Image: Yo soy el surrealismo, 20 años de la muerte de Salvador Dalí

Image: "Yo soy el surrealismo", 20 años de la muerte de Salvador Dalí

Arte

"Yo soy el surrealismo", 20 años de la muerte de Salvador Dalí

Recordamos al genio de Figueras, el personaje estrambótico y el escritor escondido

23 enero, 2009 01:00

Salvador Dalí en el año 1931, cuando pintó el famoso óleo La persistencia de la memoria

DPA
"Yo soy el surrealismo". Egocéntrico, excéntrico, rebelde y gran provocador, Salvador Dalí fue sin duda uno de los máximos exponentes mundiales del arte contemporáneo. Este viernes se cumplen 20 años de la muerte de un artista que, ante todo, intentó y consiguió con gran éxito no pasar nunca inadvertido.

Tenía 84 años y formaba ya parte de la historia universal cuando la mañana del 23 de enero de 1989 falleció en el hospital de Figueres, en el noreste de España, tras varios días de agonía. Una insuficiencia cardiaca aguda se le había agravado con una pulmonía que, a su vez, le provocó una inflamación pulmonar.

Atrás quedó la vida de quien unos consideraron un genio y otros un gran artista estrafalario. Pero 20 años después, su legado y su recuerdo se mantienen, gracias entre otros a la Fundación Gala Salvador-Dalí, impulsada por él mismo, y varios museos: la Casa-Museo en Port Lligat; el Teatro-Museo de Figueres, donde está enterrado, y la Casa-Museo Castillo Gala Dalí, en Púbol, donde el artista se encerró tras la muerte de su musa y compañera, en 1982, siete años antes que él.

Con motivo del aniversario de su desaparición, hasta el 18 de marzo el Museo Dalí de Figueres expone la obra más emblemática y famosa del artista catalán: "La persistencia de la memoria", pintada en 1931, cuando sólo contaba con 27 años. Popularmente conocido como "Los relojes blandos", el cuadro en el que esos objetos parecen derretirse ha sido cedido temporalmente por el MOMA de Nueva York.

"?Por qué los relojes blandos?", le preguntaron una vez a Dalí sobre esa obra, icono del surrealismo. "Lo importante no es que sean blandos o duros, sino que marquen la hora exacta", respondió.

Nuevos títulos en las librerías recuerdan estos días al pintor, entre ellos ?Por qué se ataca a la Gioconda?, una recopilación de textos que escribió entre 1927 y 1978 y que publicó en la revista francesa Oui. La misma editorial, Siruela, ha sacado también al mercado otras dos obras en homenaje: El camino de Dalí, de Ignacio Gómez de Liaño, y El fenómeno del éxtasis, de Juan José Lahuerta.

Nacido el 11 de mayo de 1904 en Figueres, Dalí nunca fue un niño normal. "Cuando tenía seis años quería ser cocinero y a los siete, Napoleón. Desde entonces mi ambición ha ido aumentando sin parar", escribió en el prólogo de Vida secreta. La muerte de un hermano al que nunca conoció y que llevó su mismo nombre hizo que sus padres lo educasen como un niño mimado, consintiéndole todos sus caprichos y volcando en él sus afectos de forma compulsiva.

Descubrió la pintura casi por casualidad, en una finca de una familia amiga durante una convalecencia. Comenzó a pintar sin técnica alguna óleos y acuarelas que sorprendieron a quienes los vieron. Su carácter rebelde le valió ser expulsado de todos los centros de enseñanza en los que se matriculó, entre ellos la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, cuyo ingreso le había puesto su padre como condición para permitirle ser pintor.

Su estancia en la capital marcó su vida. Allí experimentó con el cubismo y el dadaísmo y conoció al poeta Federico García Lorca y al director de cine Luis Buñuel, de los que se hizo íntimo amigo en la Residencia de Estudiantes. Junto a Buñuel fue autor de los films surrealistas Un chien andalou y L'Age d'or.

Y es que Dalí no sólo se dedicó a la pintura. Su obra abarca también el cine, la escultura, el diseño y la escritura. Su primera exposición individual de pintura fue en 1925 en Barcelona e hizo que dos grandes, Pablo Ruiz Picasso y Joan Miró, se fijasen en él. Un año después, Dalí conoció a Picasso en París. "El arte somos Picasso y yo", llegó a manifestar, egocéntrico.

De pelo largo y patillas, vestido con abrigo, medias y pantalones bombachos, la imagen estrambótica de Dalí es mundialmente conocida. "Sabía venderse mejor a sí mismo que a su obra. Fue un icono de la cultura de masas", según Javier Pérez Andújar, uno de sus biógrafos. "Era un gran pintor, pero no un genio" y acabó convirtiéndose en un "showman obsesionado", opina por su parte el hispanista irlandés Ian Gibson.

Tras su paso por París, donde se integró en el círculo surrealista, y ya casado con Gala, la musa y compañera con la que estuvo hasta su muerte pese a infidelidades por ambas partes y a estrambóticas manías de ambos, Dalí se estableció en Estados Unidos, impulsado a dejar Francia en 1940 por el avance de las tropas alemanas. Regresó a España ocho años después.

Anticomunista radical pese a que en su juventud se movió en el círculo de la izquierda, algunos lo acusaron de derechismo. No obstante, hay expertos que destacan que más que derechista fue un oportunista que consiguió así que el dictador Francisco Franco le dejara trabajar en paz.

Otra sombra que rodea su figura es su atracción desmesurada por el dinero. De hecho, sus últimos años estuvieron más marcados por la comercialización de su obra que por la novedad de la misma. Los objetos dalinianos se convirtieron en un negocio mundial. Y también las falsificaciones. A él no sólo no le importaban éstas, sino que incluso las favoreció firmando hojas en blanco. Y es que, en la imitación de su obra veía una prueba de su grandeza.