Algo de física termodinámica hay en la posición de Carlos Garaicoa (La Habana, 1967) como artista. No en vano a esta disciplina científica le dedicó sus primeros estudios antes de volcarse con el arte. En el suyo, todo parece regido por un estado de equilibrios: es intuitivo pero analítico, extrovertido aunque reservado, cubano y español, con estudio en La Habana y en Madrid. Le interesa lo estrictamente formal, la técnica, pero también lo social, el pulso urbano. Habla trasladando un calor caribeño que se enfría rápidamente en cuando aparece esa mirada objetiva, documental, que emana todo su trabajo. Garaicoa combina obsesiones públicas y obsesiones privadas, “una lucha entre expansión racional y necesidad emotiva, que te mantiene cerca y lejos. Esa tensión es, quizás, lo que hace interesante algunas de sus obras”, dice.

En paralelo se han organizado, también, sus dos próximas exposiciones en nuestro país. La primera, Orden Aparente (poético-político), inaugura el miércoles en la Fundación Botín de Santander, donde el pasado verano impartió el taller de Villa Iris. La segunda, Orden Inconcluso (político-poético), llegará el 22 de noviembre en el CA2M, en Móstoles. “En la Fundación Botín, y bajo el comisariado de Vicente Todolí se recogen mis intereses más formales, enfatizando en el carácter procesual de mi trabajo, en la mirada sobre el material y la arquitectura. El dibujo está muy presente, sobre papel y con obras en las que trabajo con hilos. En el CA2M y junto al comisario Agustín Pérez Rubio, se presenta una mirada más social, que narra en paralelo mi interés por cuestiones inmobiliarias e ideológicas, y cómo eso entronca con mis inquietudes aquí en España. Ambas muestras son cómplices y se fusionarán en un futuro para presentarse en Oslo y Múnich”, explica.

Las dos exposiciones comparten, además, un juego lingüístico en el título, poético-político y político-poético, apostilla de un Orden Aparente y un Orden Inconcluso. Para Garaicoa la palabra, la comunicación a través del lenguaje, es importante en su trabajo. Existe en él un deseo de narrar, de desentrañar historias.

De la serie 'La palabra transformada (V)', 2008

-¿Qué es poético y qué es político? ¿En qué punto dialogan?

-Hace referencia a esa pertenencia que tenemos con ciertas estructuras sociales, políticas e ideológicas, con las que uno tiene que negociar constantemente su identidad como individuo. Estamos expuestos a decisiones que en vez de ayudarnos a ser personas libres y conscientes nos limitan y coartan. Lo que esconde ese juego entre político-poético es un ejercicio para analizar si mis intereses visuales contaminan la necesidad de hablar como participación ciudadana; si el arte es un lugar hábil para redimir algunas cuestiones de la sociedad. En realidad lo que estoy planteando es, ¿para qué sirve el arte?

-¿Y tiene la respuesta? ¿Es el arte útil? ¿Tiene el arte una participación social real?

-Sí, en la medida en que las instituciones, como estructuras políticas, hagan posible la participación colectiva. La capacidad de asimilar la diversidad del arte, esa libertad e incluso anarquía de pensamiento de los artistas, nos hace personas más ricas; quizás no más capaces o inteligentes, pero sí más sensibles y más preparados para aceptar al otro. Creo firmemente en ese espacio de comunión entre el espectador y el creador. El arte también funciona como catarsis, como cura momentánea, como un espacio donde ampliar horizontes.

Edificios parlantes

Garaicoa siempre ha encontrado en la ciudad las respuestas a la función social del arte. Es uno de los temas fundamentales de su trabajo. A su manera, las detiene, las fabula, las hace aparecer y desaparecer, las reconstruye y las memoriza, bajo ese apego que uno tiene con la nostalgia. “Es el verbo que define mi pensamiento. Soy un urbanita que defiende la ciudad como nuestro ecosistema inmediato, al que hay que defender ante todo. La ciudad es un hipertexto que contiene todas las preguntas y contiene todas las respuestas a los problemas de la sociedad contemporánea”. Aparece Zizek hablando de sus obras, convertidas en edificios parlantes: “Hace unos días leía una entrevista en El Cultural en la que hablaba de que lo real, para ser enteramente real, debe estar sometido por la fantasía. Eso mismo es lo que está en la base de mi trabajo. Hacer arte es un ejercicio de traducción de cuestiones políticas, ideológicas y existenciales, crear ficciones paralelas a la existencia de los objetos”, añade.

Escultura de plata de la base naval de Guantánamo

En los cimientos de su obra también está esa ciudad imaginaria de Borges, su autor fetiche. De la literatura y la escritura nace su interés por el arte. No tardó en mezclar soportes y disciplinas, fotografía, vídeo, escultura, maquetas, arquitectura o material de archivo, buscando trabajar con la idea de dispositivo. “Hoy lo que hago sigue siendo extremadamente conceptual. Esa idea de pensar el espacio es una de mis grandes pasiones. Es una página en blanco, el lugar que determina la escultura contemporánea en su forma visual y que la define hoy como instalación”.

El espacio global del arte lo conquistó pronto. Siendo todavía estudiante participó en la primera bienal de La Habana, en 1984 a la que le siguieron las de 1997 y 2003. Un año antes, en 2002, participó en la 11 Documenta de Kassel, y en 2005 llegó su gran año, con las bienales de Moscú, Sharjah y Venecia. Un año después, en 2006, decidió establecerse en Madrid.

La joya de la corona

Pero Cuba siempre está en su horizonte creativo. Su obra sigue teniendo una fuerte relación con su contexto social y cultural de La Habana, como lo tienen otros artistas de su generación, como Kcho, Tania Bruguera o Los Carpinteros. Garaicoa hace tiempo que habla de crisis económica y colapsos urbanísticos, el hilo argumental de la exposición en el CA2M.

-Su nuevo trabajo Saving the Safe, que veremos en Móstoles, es una nueva lectura a la idea de capital. ¿Qué plantea?

-Surge de una obra de 2009 llamada Las joyas de la corona, incluida en la Fundación Botín, y que estuvo en la Bienal de São Paulo de 2011. Representa ocho edificios en miniatura fundidos en plata, símbolos de poder estatal como el Estadio de Chile, KGB, Stasi, Base Naval de Guantánamo, DGI, Pentágono, Escuela de Mecánica de La Armada y Villa Marista. Son supuestas joyas que narran esos lugares ocultos que tienen que ver con la idea de control y represión de la sociedad contemporánea. Hace un año decidí trabajar sobre los colapsos de la crisis financiera y los conflictos de los bancos. Reproduje tres de ellos como joyas de oro en caja fuerte, con guardia de seguridad incluido: el Banco de España, Bundesbank y el Banco de la Nación Argentina. De manera simbólica, la arquitectura ilustra la degeneración física y social de ideales políticos.

-En la Fundación Botín presenta Proyecto Frágil (Santander), su mayor escultura hasta la fecha. Háblenos de ella.

-Usando delgadas láminas de vidrio unidas por imanes, recrea una gran ciudad portuaria. Es un tipo de obra que vengo desarrollando desde el 2010, una reflexión sobre la idea del paisaje y la ciudad, y remite a la fragilidad de la ciudad y de ciertas zonas de explotación de su potencial económico o político. También conecta con un proyecto que hice para la isla Cockatoo durante la Bienal de Sydney de 2013, y los mismos materiales tiene la reproducción que hice del museo Haus der Kunst de Múnich, donde tuvo lugar la exposición de arte degenerado.

-¿Para Madrid también ha hecho un proyecto específico?

- Sí, estoy elaborando una serie de 8 obras, dípticos que combinan fotografía y cerámica, de anuncios donde hago una reinterpretación de la palabra. Dos de ellas se vieron ya en el Museo ICO de Madrid en 2012, dentro del marco de PHotoEspaña. También estoy trabajando en el diseño de unas nuevas tapas de las alcantarillas, para instalar nuevos mensajes.

-Ideología y poder son dos términos importantes en su trabajo. ¿Ensayaría una definición?

-Ideología es el conjunto de ideas que asumimos muchas veces como imposición o costumbre. Siempre debemos saber el momento de apropiárnosla y deshacernos de ella. El poder es ese ‘algo', propio o ajeno, contra lo que luchar. Su mera existencia, en cualquiera de sus formas, le da sentido a que el ser humano se cuestione su propia humanidad.