, lo que hace de sus estudios una inacabable fuente de sugerencias.

A ese ámbito pertenece Los usos de las imágenes, cuyo subtítulo vale como resumen de su contenido: Estudios sobre la función social del arte y la comunicación visual. La mayor parte de los artículos versa sobre la evolución de la función de las imágenes, de su oscilación entre el valor de culto y el valor estético o del oscurecimiento de éste frente a valores utilitarios.

El otro libro que comentamos tiene, sin embargo, un interés que desborda el ámbito puramente artístico. Recoge toda una serie de intervenciones y escritos en torno a la importancia de la enseñanza de las humanidades en el sistema educativo. La posición de Gombrich es radical en este sentido. En definitiva, lo que defiende es un tipo de enseñanza que dé como resultado "no sólo una sociedad económicamente viable sino una sociedad civilizada". Esta es su respuesta a la reforma de la educación británica de comienzos de los ochenta, dispuesta a desplazar sus inversiones de campos meramente especulativos a ámbitos de formación tecnológica. Gombrich ataca también lo que conocemos de forma global por "estudios culturales" -una disciplina procedente de la academia norteamericana. Desde esta perspectiva se plantea la necesidad de estudiar no sólo a los grandes maestros, sino también la producción artesana o la de artistas de menor categoría, como elementos igualmente esenciales de la creación de un determinado periodo.

Gombrich señala que ese es el planteamiento de la ciencia -los astrónomos estudian todas las estrellas, no sólo las más brillantes- pero la diferencia entre ciencia y humanidades es que en las últimas está necesariamente inscrita una escala de valores. Como puede comprobarse, nuestro autor se sitúa en las antípodas de ese pensamiento postmoderno que pretendía relativizar el canon y equiparar en nobleza cualquier creación del espíritu humano. La verdad es que sus argumentos son poderosos y sugieren que éste es un debate que aún tardará mucho en darse por acabado.