Image: Joel & Ethan Coen

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Cine

Joel & Ethan Coen

“La ciencia ficción de los 50 ha sido nuestro máximo referente”

10 abril, 2002 02:00

Joel & Ethan Coen

Insobornables y canallas. Los hermanos Joel y Ethan Coen (Sangre fácil, Fargo) mantienen su ritmo y su tono y miran a la industria del cine desde el privilegiado púlpito de la independencia. Después de un atípico musical, vuelven a la carga con El hombre que nunca estuvo allí -que se estrena el 12 de abril-, en el que de nuevo reinterpretan a su modo y manera, entre el clasicismo y la modernidad, el film noir de los cuarenta. Rodada en blanco y negro y protagonizada por Billy Bob Thornton y Frances McDormand, la película por la que Joel Coen obtuvo en Cannes la Palma al Mejor Director rinde tributo a los personajes de James M. Cain. El Cultural mantuvo una conversación con ellos en la Costa Azul, en la que ambos revelan sus pasiones por el género y las claves del filme.

Joel y Ethan Coen (St. Louis Park, Minnesotta, 1954 y 1957, respectivamente) se muestran habitual y moderadamente lacónicos a la hora de hablar de sus películas. Sin embargo, quizá sea la presencia de la efervescente Frances McDormand (mujer de Joel y habitual colaboradora de ambos), la que les suelta la lengua durante un soleado día de mayo de Cannes, en cuyo último festival compitieron, ganando Joel el premio al mejor director -ex aequo con David Lynch- por El hombre que nunca estuvo allí.

Rodada en blanco y negro (su director de fotografía, el veterano Roger Deakins estuvo este año nominado al Oscar por este trabajo), sin apenas diálogos y con un magnético aunque taciturno Billy Bob Thornton, casi desposeído del don del habla pero no del de fumar encadenado, El hombre que nunca estuvo allí comparece como una nueva vuelta de tuerca en el ecléctico cine coeniano. Tras el musical homérico de la Depresión Oh Brother, Where art Thou?, los Coen han revisitado el sombrío y paranoico universo del noir de finales de los años 40. El Cultural mantuvo un encuentro con los hermanos judíos de Minnesotta en el salón de baile del iconográfico Hotel Carlton de la Costa Azul.

-Rodar en blanco y negro es una elección cara y muy poco aceptada generalmente en Hollywood.
-Joel Coen: Es algo que, como Hollywood, en absoluto ocupa nuestras mentes. Cuando Ethan y yo comenzamos a escribir el guión, lo imaginamos todo en blanco y negro. Cuando lo planteamos, desde luego a nadie le gustó la idea. A los distribuidores se les suelen poner los pelos de punta, a los exhibidores les aterra directamente y a los responsables de otros mercados -cadenas de cable, vídeos, DVD- les aterroriza. Nosotros hemos realizado un drama existencial inspirado obviamente en el film noir clásico, pero sobre todo en las películas de ciencia ficción de los 50, ésa ha sido nuestra máxima referencia. Y nuestras favoritas eran en blanco y negro.

Víctimas de su época
-¿Podéis ampliar esa influencia de la ciencia ficción de los tiempos de la guerra fría?
-Ethan Coen: Fueron años marcados por la paranoia, la ansiedad, la reinserción de los excombatientes tras el regreso del frente y el terror a la bomba atómica. Pero fueron también los tiempos que anticiparon los fenómenos posteriores del consumo y los avances tecnológicos. También fue la era de los fenómenos OVNI. Hay un personaje, Ann (interpretado por Katherine Borowitz), la viuda de Big Dave, que es en cierto modo víctima de todas las ansiedades de aquella época cuando llega a la conclusión de que su desaparecido marido ha sido abducido por una nave de extraterrestres... Y también aunque de distinta manera, Ed Crane es víctima del tiempo que le ha tocado vivir.

-Roger Deakins ha sido vuestro director de fotografía desde Barton Fink. En febrero, la Asociación Americana de Cinematógrafos le concedió el premio anual por esta película y la Academia de Hollywood le nominó al Oscar. ¿Cuáles fueron vuestras demandas específicas esta vez?
-E.C.: Como siempre, fue una labor de colaboración absoluta. él quiso introducir elementos tomados del expresionismo alemán para combinarlos con texturas casi etéreas como las conseguidas por Henri Alekan para La bella y la bestia (1946), de Jean Cocteau. él a su vez revisó La dalia azul (George Marshall, 1946), que ha sido una de sus máximas referencias. Ya habíamos hecho con él segmentos significativos en blanco y negro en El gran salto, y en otras películas, pero ésta ha sido la experiencia real y completa. La película es casi una historia de fantasmas y no queríamos nada que diera un tono realista. El material habitual de Kodak nos daba lo contrario y sin contrastes. Tras muchos quebraderos de cabeza y experimentos hicimos finalmente lo que John Boorman en El general y Patrice Leconte en La chica del puente: rodar en color en película 5277, que se utiliza habitualmente para los créditos finales de las películas, y pasarla después a blanco y negro.

Cuento de fantasmas
-En Muerte entre las flores (1990) rendisteis tributo a Dashiell Hammett, en El Gran Lebowski a Raymond Chandler. ¿Se trata ahora de hacerlo a James M. Cain?
-J.C.: Hemos tomado de Cain esa observación atenta por el detalle de las vidas cotidianas de sus antihéroes, gente de clase media baja como cocineras y vendedores de seguros. El barbero que quiere ser tintorero podría ser una de sus criaturas. El material humano de Cain no eran profesionales fuera de la ley sino gente normal y corriente que se encontraba en situaciones criminales. Así El hombre que nunca estuvo allí ha quedado como un drama existencial de un hombre alienado del mundo que le rodea. También como una mezcla de cuento de fantasmas, una historia deudora de la literatura de pulp fiction en una película de la ansiedad de postguerra y de codicia, que muestra que detrás de cualquier americano tranquilo hay un gran soñador.

-¿Han utilizado alguna película concreta como referencia?
-J.C.: Varias. Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944), Alma en suplicio (Mildred Pierce, Michael Curtiz, 1945) y El cartero llama siempre dos veces (Tay Garnett, 1946). El personaje que interpreta Frances, Doris Crane, tiene algo de las mujeres de esas películas, algo de la fatalidad de la turbadora Phyllis Dietrichson de Barbara Stanwyck, un poco del sufrimiento de la Mildred Pierce de Joan Crawford y la letal Cora de Lana Turner.

En El hombre que nunca estuvo allí, la contable Doris Crane (Frances McDormand) comete adulterio con su jefe Big Dave James (Tony Gandolfini), también casado y dueño de unos grandes almacenes en proceso de expansión. Doris ha colocado a su marido Ed como peluquero en el negocio familiar de su hermano, el atolondrado Frank (Michael Badalucco). La llegada a la localidad californiana de Santa Rosa de un charlatán, Creighton Tolliver (Jon Polito), que le promete al barbero horizontes de riqueza en un futuro negocio de una cadena de lavanderías, le lanza a la búsqueda de una enorme suma instantánea chantajeando anónimamente a Big Dave. Solo desea cambiar su vida y convertirse en un próspero tintorero.

Un crimen tan súbito como seco, una falsa culpable, un juicio sórdido, un abogado intrigante de nombre imposible: Freddy Riedescheider (Tony Shalhoub), una tentación lolitesca (Scarlett Johanssen) y un torpe accidente conducen a Ed a un destino trágico preñado de la fatalidad de lo inevitable. Todo ello situado en 1949, desde la muy irónica e idiosincrásica visión de los Coen y con sendos homenajes a La sombra de una duda (Alfred Hitchcock, 1943), que transcurre también en la californiana Santa Rosa, y a La noche del cazador (Charles Laughton, 1955), en las imágenes subacuáticas del cadáver de Tolliver, a semejanza del de Shelley Winters degollada, sirena anclada a un coche hundido. Se encadenan varias y diferentes tragedias, pero la pasividad y casi invisibilidad del protagonista y el tempo que los Coen imprimen al filme contagia la sensación de que apenas ocurre nada.

-El barbero Ed Crane corta, rasura y diseña tupés, apenas habla, fuma como una chimenea y le lleva años descubrir su insatisfacción con su trabajo, mujer y vida.
-J.C.: El peligro con un personaje tan pasivo e inarticulado dialécticamente como éste, un tipo que apenas habla y que tan sólo reacciona, es que dependes enteramente de un actor con una enorme autoconfianza en sí mismo, que pueda llenar el aparente vacío del personaje sin pasarse ni tampoco embellecerlo. De lo contrario, la película se hunde. Billy Bob Thornton no es tan sólo un actor muy competente sino también comprendió perfectamente al personaje. Y logró convertir el hermetismo y la monotonía en algo interesante e impredecible. Sin él, el personaje se hubiera convertido en un hombre invisible.

Aptitud natural
-¿Escribieron el personaje pensando en él?
-E.C: No, de hecho no le conocíamos personalmente. Habíamos visto sus películas, las comerciales y las pequeñas. En ambas, hay algo que permite ver que es leal consigo mismo. Cuando le conocimos descubrimos una capacidad casi hipnótica que posee en la mirada y también la de tener una aptitud natural de hacer interesante a un personaje tan aparentemente plano como Ed Crane.

-Su aspecto recuerda a varios actores de los años 40...
-J.C.: Mucha gente baraja numerosos nombres, pero nuestra primera referencia fue una foto del joven Raymond Burr con un tupé. El de Billy Bob es una copia exacta.

-¿Cuál es la ventaja de acostarse con la actriz principal a la que se le ha hecho además ganar el Oscar?
-J.C.: (Risas) Que está muy agradecida por lo segundo, en primer lugar. Que se la conoce bien, en segundo. Y que un plató no es un ámbito doméstico, donde la división del trabajo está clara. En el plató, ella es la reina mimada, luce peinados complicados y maquillaje sofisticado... y está encantada. Las ventajas son numerosas...

-¿Por qué eligieron usar la herramienta narrativa de la voz en off de Ed Crane?
-J.C.: Para crear un sentimiento de intimidad con un hombre tan lacónico y casi invisible como Ed. De hecho es un hombre que parece no estar presente en su propia vida. Y sugiere la idea de que Ed pudiera ser un fantasma o un alma en pena, dos entes alienados de la realidad. Y por esa sensación de que está alejado de todo grabamos su voz casi en primer plano. Fuma y piensa en silencio, no mueve los labios pero le oímos hablar. De esta manera, el espectador siente que Ed está hablándole directamente al oído.

En el pasado Festival Internacional de Cannes, los Coen anticiparon el que iba a ser su siguiente proyecto, To The White Sea, adaptación de la novela de James Dikey acerca de las correrías de un aviador norteamericano derribado en territorio japonés casi al final de la II Guerra Mundial. Contaban con Brad Pitt y auguraron entre risas: "será nuestra primera película muda". Una vez cancelado por diferentes dificultades, han rodado un anuncio para la compañía de asesoría H&R con la canción Taxman de The Beatles y preparan ya otro noir. En esta ocasión se tratará de Incredible Cruelty, con George Clooney y Catherine Zeta-Jones. Ella será la femme fatale que se promete vengar del abogado divorcista de su exmarido. Aunque ella le atrapó en delito flagrante, el astuto y rico abogado de Beverly Hills logra un divorcio beneficioso para su cliente pese al demostrado adulterio. Basada en una idea de John Romano y reescrita por los Coen a partir del guión que Jonathan Demme manejaba cuando iba a dirigirla, la historia narra la venganza de la dama: casarse con el abogado y someterle a un divorcio salvaje. Cuando surgen entre los contendientes ciertas chispas de química amorosa, los problemas no harán sino comenzar. En manos de los Coen, los resultados son imprevisibles.