Carlos Saura con el elenco de El gran teatro del mundo.

A diez días de su estreno, asistimos al ensayo de una obra sobre el montaje de otra obra que es a su vez la escenificación del mundo entendido como gran teatro. O sea, una matrioshka teatral de tres capas: Saura-Calderón-Dios.



A sus 81 años, con la energía y las ganas de un debutante, Carlos Saura hace su primera incursión en el teatro -que no en la escena- con una libérrima versión de El gran teatro del mundo, el célebre auto sacramental de Calderón de la Barca, que estrena el próximo 4 de abril en las Naves del Español de Matadero Madrid.



“Aún nos falta mucho por pulir”, se excusa Saura antes de empezar la representación. No están completos todavía el vestuario, ni las luces, ni las animaciones que irán proyectadas sobre dos enormes pantallas que convergen al fondo del escenario, pero el director se moría de ganas por verla en pie y analizarla en su conjunto. Por raro que suene, Saura asegura que el teatro es más metódico que el cine. “Un sistema espantoso” que le impacienta: “Se ensayan tres minutos de obra, luego otros cinco, luego otros ocho. Y cuando están listos, se vuelve atrás y se ensayan aquellos tres con los otros cinco, y luego se le añaden los otros ocho... En cine, aunque hay que rodar cada escena por separado, tengo más libertad para improvisar y modificar cosas sobre la marcha”, explica.



El cine de Saura rebosa teatro -Bodas de sangre, Flamenco, Carmen, ¡Ay, Carmela!...- y de igual modo, su nueva faceta teatral incorpora las querencias -y tics: “¡¡Acción!!”- del oficio cinematográfico. “Cuando bajo al escenario y los veo ensayar tan de cerca, me entran unas ganas terribles de meter una cámara”. De hecho, si por él fuera, su Gran teatro del mundo habría sido una película, pero en estos tiempos hasta los cineastas consagrados tienen dificultades para encontrar financiación.



Justo antes de comenzar, el director vuelve a excusarse. Lo hace esta vez en boca del actor Antonio Gil -que interpreta al Labrador- y en forma de pregón cantado ante “vuesas mercedes” y ante Calderón, “que en buena gloria esté”, por el “poco respeto” al original. “Siempre he querido hacer esta obra, porque me parece bellísima, pero en una versión reducida y popular”, explica el director. Aligerada, con toques de humor y contemporaneidad, la obra pone en el centro de la escena al propio Calderón, un Calderón inflexible y vehemente, que ha de lidiar con los conatos de rebelión de sus actores. “Lo que vemos es a un Calderón antes de terminar de escribir la obra, dándole forma con los actores sobre la marcha”, asegura Saura.



Sentado en una butaca junto al tinglado técnico pilotado por su ayudante Luis Luque, y en compañía de su hijo Antonio, asesor artístico, Saura da instrucciones sobre la iluminación, manda repetir alguna escena y quita hierro a un par de contratiempos técnicos.



José Luis García-Pérez interpreta a Calderón, Fele Martínez, que es el Autor Soberano (Dios), desciende de las alturas en un huevo gigante, y Manuel Morón, que interpreta al mundo, hace su entrada parapetado tras un globo terráqueo gigante. Uno idea, otro designa y el otro administra y provee. Entre los tres hacen girar el motor del teatro/mundo, poblado por personajes arquetípicos en los que más o menos cabemos todos, ya sea hoy, ayer o hace 400 años, cuando nació el original: el Rey, la Hermosura, el Labrador, el Rico, el Pobre, la Discreción, el Niño y la Institutriz (este último añadido por Saura).



Desdoblamientos

Algunos personajes del auto sacramental cuestionan a Dios su papel que les ha tocado en el mundo. Por su parte, algunos presonajes-actores se rebelan ante Calderón por el mismo motivo o por lo intrincado del verso. Este juego metateatral de continuos desdoblamientos es para Saura "una de las cosas mágicas de la obra de Calderón" y, sin duda, lo más difícil para los actores.



“Lo más difícil es entender a Calderón y desde él acercarte a ese personaje de la vida cotidiana”, comenta José Luis García-Pérez. Ruth Gabriel, que interpreta al pobre, destaca: “Lo más difícil, y a la vez divertido, es que hacemos de actor, de actor convirtiéndose en personaje, de personaje y de personaje evolucionado, y en algunas partes del texto todo está muy mezclado y ha sido difícil de organizar”. Todo fue más fácil, dice la actriz, cuando siguieron el consejo de Saura: “Dejaos de explicaciones y dejaos llevar”.