Image: Documenting André Cadere (1972-1978)

Image: Documenting André Cadere (1972-1978)

Arte

Documenting André Cadere (1972-1978)

Una interesante exposición en Oxford muestra la obra de uno de los creadores más singulares de los años setenta, André Cadere, cuando se cumplen 35 años de su prematura muerte

8 enero, 2013 01:00

André Cadere con la artista Isa Genzken y el historiador del arte Benjamin H. D. Buchloh. Bruselas, 1974. Foto: Herbert Foundation.

Modern Art Oxford. Hasta el 10 de febrero

Documenting André Cadere (1972-1978) no es una exposición al uso, pues se centra en la obra de Cadere desde una perspectiva puramente documental. Nacido en 1934, Cadere es algo mayor que los artistas que conformaron la primera generación de conceptualistas y algo más joven que la mayoría de los artistas Fluxus. Nació sólo meses después que Manzoni y, como él, murió muy joven, no tanto como el italiano, que apenas rebasó la treintena, pero sí de una forma lo suficientemente prematura como para haberse quedado muy lejos de lo que probablemente pretendía alcanzar como artista.

Fue Cadere uno de esos trotamundos del arte. Nació en Polonia, emigró a Rumanía de joven y en los sesenta se instaló en París, como Brancusi, que había llegado caminando a la capital francesa décadas antes. Un espíritu nómada caracterizó la vida de los artistas. Cadere se unió ahí a la legión de artistas conceptuales que trataban de dar al traste con todas las convenciones que habían dado forma al arte hasta el momento, y encontró particularmente interesantes las proclamas contra el hecho de trabajar en un lugar concreto, el taller, ese "lugar anquilosado" al decir de Daniel Buren, un lugar extrapolable a la galería o el museo.

Cadere contribuyó al arte de su tiempo con sus célebres Barres de bois rond (barras de madera pintadas). Eran piezas cilíndricas de madera que se unían formando barras de diferentes longitudes por encima, habitualmente, de un metro de largo. Eran formas móviles, que el propio artista paseaba por las calles aunque, en las exposiciones las hayamos visto apoyadas en la pared o en esquinas. Para incidir en esa idea de movilidad, Cadere siempre ponía varias barras en diferentes zonas de la exposición. Daniel Birnbaum, en su Bienal de Venecia de 2009, instaló varias de estas piezas en el Pabellón Italia.

Las barras de Cadere eran un ataque frontal a la práctica escultórica tradicional, aquella encumbrada sobre el pedestal, noble e inerte. Rechazó también el minimalismo y su pulcritud industrial, y entre los muchísimos lugares que transitaba con alguna de las casi doscientas barras que realizó estaban precisamente las exposiciones de arte minimal, que consideraba tan alejado de la experiencia de la vida real. Por eso, cuando uno se detiene ante las prótesis de escayola del recientemente fallecido Franz West no puede evitar acordarse de las barras y acciones de Cadere, piezas que se encuentran tan cerca de lo performativo como de lo escultórico, y que guardan una estrecha relación con la problemática del cuerpo.




Imágenes documentales de la exposición


A pesar de la fuerte impronta que la experiencia tiene en esta serie de trabajos, estos están realizados siguiendo fríos sistemas matemáticos, en la línea del arte conceptual del momento. Cada una de las pequeñas piezas cilíndricas de las que constan las barras están pintadas de un color siguiendo patrones básicos como ABC, BCA, CAB... Pero no es una secuencia perfecta, y aquí reside una muestra de su personalidad artística, tan proclive a desbaratar la norma, pues siempre introduce un error voluntario que rompe la impecable deriva de la obra, como si cualquier atisbo de excelencia no fuera sino un indigno anatema. Estas piezas bastardas se disponen como herejes de todo indicio clasicista, ante el que Cadere se define como antídoto barroco, esquivo y rebelde.

La exposición que ahora puede verse en el Modern Art Oxford parece comulgar con la actitud de Cadere, tan contrario a lo previsible y tan reticente ante lo comúnmente aceptado, y sólo muestra un ejemplo de las Barres de bois rond. Se centra, por el contrario, en una gran profusión de material documental que parte de las estancias de Cadere en Inglaterra, la primera en 1974 en este mismo museo, para visitar la muestra de Hanne Darboven, y la segunda dos años más tarde, para su propia exposición en el ICA de Londres. Buena parte de los documentos certifican sus acciones en suelo británico, como sus intervenciones con barras en pubs londinenses. Estas acciones estuvieron auspiciadas por quien es hoy la comisaria de esta exposición de Oxford, Lynda Morris, posiblemente la mejor conocedora de su trabajo. Es una pena que no se puedan ver los trabajos legendarios de Cadere, pero también es cierto que buena parte de la importancia de su legado es la experiencia de sus acciones, que están, eso sí, muy bien documentadas en la exposición.