En 1982 Maruja Mallo acudió a la primera edición de la feria ARCO del brazo de una joven Estrella de Diego. Al ver la extensa cola de asistentes que esperaban para entrar la pintora vanguardista exclamó: “querida, ¿es esto afición o ganado?”. Esta conocida anécdota es una de las muchas que protagonizó una de las artistas más significativas de la Generación del 27 y de la que el Museo Reina Sofía ha presentado Maruja Mallo. Catálogo razonado de óleos (Fundación Azcona). Este corpus completo de más de 400 páginas y firmado por Juan Pérez de Ayala, Guillermo de Osma y Antonio Gómez Conde incluye 147 cuadros y 40 bocetos.

La vida de Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 1902 - Madrid, 1995) estuvo marcada por un exilio (en el que Gabriela Mistral sirvió de gran ayuda) que se prolongó durante dos décadas, por los vaivenes políticos del país y por un regreso que “no fue todo lo feliz que hubiera deseado en primera instancia”, apunta Ángeles González-Sinde, presidenta del Patronato del Museo Reina Sofía. El catálogo aspira a reunir todo el conocimiento sobre su obra y también sobre su persona para enmarcarlo dentro de la historia del arte contemporáneo español. “Detrás de su actividad profesional había una persona a la que muchos recordamos del Madrid de los 80. Este volumen significa reencontrarnos con alguien familiar pero al que realmente no conocíamos bien”, asegura González-Sinde.

Personaje de culto

Maruja Mallo nació en el seno de una familia burguesa y admiraba el refinamiento en la vida cotidiana pero “pudo prescindir de cualquier convencionalismo”, sostiene la historiadora del arte María Escribano. Su padre alentó su talento y quizá fue esto mismo lo que fomentó su carácter independiente y su amor hacia la profesión que escogió. En 1922 se trasladó a Madrid, ciudad en la que se formó, y no tardó en formar parte de la Generación del 27. Precisamente fue José Ortega y Gasset quien promovió su primera exposición en 1928. Sin embargo, al igual que muchos de sus contemporáneos el estallido de la guerra civil en 1936 motivó su exilio. En Argentina, donde recaló, su obra se llenó de motivos marinos como se desprende de su serie Naturalezas vivas, y de retratos de mujeres a los que denominó Máscaras.

'La verbena', 1927

Cuando la artista regresó a España en los años 70 su carácter excéntrico y libre le ayudó a convertirse en una figura popular. Mallo participó en exposiciones de la galería Multitud y era habitual verla por allí hablando, charlatana como era, con los presentes. Esta galería, recuerda Escribano, llevó a cabo un proyecto muy importante para el arte español. “Se dedicó a rescatar y resucitar a artistas que estaban mal representados. En los 70 se despertó una curiosidad e interés por conocer a todas aquellas personalidades de la vanguardia de los años 20 y 30”, apunta. Entonces, todos ellos parecían personajes de ficción y “nos interesaba conocer su obra, valorarla y entender bien lo que había pasado”, sostiene.

A raíz de varias exposiciones y también de sus apariciones en el programa Imágenes presentado por Paloma Chamorro en TVE “empezó a convertirse en un personaje de culto. Le favoreció que en aquel momento estaba de moda el informalismo y la figuración hiperrealista”. Sin embargo, en los 70 se abrió el gusto y empezó a germinar una figuración imaginativa. En este sentido, Mallo supo entender la cultura popular y el feminismo de modo que su obra “no tiene nada que envidiar a la de artistas como Frida Kahlo, Georgia O’Keeffe, Remedios Varo o Leonora Carrington, afirma Guillermo de Osma.

Una personalidad móvil

Si algo queda claro es que Maruja Mallo fue una mujer independiente, culta, cosmopolita y de sexualidad libre que era consciente del valor de su obra y se tomaba la vida como un juego. “Estaba alejada del modelo intelectual solemne y distante de la generación anterior y eso es lo que nos fascinó”, amplía Escribano. Mallo, además de contar historias cautivadoras, “escribió la autobiografía que le interesó que conociéramos sobre ella”, anota Estrella de Diego, que conoció bien a la vanguardista que, por alguna razón, ha estado a la sombra de otras figuras como Dalí o Buñuel.

'Antro de fósiles' (1930), de la serie Campamentos y cloacas

No en vano fue una mujer con muchas caras y muchas aristas. Según Estrella de Diego “tenía una personalidad móvil, se presentaba como personajes diferentes, al menos en sus relaciones profesionales”. Esta idea la secunda Guillermo de Osma, galerista para el que existían dos marujas. Por un lado, estaba “la expansiva, social, transgresora y excéntrica que hablaba mucho”. Esta faceta, no obstante, “tapaba un poco a la pintora de rigor extraordinario y metodología precisa”. 

En este sentido, todos reconocen que trabajaba de una manera muy meticulosa, “meditaba muy racionalmente y estudiaba mucho las obras”. De hecho, su archivo se compone de infinidad de dibujos, proporciones y esquemas en los que trabajó de manera obsesiva. “Si algo caracteriza su obra -continúa Escribano- es su amor al orden y su sensibilidad para captar la armonía interna de la naturaleza y de la figura humana”. 

Mujer de intuiciones geniales y de libre pensamiento “se le veía cómoda con la trayectoria que había decidido seguir. Representaba muy bien el espíritu de las generaciones de vanguardia para las que la madurez dejó de ser un modelo a seguir. Esta implantación del canon juvenil y adolescente fue un fenómeno estrechamente unido a los nuevos lenguajes artísticos y su éxito fue enorme desde entonces”, sostiene Escribano. Realmente, la artista “forjó un mito sobre sí misma y construyó una biografía que en muchas ocasiones nos hemos preguntado si era verdad o mentira. Pero, ¿qué es la verdad y qué es lo auténtico sino una convención cultural como el resto? A Maruja nunca le gustaron las convenciones”, asegura Estrella de Diego. 

Así pues, este catálogo razonado se convierte en una manera de poder leer a Maruja Mallo todas las veces necesarias para buscar, y encontrar, todos sus matices, todas sus aristas y toda su belleza.

@scamarzana