Image: Oh, la, la, la Modernidad

Image: Oh, la, la, la Modernidad

Teatro

Oh, la, la, la Modernidad

25 marzo, 2016 01:00

La Zaranda en El grito en el cielo. Foto: J. C. García y V. Iglesias

¿Es compatible la escena con las ciclogénesis meteorológicas, la Cruz Roja o Pablo Iglesias? Ignacio García May celebra el Día Mundial del Teatro consiguiendo lo imposible. Concilia esos conceptos y muchos más, como el teatro del suicidio, el alisado japonés, el verbatim -o cómo leer el periódico sobre el escenario- y la acción performativa -o cómo contratar a unos titiriteros sin haber visto previamente su obra-. Nos regala varias entradas para no perdernos en la Modernidad.

Todas las profesiones tienen su lenguaje particular, que sirve, fundamentalmente, para fardar: si en vez de decir que viene una borrasca anuncias que se avecina una ciclogénesis resulta mucho más impactante, porque da la impresión de que, además de sacar el paraguas, tendremos que tomar un antibiótico o ponernos un traje anti radiación. Y con eso ligas que ni te cuento. El lenguaje propio del teatro era, hasta hace poco, medianamente comprensible. Te decían "hay un conflicto entre protagonista y antagonista", y tú enseguida lo pillabas; vale, o sea, el mal rollo entre Hamlet y Claudio de toda la vida de Dios. Pero ahora, no sé si por influencia de los meteorólogos o de esos chirimbolos que exponen en ARCO, se ha puesto de moda en el choubisnes un lenguaje opaco y tremebundo que dificulta extraordinariamente la vida del humilde teatrero, como si no tuviera ya bastante con aguantar el IVA y a Celia Mayer. Continuando la labor didáctica que caracteriza estas páginas, intentaremos aquí esclarecer alguno de esos términos. Aunque, dado que esto de la modernidad se basa en la ambigüedad constante, es decir, en no comprometerse mucho con nada por si las moscas, tampoco yo puedo garantizarles que el significado expuesto sea válido diez minutos después de que ustedes lo lean.

Dramaturgia del Yo. Ésta es fácil. Consiste en la constatación de que YO, autor, soy moralmente muy superior a ti, espectador, que sólo eres un mindundi, y tengo razón en todo lo que digo, y tú lo único que tienes que hacer es sentarte y escuchar mi filípica dando gracias al Señor por gozar de ese privilegio. Vamos, como Pablo Iglesias.

Teatro social. Dícese de cuando se utiliza el teatro como sucedáneo de la Cruz Roja. Aunque en este caso, después de sacarte sangre, ni siquiera te dan un bocadillo.

Teatro comprometido. Se consigue montando o programando obras donde se defiende una tesis comúnmente aceptada, pero haciéndolo como si acabáramos de inventarla nosotros. Por ejemplo: ¡Mira que es malo el hambre en el mundo! ¡Oh! ¡Ah!, o ¡Pero qué indio es Gandhi! Es el género favorito de las misses, por su complejidad intelectual. NOTA: Si en vez de defender una idea comúnmente aceptada lo que se propone es sostener una tesis polémica, por ejemplo ¡Qué majete es Rajoy, muy en el fondo! o ¡Menudo genio incomprendido, ese Goebbels! entonces se le llama Teatro del Suicidio. Aunque esto en realidad no se hace nunca, porque no lo subvenciona nadie, y total, para qué.

Estructura rizomática. Esto me suena que es teatro para peluquerías, aunque de las antiguas, porque lo que está de moda ahora es el alisado japonés.

Devising. Atención, este término es inglés, o sea que es importantísimo. Si fuera alemán, ya sería la repanocha. Consiste en que pones a los actores a improvisar, ellos te hacen la obra, y luego tú la registras como propia y te llevas los derechos de autor. Recordemos que fue en Inglaterra donde se inventó el capitalismo.

Comedia. Género extinguido. Se prohibió porque la gente se reía viéndola. Qué vergüenza, pasarlo bien en un teatro. ¿Dónde se ha visto eso?

Teatro de inmersión. Espectáculo para submarinistas. Ni debajo del agua nos van a dejar en paz. Aunque, ahora que lo pienso, cuando lo hacía Esther Williams tenía su gracia, con aquellos colorines tan monos.

Perspectivas de género. Básicamente hay tres: género chico, género grande y género tonto. Este último se lleva mucho en el Congreso y en algunos estrenos.

Teatro posdramático. El movimiento más trendy de la cultura contemporánea, junto con el cine prefílmico, la televisión semitelevisada y el fútbol sin portería. Es un teatro sin personajes, sin argumento y sin conflictos. Espectadores tampoco es que tenga muchos.

Verbatim. Vas, eliges una noticia del periódico, se la das al actor para que se la aprenda y la recite palabra por palabra en escena, y luego registras la obra como propia y te llevas los derechos de autor. Esto último ya lo he dicho antes, pero es que el verbatim también es un invento inglés. O lo parece, vamos.

Acción performativa. Hecho escénico semióticamente consistente ubicado sectorialmente en el eje sintáctico del espacio gnoseológico, en el que los actantes enfocan su hermenéutica desde un enfoque concomitante con el acervo sociocultural, pero sólo si la disyuntiva ontológica se presta a ello. Como sé que esto es un poco difícil de entender para los que son del mundo de la cultura, pongo un ejemplo en tres fases: UNO, contratas a unos titiriteros sin ver antes su obra, DOS, les denuncias por lo perversa que es la obra, pero aún sin verla, TRES, dices que se ha cometido una gran injusticia con los pobres desdichados, todavía sin ver la obra.

Multiprogramación. Sutil mecanismo de venta consistente en poner en una sala cuatrocientos espectáculos en la misma semana, aunque en realidad no importa ni lo más mínimo ninguno de ellos. Sucede que como cada compañía tiene un puñado de amiguetes y algún que otro familiar, ya se encargan ellos de llenar el espacio, dando así la impresión de gran éxito.

Narraturgia. Hemorroides de los textos dramáticos.

Matemáticas. Concepto al parecer desconocido por las salas alternativas, igual que la rueda para los aztecas. Por eso no les salen nunca las cuentas y les sorprende que con cincuenta butacas a diez euros cada una no se pueda mantener el negocio.

Política cultural. Denominación moderna de lo que antes se conocía como gangsterismo.