Image: Estreno en el Lope de Vega de Sevilla de El retrato de Dorian Gray

Image: Estreno en el Lope de Vega de Sevilla de "El retrato de Dorian Gray"

Teatro

Estreno en el Lope de Vega de Sevilla de "El retrato de Dorian Gray"

Dirigida por María Ruiz y protagonizada por José Luis Pellicena, Juan Carlos Naya y Eloy Azorín

20 mayo, 2004 02:00

José Luis Pellicena y Eloy Azorín. Foto: Mercedes Rodríguez

¿Qué precio pondría uno a su alma? Dorian Gray, el personaje de Oscar Wilde, actualización del mito de Fausto, lo tiene claro. Cuando su amigo el pintor Basil Hallward le muestra el retrato que le ha hecho, exclama: "Si fuera esta pintura la que se volviera vieja y fea en mi lugar, y no al contrario... A cambio ¡yo lo daría todo! Daría mi alma a cambio...". Esa búsqueda de la eterna juventud (un tema tan de hoy y de siempre) acaba de ser adaptada para la escena por Fernando Savater. Dirigida por María Ruiz y protagonizada por José Luis Pellicena, Juan Carlos Naya y un debutante sobre las tablas Eloy Azorín, El retrato de Dorian Gray se estrena en el Teatro Lope de Vega de Sevilla el 25 de mayo.

La idea de adaptar para la escena la única novela de Oscar Wilde (escrita por encargo del editor de la revista americana Lippincott's Magazine, en cuyo número de julio de 1890 apareció por primera vez) fue, según explica Fernando Savater, autor de la adaptación, de los productores, Juanjo Seoane y José Manuel Garrido, "quienes me propusieron hacer la versión. Primero hablamos de traducir la versión escénica de la novela hecha por John Osborne, pero a mí no me gustaba demasiado. Me pareció preferible atenerme al original de Wilde, con algunos aditamentos escénicos de mi cosecha".

La de John Osborne es sólo una, la más conocida, de las muchas adaptaciones para la escena que se han hecho de la novela de Wilde, entre ellas un musical con libreto de Allan Rieser y Don Price y música de Gay Levinson. También existe una película, dirigida por Albert Lewin en 1945 e interpretada por Hurd Hatfield, George Sanders, Donna Reed y Angela Lansbury. Según María Ruiz, directora de la obra, "El retrato de Dorian Gray es una suma de todas las preocupaciones de Oscar Wilde: aquí están la belleza, el arte, la culpa, la diferencia entre apariencia y realidad...". El hecho de que Dorian Gray sea un personaje que ya está en el imaginario cultural "facilita la preparación de la obra", en opinión de Ruiz, pues "el público avisado es el mejor público que hay".

Once gramos dicen que pesa el alma, y esos once gramos son los que Dorian Gray entrega en pago por la eterna juventud. Lo que seguramente no espera es que la entrega será inmediata, que empezará a perder el alma en el momento mismo en que firma el trato, dando paso a un proceso de decadencia moral que revela cuál es el precio exacto: a cambio de evitar la degradación del cuerpo ha accedido a la corrupción de su espíritu.

Belleza, arte y culpa
Moderno Fausto, Dorian Gray alcanza la inmortalidad que buscaba el protagonista del primer poema de la humanidad, el babilonio Gilgamesh. La alcanza, pero debe pagar por ello y lleva a Wilde a una profunda reflexión sobre la frontera entre el bien y el mal. El relato comienza con Basil Hallward pronunciando unas palabras proféticas: "¡Cuánto significa la armonía entre cuerpo y alma! Pero nosotros, en nuestra locura, las hemos separado...". El retrato no sólo sufre las inclemencias del tiempo de las que se libra el modelo, sino que también adopta las muecas que la vida deja en él. Así, por ejemplo, cuando Dorian se desenamora de la actriz Sybil Vane y la trata de forma cruel, el gesto de su rostro no cambia, pero el retrato adopta una sonrisa cruel de desprecio. Dorian, horrorizado, decide enmendarse, pero antes de poder hacerlo Sybil se suicida...

Con la publicación de esta novela comenzó la cacería puritana que acabaría con los huesos (y todo lo demás) de Wilde en la cárcel de Reading en 1895, tras la denuncia del padre de su amante, Lord Alfred Douglas. De hecho, el contenido de esta obra fue una pieza fundamental durante los interrogatorios. "No existen libros morales o inmorales", escribió Wilde en su prólogo. Sin embargo, pese a lo siniestro e incluso morboso de la trama, El retrato de Dorian Gray es ante todo una historia de la ética, un debate moral entre el bien y el mal visto de un modo cercano al cinismo.

Un lapso de diez años
A Savater no le ha resultado complicado llevar a Dorian Gray a la escena, porque "es un texto eminentemente teatralizable, hasta el punto que a partir de él su autor se especializó ya en escribir para la escena. La mayor dificultad de la adaptación son los diez años que transcurren entre la primera y la segunda parte del relato. Pero la obra tiene un buen ritmo teatral y con unos cuantos retoques funciona perfectamente como drama". En cuanto a su versión, explica que "siempre que he traducido o he adaptado una obra teatral, he procurado resaltar lo más fielmente posible el original del autor y no convertirme yo en original. Quisiera revelar el talento de Oscar Wilde, no el mío". ésta no es la primera ocasión en la que Fernando Savater se acerca a la escena, y siempre lo ha hecho con María Ruiz como directora. Ella dirigió su primer texto teatral, Vente a Sinapia (1983), así como los posteriores último desembarco (1987), Catón (1989) y Guerrero en casa (1992). Sobre una próxima experiencia teatral afirma que "a corto plazo no tengo más proyectos teatrales, aunque siempre tengo nostalgia de mis efímeras aventuras como dramaturgo".

La escenografía (a cargo de Alfonso Barajas) ha sido especialmente compleja, según revela María Ruiz. "Es sencilla, porque la sencillez es el único modo de enlazar tantos espacios distintos. Usamos distintos niveles, gasas que desvelan los espacios, que proporcionan la continuidad necesaria". Otro de los problemas era mostrar el envejecimiento que sufre el rostro del retrato, que, según Ruiz, se ha logrado mediante "esas técnicas modernas".

Actualidad y símbolo
Para Savater el relato, "un cuento fantástico victoriano, parecido en cierto modo al Jeckyll y Hyde de Stevenson", "trata de la culpa y del paso del tiempo, quizá también de que no hay belleza totalmente inocente... Creo que esos temas difícilmente pasarán de moda", aunque, preguntado por un Dorian Gray hodierno, bromea: "¿Quién es Dorian Gray? Bueno, Michael Jackson seguro que no"... También María Ruiz es de la opinión de que "tiene una actualidad extrema. Tiene, sí, un punto de cuento moral, pero ha ocurrido con El retrato de Dorian Gray lo que ocurre con los clásicos, que es vigente siempre. Tiene un valor de símbolo, está en el lenguaje popular... Y ese valor de la Belleza llevado al extremo, de la juventud asociada a la belleza, es algo absolutamente contemporáneo". "A pesar de que el tratamiento de los personajes es un tanto esquemático", afirma Ruiz, "las peri- pecias que Wilde les obliga a pasar los vuelve próximos, con sus arrebatos de maldad y su deseo de bondad, lo que hace que, aunque el desarrollo sea distinto, el planteamiento de los personajes tenga algo de Dostoievski".

Azorín y Jayyam
La obra supone el debut sobre las tablas de Eloy Azorín, bien conocido por sus trabajos en el cine y en la televisión, arropado por dos actores de experiencia contrastada: José Luis Pellicena y Juan Carlos Naya. María Ruiz, que dirige la obra entre dos clásicos (su próximo trabajo es el Macbeth que presentará en el Festival de Almagro) afirma que "Eloy y yo hicimos un trabajo breve antes para ver si realmente podríamos trabajar juntos". Sobre el resultado dice que "no soy yo quien debe juzgarlo, pero soy muy optimista".

En la película de 1945 de Albert Lewin es citado a menudo un poema de Omar Jayyam, poeta, astrónomo y matemático persa. La referencia al poeta que con más empeño invitó a disfrutar de la belleza fugaz no era vana. O es fugaz, vienen a decirnos a dos voces Wilde y Jayyam, o no es belleza.