Rima interna por Martín López-Vega

Víctor Botas, la obra maestra desconocida

21 septiembre, 2015 02:00

Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) no sólo fue uno de los poetas esenciales de su generación (la de Eloy Sánchez Rosillo y Miguel d’Ors, la de Luis Antonio de Villena y Sánchez Robayna); también fue un narrador algo frustrado que dejó sin embargo algunos libros notables y una novela más que sobresaliente, este Rosa Rosae que nunca llegó a salir de los almacenes de la editorial cuando fue publicado por primera vez (en su prólogo, Juan Bonilla, desvela algo, que no todo, de la peripecia del libro) y que regresa ahora, o aparece, en realidad, por primera vez, con el sello de Renacimiento.

 

La poesía de Botas está recogida en el hermoso volumen publicado por La Isla de Siltolá en 2012 con el título de Poesía completa. A ese tomo hay que añadir el libro Carta a un amigo (Impronta, 2014) que reúne algunos poemas previos a la redacción del primer libro "oficial" de Botas, una curiosidad con más de un poema interesante, algo más que la suma de borradores previos.

Como narrador, Víctor Botas publicó en vida –aparte de la salida interrupta de Rosa Rosae- sólo una novelita erótico-festiva titulada Mis turbaciones (1983). De forma póstuma aparecieron la misteriosa novela corta Yanira (1996) y los relatos de El humo del Vesubio (1997). Rosa Rosae es, pues, su única novela. Presentada bajo el artificiodel manuscrito encontrado (lo que el lector lee sería, en realidad, la traducción de una ignota edición francesa rescatada por el autor) Rosa Rosae se nos entrega a  modo de memorias de Cayo Damnatus, un descendiente de libertos que escribe desde unos sorprendentes 90 años la historia de una vida marcada por su amistad con Virgilio y Horacio, sus juergas junto a Ovidio y Tiberio y sus andanzas viajeras por el imperio.

El conocimiento que Botas tenía del mundo romano es de sobra conocido para quien conoce su poesía y sus versiones de los epigramas de Marcial. Cuando escribía sus poemas de tema romano, Botas jugaba a introducir estridentes y humorísticas irrupciones de lo contemporáneo. En Rosa Rosae, como hizo cuando tradujo a Marcial, lo que hace es narrar con un lenguaje vivaz, que consigue ser coloquial de un modo contemporáneo nuestro sin por ello arriesgarse a los palabros de moda que convertirían su prosa a no mucho tardar en arqueología más arcaica que la romana. Rosa Rosae suena de hoy; y lo que suena como de hoy es el lenguaje de la antigua Roma.

Y además, como explica muy bien en el epílogo Carmen Morán Rodríguez (interesante, aunque un poco limitadora, su lectura de algunos pasajes como trasuntos de la ovetense tertulia Óliver) de la que retrata el decadente mundo romano, Botas lanza sus dardos contra los azares y los manejos de la sociedad y la política contemporáneas; contemporáneas de cualquiera, pues lo que para él eran unos referentes muy concretos pueden ser sustituidos por otros más actuales por el lector, a la vez que da cuenta de las aventuras de este funcionario poeta y vividor, corrupto y sin escrúpulos. El lugar de Rosa Rosae está de un modo misterioso y complementario al lado de novelas históricas como las Memorias de Adriano de Yourcenar; es su contrapunto cínico, su espejo del callejón del Gato.

A veces se preguntan los escribidores si es posible que en nuestra época queden obras maestras desconocidas escondidas en los cajones. Rosa Rosae no estaba escondida en ningún cajón, pero pocas obras maestras de nuestro tiempo más desconocidas que esta. Hasta ahora, si existe eso que llaman justicia poética. Que la otra...

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