Image: Las mil caras de Castelao

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Exposiciones

Las mil caras de Castelao

17 noviembre, 2017 01:00

Así aprenderán a non ter ideas, 1937 (detalle)

Organizada por La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando junto a la Fundación Mapfre y la Fundación Gonzalo Torrente, la exposición Castelao grafista, comisariada por Miguel Fernández-Cid, repasa la importante obra de este polifacético artista. Diseños, ilustraciones, carteles, estampas... Dibujos, todos ellos, que tienen en común el proceso gráfico.

Han pasado 30 años desde que se celebró en Madrid la exposición conmemorativa de los cien años del nacimiento de Castelao (Rianxo, La Coruña, 1886 - Buenos Aires, 1950). Una muestra que para muchos supuso el descubrimiento de este personaje, que desborda todo lo que toca. Médico, caricaturista, pintor, novelista, dibujante, teórico del arte, columnista y político, su obra refleja desde muy temprano un fuerte compromiso ético, social y político, consciente del poder de las imágenes que dibuja, pero que también escribe -siempre en gallego-, con humor y sencillez, sobre una realidad poco complaciente, una Galicia que ama y le duele a partes iguales.

Bajo el título Castelao grafista, el comisario Miguel Fernández-Cid ha reunido cerca de doscientas de sus obras que señalan la relación entre pintura e ilustración gráfica, así como su evolución estilística y teórica. De ellas destaca el conjunto de Estampas de guerra (1937), dibujos que el Museo de Pontevedra ha cedido por primera vez de forma conjunta, y que su comisario ha señalado como necesarias para entender el alcance del proyecto de Castelao, tanto a nivel plástico como político, manteniendo la palabra con el tono ágil y directo de los refranes, y que vemos en las primeras salas en algunas obra de su serie Cousas da vida, la más conocida del autor publicado en el semanario Galiza en 1922, o las ilustraciones en aguadas y tintas para libros, en las que el texto adquiere un protagonismo especial ligado al auge regionalista del país, como El hidalgo Don Tirso de Guimaraes (1913) de Luis Antón del Olmet o la cubierta del poemario de Noriega Varela D'o Ermo (1920).

En su primera parte, la exposición está dedicada a sus primeros años como dibujante. Vemos aquí un Castelao de gran fuerza comunicativa, formado en el campo de la caricatura, que va directo a la esencia cuando se ve así mismo en Autocaricaturas (1903-1908) o a sus vecinos en la revista viguesa Vida gallega. Durante este periodo, compagina los dibujos con cuadros de gran formato. Aquí, el Regreso do indiano y O emigrante, ambas de 1916, forman las dos caras de una misma moneda: la emigración gallega. Por un lado, aparecen los que se van y vuelven, con una riqueza que no aporta nada al resto, y por el otro, los que se marchan esperando encontrar una vida mejor, lejos del hogar, y dejando desamparados al resto. Se detiene en estas obras en pequeños detalles, como las danzas populares, que le vinculan con la tradición goyesca y costumbrista.

A la izquierda, A ley está contra nós e nós non somos malos, 1922-24; A la derecha, Matáronme o fillo en Marrocos e non sei porque hay guerra, 1922-24.

La pintura cede terreno a las colaboraciones gráficas, dejando los grandes formatos para decorados y escenografías, que aparecen en la última parte del recorrido. Es en el campo gráfico donde obtiene un notorio reconocimiento popular, centrado en la búsqueda de un proyecto personal, pero sobre todo, colectivo. Castelao pone énfasis en la búsqueda de la identidad, en el diálogo entre tradiciones, pero también en la actualidad. Esto se percibe en su trabajo en series que relacionan las imágenes con un programa determinado, como sus trabajos etnográfico As cruces de pedra na Bretaña, as cruces de pedra na Galiza, en esa síntesis de texto e imagen que es Cousas, en el álbum Nós o en las carpetas finales que conforman Estampas de guerra, pero también en los proyectos que no llegaron a publicarse. Así, sus pinturas, dibujos e ilustraciones trazan un retrato de la realidad gallega, sin ánimo costumbrista, ya que mira y juzga, su visión no es nada complaciente y con frecuencia dolorida. Siempre deja caer cómo corregir las injusticias, como mejorar la situación.

Desde los 20 hasta la Guerra Civil supera la herencia regionalista y el humorismo tópico de sus obras iniciales, a partir de Nós sus imágenes adquieren un claro matiz de denuncia. Sus personajes -marinos, campesinos, obreros- conversan de forma lacónica y con eficaz crudeza sobre las miserias de la vida y la dura realidad en las que se encuentran inmersos. Sorprendido por el golpe militar en Madrid, la sección de prensa y propaganda de la República publica su álbum Galicia mártir. En el mismo año, 1937, aparece Atila en Galicia, y ya en el exilio neoyorquino, Milicianos, dedicado a los civiles combatientes en los meses iniciales del conflicto bélico. Sin perder su agudo ingenio, en las estampas de guerra converge la alusión concreta con el carácter universal del ejercicio de la violencia.

Mezcla de desgarro e ironía, con tono confesional y estricto, su comisario cierra esta magnífica muestra con las palabras de Castelao: "Comparad el sentimiento gallego de mis primeras cosas, y veréis que yo he sabido conservarme idéntico a mí mismo y que mi vida moral y política es una línea recta como la franja azul de vuestra bandera. Yo no he cultivado jamás el arte por el arte. El arte para mí no ha sido más que un elemento, un recurso, un medio de expresión, y con el lápiz o la pluma sólo he querido ser un intérprete fiel de mi pueblo, de sus dolores y de sus esperanzas. Dibujé siempre en gallego; escribí siempre en gallego; y si sacáis lo que hay de gallego y de humano en mi obra no quedaría nada de ella".

@SilviaSSC91