Stanislavblog por Liz Perales

Jardiel, el humor y la muerte

19 enero, 2018 18:39

[caption id="attachment_1815" width="560"] Elenco de Cuatro corazones con freno y marcha atrás, dirigida por Gabriel Olivares[/caption]

La muerte puede ser un argumento dramático muy estimulante en las comedias de humor. Hay ejemplos magníficos tanto en el teatro como en el cine en los que el deceso de un personaje desencadena la acción inicial o es efecto colateral de situaciones que se crean. La tragedia suele finalizar con muerte, la comedia se ríe a costa de ella. El sagaz Jardiel Poncela incorporó este argumento en obras tan originales como Cuatro corazones con freno y marcha atrás, fantástico y original cuadro cómico que se representa en el Teatro Maravillas, dirigido por Gabriel Olivares con un joven y divertido elenco.

Para el estreno de la obra y por indicación de su productor, Jardiel le cambió el título a esta obra y la bautizó con Morirse es un error. Pero acabó recuperando el título original, porque no funciona que la muerte aparezca en letras grandes en los carteles. Sobre este tema, el autor llegó a decir: “Cómunmente se piensa en la muerte como en una exposición de escultura suponiendo que van a ir a ella todo el mundo menos uno mismo”.

Cuando pienso que este título tan anticipatorio se estrenó en 1936 y que su obra es de las más radicales, innovadoras y vanguardistas del siglo XX, me pregunto por qué todavía no se le ha brindado a Jardiel un monumento, una cátedra, un instituto, ni siquiera hay un teatro que lleve su nombre… Hay que ver y leer su notable repertorio para comprender su gran talento y su contribución a la renovación radical del humorismo. Y si no, pasarse por la magnífica exposición del Instituto Cervantes de Madrid, La risa inteligente, en la que cartas, textos, fotografías, dibujos, películas, documentos varios… cuentan la vida y obra de un hombre de carácter peculiar y divertido.

Esta producción de Cuatro corazones con freno y marcha atrás se estrenó durante el verano pasado, en el Teatro Galileo, y ante la buena recepción de público ha saltado al Maravillas. Gabriel Olivares, director con una trayectoria forjada en el género de la comedia de humor (Burundanga, El nombre…), la ha montado con su compañía Teatro Lab, troupe en la que participan nada menos que diez actores.

La comedia de Jardiel, como el mismo decía, es revolucionaria desde su planteamiento inicial, pues renueva el humorismo con la incorporación de la fantasía y lo inverosímil. Casi nada, o sea, contradiciendo dos de los principios básicos de la comedia: su apego a la realidad, al aquí y ahora, a las situaciones fácilmente reconocibles por el público; y a no traspasar la delicada línea que separa la credibilidad de la incredulidad, lo que también está muy pegado a las tradiciones y creencias de cada época.

Gracias a que Jardiel dinamita estas dos ideas, a sus obras no se les notan demasiado las arrugas. En Cuatro corazones…, nos presenta una casa burguesa llena de personajes, entre los que figuran algunos arquetipos de su teatro: Ricardo (Patrick Martino), el señor de la casa, un bon vivant, malgastador, que ha dilapidado su dinero y ahora es más pobre que un zapato sin cordones, con un amplio servicio y una novia guapa y joven de nombre Valentina (Belén de Santiago). Acaba de morir el tío rico del señor y todos, el servicio, están a la espera de la lectura del testamento. Pero el tío pretende que su sobrino cobre la herencia dentro de 60 años, cuando ya sea un venerable anciano de 90.

La primera parte de la obra transcurre en un ambiente de lío monumental, vodevilesco, presentación de los diez personajes que participan en la función, con muchas entradas y salidas, y todas observadas por Emiliano (interpretado por Guillermo Sanjuán), un cartero que acaba de llegar a la casa con la sola intención de entregar una carta certificada. El hombre se pasa el día allí, sin que nadie repare en él. Todos andan con mucha preocupación por el testamento del tío, pero el doctor Bremón (David García Palencia) acaba descubriendo el elixir de la eterna juventud y la inmortalidad que contrarreste la voluntad del finado, lo que pone loco de contento al señor y a su novia, y también a Hortensia (Ariana Bruguera), novia del doctor Bremón.

La segunda parte es donde la historia adquiere la dimensión de disparate insólito, con situaciones que recuerdan al filme El curioso caso de Benjamin Button, adaptación de un relato escrito por Fitzgerald en 1922. En la obra de Jardiel, a partir del recurso a la droga del doctor Bremón, las dos parejas y el cartero se van a vivir su inmortalidad a una isla desierta, pero acaban hastiados, la vida ha perdido interés, es un latazo y también el amor ha entrado en dique seco. El genio Bremón idea otra nueva sustancia que les permitirá retroceder en el tiempo y llegar hasta el día de su nacimiento, lo que equivaldrá a su desaparición de este mundo.

Las situaciones que se crean a partir de este nuevo fenómeno son insólitas, pues la pareja de Ricardo y Valentina se enfrenta a sus hijos y nietos. Es como un viaje hacia atrás en el tiempo. El juguete de Jardiel no solo es ameno y original, sino que también está atravesado por su personal reflexión sobre la vida, el amor y el paso del tiempo.

Esta producción se sostiene en el trabajo de los actores, diez, que componen un cuadro cómico compenetrado, vitalista y bien dirigido, que recrea de forma convincente las situaciones disparatadas de Jardiel. Algunos están especialmente graciosos: Eduard Alejandre, Belén de Santiago, Asier Iturriaga. A otros da gusto oírlos por su dicción y la prestancia de su voz: García Palencia, Esperanza de la Vega. La producción es austera, pero Olivares se ha apoyado con acierto en una estética de los años 70, pop y muy colorista, reforzada con un vestuario que firma Claudia Pérez y que le da a la obra frescura y gracia.

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