¿Qué podemos hacer, qué opciones hay, cuando el sistema judicial nos falla? ¿Hasta qué punto estaríamos dispuestos a llegar para reparar una injusticia? Susie y Roy son un matrimonio normal hasta que su hija adolescente muere en un accidente de tráfico causado por otro joven que iba con el móvil al volante. Tras años intentando superar el trauma, todo cambia cuando el padre de una joven que ha sido violada y cuyo agresor se va a librar de la condena por ser hijo de un famoso senador, les pide ayuda para hacer justicia, lo que removerá no solo duros recuerdos del pasado, si no también todas sus convicciones morales.

Estos son los mimbres con los que el escritor estadounidense J. K. Franko (San Antonio, Texas, 1968) teje Ojo por ojo (Planeta), una fábula moral sobre justicia y venganza que es al mismo tiempo un trepidante y adictivo thriller donde nada es lo que parece y que plantea una pregunta ética universal: ¿hasta qué punto es lícito que uno se tome la justicia por su mano? Antiguo abogado, Franko, que mañana estará firmando ejemplares en la Feria del Libro, reconoce que el germen de la novela fue su propia experiencia como letrado “he visto muchos casos en los que me sorprendió lo que decidió el jurado en base a las pruebas presentadas, así que sí creo que pasa bastante que el que debe de ganar no lo consigue”.

Pregunta. Este libro es el arranque de una trilogía, La Ley del Talión, cuyo título remite a los primeros códigos judiciales de la historia. ¿Hasta qué punto ha cambiado la naturaleza humana en estos miles de años?

Respuesta. La naturaleza humana es, para lo bueno y para lo malo, la misma, lo que ha cambiado mucho son los códigos legales. Estas primeras leyes dictaban, igual que ahora cómo deberíamos comportarnos las personas al enfrentarnos a los crímenes. Hoy en día el sistema judicial ha avanzado hasta un punto en el que hay muchas trabas, muchos fallos y subterfugios que pueden provocar que los culpables queden libres. Pero en el fondo subyace esa base del ojo por ojo, que es la ley primigenia a la que los protagonistas acuden, simplificando todo, para planificar, justificar y ejecutar todo lo que sucede en la historia.

P. ¿Cuánto ha influido su pasado como abogado, a la hora de conformar la historia? ¿Hay una pátina de desencanto por el sistema?

R. No diría desencanto, pero sí ciertas reservas. Vemos muchos casos en las noticias, sobre todo de crímenes, por ejemplo, violaciones, donde al confortar las posturas enfrentadas, la palabra de uno contra otro, no se llega a ajusticiar al culpable como quizá debería haber pasado. Un caso muy famoso, que ha dado lugar a todo tipo de especulaciones, es el de O. J. Simpson, pero hay muchísimos más en Estados Unidos e imagino que en Europa igual. Además, en mi país el jurado de 12 personas, al no ser profesional sino un grupo de ciudadanos cualesquiera escogidos al azar, ofrece garantías más inciertas. Hay muchas posibilidades de manipular el sistema, y cuando esto ocurre, a veces la justicia se escapa.

Un sistema de privilegios

P. En este sentido hay un personaje en la novela, el hijo del senador, que encarna una clase de privilegios. ¿Hasta qué punto influyen en nuestras sociedades? ¿Incentivan el deseo de venganza?

R. Ciertamente este tipo de privilegios existen y cuando una persona normal se topa con ellos puede sentir que algo sagrado como la justicia pierde valor. Todos reconocemos que el hijo de un político o un empresario importante, en cualquier sistema, va a tener unas ventajas judiciales inalcanzables para la mayoría. Quería enfatizar también esta realidad, porque esta clase de privilegios son una de las causas principales que hacen que el sistema no funcione como debería y está claro que generan una cuota extra de dolor y frustración.

P. En cierto sentido, la postura de un padre que pierde a su hijo de querer responsabilizar hasta el extremo al asesino o agresor es legítima. ¿Hasta qué punto deja en manos del lector decidir la moralidad de esa idea?

"El hijo de un político tiene ventajas judiciales inalcanzables para la mayoría. Esos privilegios pervierten el sistema y generan una cuota extra de dolor y frustración"

R. Es cierto que es humanamente comprensible ese sentimiento, claro. El caso es hasta dónde llegar, cuál es el punto de responsabilidad exigido. Especialmente si la justicia no actúa como debe hacerlo. ¿Llegar al asesinato, por ejemplo, sería justo, sería legítimo? Debe opinar el lector. No obstante, si cada uno toma en sus manos la justicia sería un desorden horroroso, una sociedad invivible.

P. En un momento dado, Susie dice a su marido: “No se trata de justicia. Se trata de venganza, Roy”. ¿Qué fina línea separa a ambas?

R. Esa línea que separa justicia y venganza es una membrana muy fina que divide lo objetivo de lo subjetivo. La justicia, como se dice, es ciega, es decir, objetiva, pero no puedes razonar esto con alguien que sea muy cercano a una víctima, porque el dolor empaña la objetividad. Y entonces, además del sentimiento de si la ley se ha cumplido o no, aflora el sentimiento subjetivo de venganza, otro nivel superior. Si pudiéramos ver el crimen y su castigo como algo objetivo, como el pago de una deuda, no habría venganza, pero entonces quizá no seríamos humanos, porque es un sentimiento natural en nosotros.

Nada repara el dolor

P. Sin entrar en el desenlace de la trama, que revolverá al lector, la novela demuestra que este tipo de actos de venganza, la violencia, al fin y al cabo, sólo engendra más violencia. ¿Es posible con cualquiera de ellas cumplidas, adormecer el dolor o la pérdida?

"La pérdida o el dolor que siente la víctima o su familia es algo que la ley no puede arreglar. Ni la justicia ni la venganza adormece ese dolor"

R. La justicia puede ayudar a nivel social, porque las penas pueden disuadir a otros de cometer el mismo crimen, y penaliza al que rompe la ley. Pero la pérdida o el dolor que siente la víctima o su familia es algo que está ahí, que la ley no puede arreglar. No es la justicia lo que adormece ese dolor, ni tampoco la venganza lo sacia, porque al final te introduce en una espiral inagotable. Ahí entra un poco el tema del karma, del equilibrio universal. Es una idea muy antigua esa de que lo que haces a tu prójimo al final acaba volviendo a ti.

Más allá de estos enjundiosos dilemas morales, la vertiginosa trama de Ojo por ojo atrapa al lector con una serie de requiebros sorprendentes que guardan una inesperada y chocante guinda final que reservamos al lector. Y es que la historia continúa en otras dos novelas, Diente por diente y Vida por vida, que Planeta publicará en los próximos meses, donde los protagonistas de la novela ser verán envueltos en una compleja investigación policiaca, un emocionante juicio y enfrentarán las consecuencias de sus actos, que veremos narrados desde diferentes puntos de vista.

“Este tipo de novelas llevan más de dos siglos alimentando la imaginación del lector y saciando su curiosidad un poco mórbida. Aunque podamos fantasear con las ideas que se narran, en nuestro día a día nunca llegamos a nada tan extremo como estos protagonistas”, reflexiona. “Creo que nos atrae de ellas saber qué lleva a una persona a cometer estas acciones y, si las cometen, cuáles pueden ser las consecuencias. Y desde luego, la empatía que generan las injusticias y el ver a un criminal inteligente luchando contra el sistema”, concluye.