Image: Un blanco fácil: B.W., en blanco y negro

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Letras

Un blanco fácil: B.W., en blanco y negro

Especial José María Blanco White

30 mayo, 2001 02:00

"Empresa más abominable y antipatriótica no podía darse en medio de la Guerra de Independencia" es el veredicto de don Marcelino Menéndez Pelayo. "No hallo dictado bastante negro con que caracterizar su conducta" fue la condena de Jovellanos. ¿El blanco de estas opiniones tan unívocas emitidas por estas dos figuras tan distintas, ideológicamente? José María Blanco White, y sus escritos sobre las Américas publicadas en el periódico londinense El Español entre 1810 y 1812.
Con recomendaciones como éstas, entré con grandes expectativas en los textos americanos de Blanco White. ¿Cuál no sería mi sorpresa al encontrar a un Blanco notablemente mesurado y sensato, pragmático y conciliador, profundamente patriótico, y deseoso, sobre todo, de la conservación del imperio español? "Todo mi empeño ha sido en la conciliación"; "la crisis actual presenta la ocasión más oportuna de asegurar para siempre la existencia y la gloria del imperio español." En estos textos, Blanco White apoya la independencia anunciada en Caracas, sí, pero sólo en cuanto "una medida de gobierno interior que todos los pueblos de España han tomado según les han dictado las circunstancias" -léase, la invasión napoleónica. Defiende la relajación del monopolio comercial gaditano, principalmente como medida de aplacar a los intereses comerciales americanos: "el único medio de conservar las Américas unidas con España es no disponer de sus intereses sin su consentimiento." ¿Cómo es que estas posturas tan sensatas de nuestro Blanco le valieron los bonitos piropos de Menéndez Pelayo y Jovellanos? ¿Cómo es que la voz tan diáfana de Blanco apenas se ha oído en medio de la vocinglera reconstrucción de una tradición liberal española en los últimos años? Al contemplar estos profundos enigmas del patriotismo español, los ojos se me ponen en Blanco.


La más negra de las negras

En general, el tradicionalismo español la ha tenido fácil. Cuando algún intelectual ha levantado una crítica, o, peor aún, formulado una disidencia, sentencia sumariamente: ¡Leyenda Negra!

Menéndez y Pelayo escribió: "no nos indignemos con Blanco: basta compadecerle… Era el renegado de todas las sectas, el leproso de todos los partidos, y caminaba al sepulcro sin fe en su misma duda, temeroso de lo mismo que negaba, aborrecido de muerte en España, despreciado en Inglaterra…". Compadecer, es decir, perdonar, significa, para el catolicismo ortodoxo, olvidar.

El profesor James Fernández se pregunta: ¿por qué, siendo Blanco uno de los intelectuales españoles de la primera mitad del siglo XIX más profunda y dramáticamente preocupados por el progreso de su patria, por la independencia de las presiones políticas y militares europeas sobre la monarquía, por la conservación y desarrollo de la comunidad hispánica más allá del océano en términos de concordia y libertad, por qué los mismos ilustrados y liberales, y los menos ilustrados nacionalcatólicos le condenaron?

La respuesta quizás se encuentre en los mismos términos de la condena menendezpelayiana. Blanco es el renegado y el leproso porque no tenía "Fe", porque dudaba, y porque dudaba de su propia duda. El principio de la duda que constituye el punto de partida elemental de la modernidad es lo que le condena a los ojos del tradicionalismo español. Recuérdese que el ilustrado Feijoo criticaba la duda cartesiana como una demencia, y que Unamuno se sobresaltaba frente a este mismo princpio de la duda filosófica como si se tratase del mismo Satanás. Ortega condenó el racionalismo cartesiano en nombre de un vitalismo elitista sui generis. Y esta tradición castiza no termina aquí.

Refiriéndose a sus años estudiantiles Blanco describió con entusiasmo el momento en que "aprendió al mismo tiempo a razonar, a argumentar, a dudar". Y comparó ese instante con el momento en que los pájaros alzan el vuelo por vez primera.

Ciertamente, Blanco llevó este principio de razón y de duda bastante lejos: cuestionó los dogmas y las estrategias del catolicismo, atacó las prácticas de limpieza de sangre que seguían practicándose en España, puso de manifiesto la irracionalidd de la Inquisición, lo mismo que Goya, llamó la atención sobre la precariedad y limitaciones de los liberales, y señaló además que el mayor peligro de la Independencia hispanoamericana era no dudar sobre su legado virreinal. Por eso Blanco White fue condenado por Jovellanos, luego perdonado por Menéndez y Pelayo, y finalmente olvidado como la más negra de todas las leyendas negras.

Eduardo Subirats