La columna de aire por Abel Hernández

Tras 'Ghettoville': algunas notas sobre Actress

14 febrero, 2014 20:10

La búsqueda contiene el final

Hay tan pocos músicos como artistas en general que se enfrenten al abandono de las alturas ante el inminente agotamiento de un lenguaje. Y muchos menos los que ponen fin al que ellos mismos han dado a luz o, al menos, contribuido generosamente a crear. Tal es el caso de Darren Cunningham, quien con su proyecto y alter ego Actress ha contribuido como pocos a ensanchar y hacer más profundo y exigente el panorama de la música electrónica contemporánea y a las mutaciones que ha vivido ésta durante los últimos seis años. Con Ghettoville, su último disco publicado hace unas semanas, cierra una tetralogía imprescindible.

Pero aunque todos contamos el tiempo de Actress desde 2008, en realidad así olvidamos sus auténticos principios con aquel EP de 2004 titulado No Tricks, un ejercicio de prácticas con el hip-hop y el electro marcianos y conectado con la cultura sound system británica que resultaba sin duda ya interesante pero aún carecía no tanto de una personalidad perfilada como de un sentido para su búsqueda. Remontarse una década hasta encontrar aquel trabajo lejano proporciona perspectiva, lo cual siempre le ayuda a uno a aclarar las ideas con respecto a cosas complejas. En este caso sirve para entender lo que ha significado la obra del músico afincado en Londres. Tomando tal distancia, lo primero que se comprende es que ha sido precisamente esa búsqueda indomable de un sonido único con el que expresar aquello que no podía expresar con palabras lo que ha impulsado a Cunningham como Actress. Y que el autor de esa búsqueda era consciente de que, tras la exploración, el hallazgo de lo deseado significa el fin de la búsqueda. Actress es un proyecto que ha buscado en parte entre sombras y después consumido lo encontrado hasta reducirlo a humo.

Juegos de pistas

Ghettoville no sólo es el último episodio de la historia de Actress sino también la última retahíla de una serie de gestos cada vez más estudiados que han acabado por proponer un rompecabezas. El vehículo electrónico y experimental, asimilador y destructor de géneros de Cunningham ha estado todo este tiempo corriendo en doble dirección. Por una parte, progresivamente, en especial a lo largo de esos elepés publicados cada dos años (Hazzyville, 2008, Splazsh, 2010, R.I.P, 2012) ha ido escondiendo cada vez más su estrategia compositiva, el origen de los sonidos de los que se nutría, así como probablemente también lo azaroso de sus inventos. Por otra, cuanto más se ha ido metiendo en la inescrutable naturaleza selvática de su creación unipersonal, más pistas ha ido dejándonos para poder llegar hasta él. La trayectoria de Actress es una excursión al bosque a sabiendas de que al final está la casa del ogro hambriento, y en su caminar ha alternado piedrecitas blancas para que lo encontremos, con migas de pan que los pájaros se comerían. En su lugar quedan incógnitas.

Cómo si no puede interpretarse esa última nota colgada semanas antes de que Ghettoville viera la luz en la web de su sello (Werkdisk, con el que Cunningham edita sus discos y los de otros como Helena Hauff, Lukid o Moiré). Escueta, más críptica que nunca, es más que una nota de ruptura, de abandono: es la dramática carta de un suicida de drama clásico. Dice algo así:

Ghettoville es la conclusión descolorida y tintada en negro de la imagen de Actress/ Cuando las exigencias de la escritura cogieron al artista caído y reclinado, totalmente falto de alma, muy consciente del prisma simulado que requiere la ruptura./ Cuatro álbumes después, las notas y la composición ya no contienen un lenguaje descifrable./ Las composiciones ahora traen lágrimas, el mundo ha vuelto a un estado plano, y a través de esa ventana, los pájaros recuerdan la jaula que una vez habitaron./ Escupiendo llamas tras un blanco muro de silencio./ Las máquinas se han vuelto piedra, la información escribe el obituario de su dueño./ Un chute ya no es la solución sino una frágil maldición. Cero satisfacción, sin mordiente, los pseudo-artistas campando a sus anchas, pero el camino continúa. R.I.P. Música. 2014. Actress”

La actriz pone fin a la representación con un gesto fatal mediante el cual explica que va a desaparecer porque todo lo que podía dar de sí está entregado.

 

 

En este sentido, el final musical de Ghettoville no es menos lúcido. El agotamiento que se va describiendo a lo largo del disco acaba por subrayarse de manera tan sarcástica como fatalista en sus últimos cortes. Como ya parecía ocurrir en el single de adelanto, Grey Over Blue, en éstos lo único que parece haber hecho es dar con varios samples que superponer, con los que entretenerse. Como un tejido cuyos hilos entrelazados se dejaran ver singularmente a medida que llega el final. Don’t es la repetición de un bucle durante 10 vueltas de lo que parece el sample de una voz cantando “don’t stop love music” con acompañamiento de piano. Rap consiste en un loop degradado de cierta canción digamos soul –funky inglés circa Thriller de 1983 de un músico británico no demasiado conocido pero no difícil de encontrar si se "googlea" la letra. Plunderfonías no se sabe con cuánto de irónicas pero no lejanas de aquellas a las que nos acostumbró Daniel Lopatin con Sunsetcorp. Tras Frontline (techno oscurísimo donde los elementos son casi irreconocibles pero se intuyen varios posibles préstamos), Rule levanta el cartel de “FIN” con un virtuoso juego con el muestreo hasta hacer de un sample de rap típico un galimatías organizado por otra mente: como si un robot se estuviera quedando sin pilas y su discurso mantuviera los fonemas pero no las palabras ni mucho menos la coherencia gramatical. Esta última pieza es, como sucede con tantas cosas en el cuarto LP de Actress, una vuelta al principio (al rap, a su idea de machine and voice…) y un sonoro “quien tiene oídos para oír, oiga”.

A lo largo de Ghettoville va apareciendo una especie sarcasmo, como si una parte de Cunningham se dedicara a boicotear la solemnidad que el mismo pareció concederle a lo logrado desde 2008. O quizá no sea más que la afirmación de lo baladí de toda la empresa. Una afirmación que contendría otra quizá algo engañosa: la de lo autoconsciente que el músico ha sido de su obra todo este tiempo. Sea como sea, el disfraz de Actress acaba tirado en el barro y el óxido mientras queda flotando cierto mohín de burla. Todo ha sido una representación, decorados, cortinas de humo, una lectura dramática de lo existente.

 

 

Portada y geometría

En ese sentido, dentro de los juegos con la luz y la sombra, con las pistas y lo velado, la portada de Ghettoville es otro buen punto de partida para un laberinto. Lo que nos encontramos ahí es una especie de papel donde se hubieran superpuesto varios bocetos a lápiz de diferentes cosas en diferentes momentos. Entre lo que reconocemos predominan las formas geométricas, aunque algo en el juego de proporciones lleva a pensar en una extraña irregularidad.

Frente a las tres portadas anteriores, encerradas en un grafismo de geometría incuestionable, y tras la citada nota suicida, la portada de Ghettoville se presenta como acumulación de esbozos cuya suma da lugar a una composición poco definida, en fase de construcción, con trazos desvanecidos y restos de una goma de borrar, que se va literalmente esfumando, como las capas que se acumulan en un loop continuo. La insistencia en lo geométrico regresa pero también parece manifestarse cierta irregularidad aparente, o, mejor, cierta regularidad no acostumbrada.

La entrevista concedida por Cunningham a Tom Lea y publicada por Fact el pasado 7 de febrero arranca explicando la importancia que le da a la comprensión en términos geométricos tanto de su vida cotidiana como de su música, así como de la pasión del músico por las enseñanzas del ingeniero, matemático y escritor moldavo Matila Ghyka (1881-1965), un estudioso de las teorías pitagóricas y de las proporciones áuricas. En la imagen de su último artefacto, ese hipotético boceto salido de su propio cuaderno de dibujo, aparece todo esto y acaba aportando un nuevo sentido a su búsqueda musical y sonora, a su sentido de la euritmia y el espacio a partir del trabajo mediante diferentes estrategias hasta extraer texturas inusitadas

 

 

En este sentido, entre las dotes del proyecto Actress destacan los procesamientos de tiempo (deceleración, sobre todo) que no sólo logran desfigurar los sonidos de los que parte sino también invocar otra cosa con ellos. Qué curioso porque, rizando más el rizo, tanto en la falaz bidimensionalidad y geometría de la portada de Ghettoville como en tales procesos temporales, hay algo que de alguna manera nos recuerda a la obra de Duchamp. En especial parece como si guardara alguna relación con el Gran Vidrio y sobre todo lleva a pensar en aquella fotografía que Man Ray tomó durante el proceso de cura y envejecimiento de la obra de aquél y que tituló Criadero de polvo.

Quizá sea una casualidad pero Marcel Duchamp era un gran conocedor de las teorías de Matila Ghyka, que al parecer aplicó al mismo Gran Vidrio. Ya varios años antes de empezar esta obra, Marcel estuvo a la cabeza de esa rama del cubismo llamada la Sección Áurea (o Sección de Oro), que pretendía hacer una pintura de forma conscientemente matemática, tanto en los ritmos como en las proporciones de la alteración cubista. Será coincidencia como, por supuesto, seguro que es de locos pensar en cierta equivalencia entre el parón de Duchamp al terminar el Gran Vidrio, esa década larga en que abandonó su quehacer artístico para dedicarse al ajedrez, y este parón arrojadizo de Actress.

 

La ciudad o el gueto global

A lo que sin ninguna duda remite toda la trayectoria de Actress desde 2008, y de forma muy especial en este último álbum, es al plano de una ciudad. La propia ciudad, que se puede mirar como una construcción de sonido, la descripción de un estado interior, anímico en un sentido estricto, y en el caso de Ghettoville también como el rastro sonoro de una ciudad real, física, mundana, donde abunda el sufrimiento de las personas que lo pueblan. Actress ha explicado que intenta representar el dolor oculto en esa ciudad, entre la gente sin techo o sin esperanza, los seres caídos, ignorados, casi muertos.

 

 

A la luz y sombra de las pistas confusas que deja este cierre suyo de 2014, todo Actress aparece como un trayecto por semejante ciudad, una perspectiva de la vida humana vista a través de una luz en que todos somos fantasmas de paso, zombies. Una panorámica desde la niebla hasta su gueto pasando por cierta luz y placer (sobre todo en Splazsh) y por la inminencia de la muerte (R.I.P).

Gracias al texto para Dazed de Mark Fisher (periodista, bloguero y escritor de cabecera de Cunningham) sabemos que una de las inspiraciones para Ghettoville fue una visita de nuestro protagonista a Congo. Y que en las notas que escribió sobre el álbum, Cunningham mencionaba “Subclases sociales, (sin techo). Control mental, control social, limpieza social, trabajo juvenil, drogas sociales, Prozac, vacunas, carnets de identidad”. Ghettoville por tanto también se refiere al gueto como lugar de exclusión de clase. Es producto de la comprensión de su autor de la existencia de ese gueto mundial que comienza en un barrio del sur de Londres y alcanza una mina africana. La comprensión de un Sur global, una periferia alejada de las decisiones de poder que no puede limitarse a países, estados o mundos terceros o primeros.

El gueto es un fantasma que se instala. Igual que los sonidos con que Actress despliega sus composiciones parecen restos ya desfigurados y sin rastro de la vida que llevaron cuando nacieron, el sur global aparece como aquellos no-lugares definidos por Marc Augé: zonas sin memoria, sin identidad, sin relaciones personales, sin h(H)historia. Zonas donde los individuos vienen y van, sostenidos en su anonimato. Áreas privadas de derechos y al mismo tiempo situadas en el espacio vital de los seres humanos relegados por el sistema productivo. O también aquella ciudad genérica definida por Rem Koolhaas como “todo lo que queda de lo que solía ser ciudad”, ese territorio urbano que surge tras todas las explosiones del pasado siglo, que crece y crece mientras sus antiguos ciudadanos buscan una y otra vez un reducto en la periferia, un gueto acomodado, homogéneo, anodino. Todo esto podría ser el gueto del que habla Cunningham con su particular lenguaje de signos sonoros. Y Actress, la antropóloga en un trabajo de campo sobre el sonido emocional, psíquico de tales no-lugares.

Algún día habrá que hablar de la influencia de la estética del superhéroe y el cómic en esta clase de músicos. Cabe imaginar a Darren Cunningham sin su disfraz, contemplando desde su otra identidad, la secreta, esa Gotham cada vez más echada a perder que ha dibujado, con las normas de cierta escondida simetría y cubierta de niebla, calcada de las paredes interiores de su propia imaginación.

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