Teatro, música y vídeo se combinan en Children of Nowhere. Foto: Elisabeth Woronoff

El Teatro de La Abadía acoge el estreno de Children of Nowhere, la nueva obra en la que el reconocido director belga resucita la voz de los "fantasmas" de la dictadura chilena.

"El viaje nos permite huir del absurdo de nuestra civilización". Así de rotundo se mostraba el aclamado director belga Fabrice Murgia (Verviers, 1983) hablando con El Cultural en el estreno de su obra Ghost Road en 2013. Obsesionado con el hallazgo de lugares inhóspitos, lugares silenciados y enmudecidos por la historia, el actor y director recorrió a pie la mítica Ruta 66 coleccionando "postales del abandono" que cristalizaron en un montaje que ahora se convierte en serie con Children of Nowhere (Ghost Road 2), un viaje íntimo al fantasmagórico norte chileno, protagonizado por la actriz Viviane de Muynck, narradora del montaje, acompañada por el cuarteto de cellos Aton' & Armide, que llega al Teatro de La Abadía en el marco del Festival de Otoño a Primavera.



"Como ya hice en Ghost Road, quiero recuperar la memoria de lugares fantasma y ciudades abandonadas hallando trazos de vida que narren una historia. Para Childrens of Nowhere buscaba un lugar que pudiera dar testimonio de un pasado político, de una especie de lucha por unos ideales", asegura el director. Y Murgia encontró ese lugar en el pueblo de Chacabuco, antiguo asentamiento minero en pleno desierto de Atacama que fue utilizado durante la dictadura de Pinochet como campo de prisioneros. "Después de la depresión económica, y tras el Golpe de Estado de 1973, Pinochet transformó la mina en un campo de concentración, donde hubo 1.800 prisioneros políticos, la mayoría médicos, abogados, artistas y profesores", explica el director.



De todo ello solo queda hoy un pueblo fantasma en medio del desierto. Entre arena y rocas, barridas por el viento, las ruinas se levantan en medio de la nada, a millas de distancia de cualquier ciudad. Caminamos entre las paredes grises y una vieja ciudad industrial en ruinas. Como de costumbre, Murgia combina estrechamente vídeo, música y teatro, aunando nostálgicas y evocadoras imágenes del desierto con entrevistas llenas de emoción con los supervivientes, que se alternan con el desgarrador sonido de los violonchelos y la voz de la soprano Lore Binon. "Mi lenguaje teatral se nutre de tecnologías diversas. Lo natural para mí es utilizar el video, la música, la escenografía... Tal vez porque mi educación no ha sido a través del teatro, sino del cine, no siento la necesidad de trabajar de otra forma. El teatro, para mí, no es solo un texto y un actor".







Poco a poco, a través de estas entrevistas escenificadas, el director se deja llevar por las narraciones de los supervivientes, los poemas de Neruda y la voz de Violeta Parra para guiar al público en un poético viaje sobre la memoria, la vejez y la acción. "La intención es exhumar un pasado no muy lejano y, sin embargo, oculto, unos ideales condenados al olvido". Murgia da voz a estos fantasmas, estos hombres cuyas historias están llenas de dolor escondido, de dignidad y de modestia, haciéndose eco del poema de Pablo Neruda "Muere lentamente quien no viaja", que rescata la memoria de un lugar y un país. "La poesía de Neruda fue clave durante la dictadura chilena. Neruda murió en su casa de Isla Negra al conocer el golpe de Estado, casi justo después de escuchar las últimas palabras de Allende", recuerda el director. "No hay un solo muro en Chacabuco que no esté cubierto de poemas. El pueblo se agarró a la poesía. ¿Cómo explicarlo? La gente de aquella época con quien hemos hablado han sobrevivido porque escribían o cantaban poesías".



Fue en sus numerosos viajes a Chacaboco cuando Murgia se relacionó con los antiguos prisioneros, lo que reconoce que fue lo más complicado de todo el trabajo. "Cuando alguien ha sufrido torturas no es fácil que se abra y quiera recordarlo. Primero has de convencerle de la necesidad de hacerlo y eso lleva tiempo", cuenta el director. "Solo cuando después de varios encuentros surgen amistades puedes establecer la confianza suficiente para ahondar en el tema". Amigo hoy de muchos de ellos, a quienes ha permitido abrir la caja de sus recuerdos, Murgia contó con la ayuda de Juan Fuentes Botto, uno de estos presos de la época que lo acompañó en su silenciosa cruzada por el desierto y le relató con detalle sus experiencias sobre los hechos. "Él abrió brecha al ofrecernos sus confidencias, fuertes y comprometidas".



Con esta nueva experiencia, el director continúa con su idea de hacer una serie sobre lugares fantasma, desiertos donde la humanidad ha dejado huellas de su existencia efímera, cuyo próximo destino puede ser Fukushima, localidad japonesa que sufrió un escape nuclear en 2011 originado por un terremoto y un tsunami. "Sueño con una serie de Ghost Roads, con hombres y mujeres de orígenes distintos, queriendo afrontar el pasado, descosiendo su historia, la historia de su pueblo", reconoce Murgia.