Vista de satélite del Delta del Ganges (India) de Cielo y tierra (Phaidon)

La humedad como factor clave del cambio climático es el tema que utiliza Sánchez Ron para recordarnos la importancia de los procesos meteorológicos. "El fenómeno se está manifestado especialmente en el norte de China, entre los ríos Amarillo, Huái y Yangtzé", señala.

Sé muy bien que el tiempo meteorológico obedece a pautas muy cambiantes, no en vano es el ejemplo paradigmático del caos matemático: perturbaciones minúsculas en las condiciones iniciales producen historias posteriores muy alejadas de la original, un hecho que expresó maravillosamente en 1972 Edward Lorenz, el meteorólogo teórico que más hizo por establecer la teoría del caos, en una frase famosa: "El aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas".



Tampoco ignoro que el calentamiento global constituye uno de los, como diría Ortega, "temas de nuestro tiempo" y que como tal es tratado una y mil veces; yo mismo lo he hecho en estas páginas. A pesar de ello, me atrevo a volver a él, a una de sus muchas facetas, no sé si porque todavía hace calor y ya estamos en septiembre, o por la noticia de que la factura de la luz subirá, debido, se nos dice, a que la escasez de lluvia y viento ha obligado a utilizar, para producirla, combustibles fósiles (carbón y gas), que emiten dióxido de carbono, uno de los principales responsables del efecto invernadero; esto es, de la subida de temperaturas. Y como la emisión de dióxido de carbono está regulada, las compañías eléctricas han tenido que comprar derechos de emisión, lo que ha encarecido la factura.



Soy consciente de la lógica rigurosa que existe detrás de esto: las temperaturas van aumentando, parece, cada año; por consiguiente, nos vemos obligados a combatir ese calor recurriendo a instrumentos como los acondicionadores de aire, que funcionan con electricidad. Pero como llueve poco en verano y no siempre hace viento -¿qué se espera en el estío?-, se reduce drásticamente la generación de electricidad mediante saltos de agua o aerogeneradores. Así que, ¡a comprar derechos de emisión de CO2! ¡Menuda forma esta de combatir el problema del calentamiento global, porque es un hecho que los límites impuestos para las emisiones de dióxido de carbono no son suficientes!



Otro fenómeno que contribuye al calentamiento global, y que se está haciendo patente últimamente, no está relacionado con la sequedad del ambiente sino todo lo contrario, con la humedad. Y recordemos que el vapor de agua es otro gas que contribuye al efecto invernadero. El fenómeno en cuestión se está manifestando especialmente en el norte de China (la nación que más gases de efecto invernadero emite), donde el aumento de temperatura por década ha sido el doble, 0,24° C, que el del resto del mundo, 0,13° C. Se trata de una región de 400.000 kilómetros cuadrados, en la que viven 400 millones de personas, irrigada por tres grandes ríos, Amarillo, Huái y Yangtsé (es la mayor llanura aluvial de Asia oriental). Y el problema surge de la combinación del aumento de la temperatura y de la humedad -un fenómeno, o variable, que los meteorólogos denominan "bulbo húmedo"-, humedad que se extiende de los ríos al terreno a través de la intensa actividad agrícola de la zona, en la que se cultiva más algodón, maíz, mijo y sorgo que en el resto de China, además de cacahuete, sésamo, tabaco y trigo. Y con el calor, la humedad aumenta, es decir, aumenta la cantidad de vapor de agua, el mencionado gas de efecto invernadero, con lo que se genera más calor, una situación que coloquialmente podríamos denominar como "la pescadilla que se muerde la cola".



La humedad es la verdadera amenaza de la ola de calor, según publicaba recientemente la revista

En diciembre de 2017, la revista Environmental Research Letters publicaba un artículo, "La humedad es la verdadera amenaza de ola de calor", en el que se afirmaba que a lo largo del presente siglo aumentarán drásticamente los efectos de la elevada humedad en muchas zonas del mundo (sureste de Estados Unidos, Amazonia, África central y occidental, Península Arábica, norte de la India) y que esto amenazará seriamente las vidas de aquellos que trabajan al aire libre, con consecuencias inmediatas -y evidentes- para las correspondientes economías.



La base biológica de esta amenaza es fácil de entender y bien conocida para muchos (yo la sufrí hace años en Filadelfia, cuyo clima en verano es subtropical): el aire húmedo es más opresivo que el seco, porque el cuerpo de los humanos y otros mamíferos se enfría sudando. El calor corporal disminuye al evaporarse el sudor y transportar a la atmósfera parte de ese calor. Este mecanismo funciona bien en, por ejemplo, el desierto, pero si el aire está cargado de humedad, la sudoración disminuye, pudiendo llegar a ser imposible. Algunas previsiones indican que el "bulbo húmedo" aumentará de frecuencia, llegando, hacia el 2070 a manifestarse entre 100 y 250 días al año en determinadas zonas, sobre todo en los trópicos.



Vuelvo a lo que decía antes: las relaciones causales de todos estos fenómenos son transparentes. Existen, por supuesto, incertidumbres, a las que se aferran aquellos que no quieren ver el problema, escudándose en que necesitan "seguridades absolutas"; los hay, asimismo, que desprecian cualquier aseveración procedente de la ciencia -y yo diría que también del sentido común-, como el actual presidente de Estados Unidos, otro de los países que más gases de efecto invernadero emite. A los que no creen o no están seguros, simplemente hay que decirles que apliquen una receta tradicional: minimizar el riesgo. Y ser solidarios con quienes vendrán después de nosotros. Si la temperatura media del mundo continúa aumentando, el número de muertes relacionadas con el calor -desde ataques al corazón a golpes de calor- lo hará siguiendo ritmos terribles: hacia 2080 -se trata, evidentemente, de otra previsión- las muertes en Colombia por estas causas aumentarán un 2.000 %. Incluso en Moldavia, uno de los países con menor riesgo en la actualidad, ascenderán en un 150 %. En Brisbane, Sidney y Melbourne, en un 470%.



¿Para qué continuar? Nuestra especie, tan admirable por sus habilidades cognitivas, y también por su capacidad de compasión, puede ser y es, al mismo tiempo tan estúpida como para contribuir a su propia destrucción, o por lo menos a su sufrimiento. Y no será porque no sepa, o no se le haya avisado, de lo que le espera.